de melodías de libre inventiva. Este trabajo, precisamente, más que cualquier otro suyo, ahonda en formas tradicionales chilenas, seguramente por influencia de Silvia que militaba entonces en aquel valioso grupo de mujeres estudiosas de las tradiciones, como Gabriela Pizarro, Margot Loyola, Violeta Parra y varias más.
Al año siguiente Manns graba La hora final (1969), su disco más baladístico y donde podemos apreciar resabios del Neofolclore en el tratamiento de las canciones. “Tenerte morena muerte” y “Elegía sin nombre”, dos de sus canciones, han sido reinventadas en sus arreglos por Inti-Illimani en tiempos posteriores. “La gaviota”, en tanto, pudimos escucharla en aquellos años bien difundida por las radios. Pero en el contexto sonoro de la época, quizás este trabajo fue opacado por la nutrida producción de otros solistas y grupos y la inesperada aparición tardía de Patricio vestido de Neofolclore, movimiento en decadencia que ya daba paso a la NCCH.
En 1971, otro disco, esta vez llamado a secas Patricio Manns. No es fácil conseguirlo y se trata del primero hecho en su totalidad en colaboración con otros músicos y en la búsqueda por fortalecer la expresividad intensa de sus versos y melodías. Aquí participaron Luis Advis en arreglos con instrumentos sinfónicos, Inti-Illimani y Los Blops, grupo cercano al rock y al pop que también en esos años colaboraba con Víctor Jara. Es en este álbum donde aparece una de sus composiciones célebres, “La exiliada del sur”, aunque el primer nombre fue “El exiliado del sur”.
PM. Te interrumpo para decirte que este texto de Violeta Parra tiene una estructura femenina que en mi versión masculinicé, pero que Advis conservó para la versión del Inti. Violeta decía, por ejemplo: “Mi falda en Perquilauquén / recoge unos pececillos” y yo ni en Escocia, he usado minifalda. Estoy casi seguro de que el Inti tampoco.
Te dejo continuar.
Con ritmo de bailecito y música suya, esta canción es un texto de Violeta Parra, de sus décimas autobiográficas. Luego la tomamos junto a Luis Advis para el disco de Inti-Illimani Autores chilenos (1971) y sufrió la mutación a “La exiliada del sur” y una coda agregada. Es de aquellas que hoy se corean con entusiasmo. Me parece que es el único texto ajeno que Patricio ha musicalizado. Otra gran sorpresa del disco es “Valdivia en la niebla”, aquella del comentario de Becerra. “El río va boca abajo / burlando troncos y cerros / El agua es sombra tranquila / timoneando en el silencio...”. Esta canción –muy emparentada con “Arriba en la cordillera” en el trayecto de su melodía que asciende nota tras nota hasta estallar en un salto melódico que luego desciende hasta morir– narra a la perfección una bella y dolorosa historia de amor, como le gustan a Manns, en el conocido puente del río Calle-Calle en Valdivia. Es una balada que nos trae al recuerdo la intensidad y buena factura de aquellas de Jacques Brel, el trovador belga-francés. También este disco lleva el signo de la tragedia que se avecinaba en Chile con la canción “No cierres los ojos”, donde Patricio alerta sobre las conquistas del gobierno de Allende al acecho de la oposición. Por último, la canción “La ventana”, acompañada también por Inti-Illimani y que compitió sin éxito en el Festival de la Nueva Canción Chilena organizado por la vicerrectoría de comunicaciones de la Universidad Católica en conjunto con Ricardo García.
De esta manera, y con cinco importantes trabajos discográficos, Patricio cierra el período más emblemático de su creación, aquel que va de 1965 a 1973, y que se ha definido como el tiempo de plena existencia de la NCCH. En este tramo de ocho años supo compartir la pasión del canto con otras curiosidades, no menos gratificantes para su labor artística e intelectual, como son: el periodismo y, sobre todo, la literatura. Una larga lista de celebrados libros, novelas, ensayos y poemas no serán curiosidad de este que escribimos, que ya deviene denso y sonoro con solo su repertorio de canciones. Pero estos años previos al desastre del Golpe Militar, tuvieron a Patricio como invitado a programas de televisión, dando entrevistas de todo tipo, ocupando también las portadas de las más importantes y glamorosas revistas dedicadas al fenómeno de la canción, como Ritmo y El Musiquero. Allí estaba el semblante alemán de Manns, con sus cabellos rubios y su mirada azul, como recordándonos a un extraño James Dean local. Creo, incluso, que más de uno, o una (en un medio propenso a la destrucción), deslizó el contrasentido de cantar folclore con ese aspecto foráneo. Como para quienes cantábamos entonces, fue un tiempo de compromisos casi diarios y Patricio lo repletaba con sus giras junto a varios más en esa caravana melodiosa que fue “Chile Ríe y Canta”, organizada por René Largo Farías.
Durante los 16 años de la dictadura hubo siete discos, que se grabaron en La Habana, París y Roma. En 1974 y 1975 grabó dos, junto al grupo Karaxú, formado por chilenos muy motivados a participar en la solidaridad y ayudar a la lucha de resistencia que se daba en Chile. En ambos discos se puede apreciar el desgarro, la desazón y la rabia aún fresca de aquellos meses manchados por la tragedia del Golpe Militar. Todo el repertorio muestra la rebeldía que se incubaba y la protesta que se hacía necesaria gritar a los cuatro vientos. No hay grandes novedades de textos originales, pues parte importante de las canciones son de autores diversos, como del uruguayo Daniel Viglietti y del actor chileno Nelson Villagra, con otras de Patricio tomadas de discos grabados en Chile en tiempos anteriores, salvo “La dignidad se convierte en costumbre”, dedicada a Bautista Van Schouwen y la “Canción a Luciano”, ambos dirigentes del MIR, camaradas de su partido.
El año 1977 aparece Canción sin límites, grabado en Cuba con arreglos para orquesta del músico Tony Taño y con un repertorio enteramente escrito por Manns, salvo en las canciones “Escrito en el trigo” y “Las raíces del llanto”, que fueron colaboraciones con Desiderio Arenas. La más emblemática de este trabajo es sin duda “Cuando me acuerdo de mi país”, canción llena de fuertes y afectadas imágenes, poesía original y un curioso y atrevido trayecto armónico de su melodía bastante sorprendente para la canción chilena.
A partir de este momento se inaugura un tiempo insospechado de colaboraciones con Inti-Illimani, y particularmente con quien escribe, que diversificará la creación de Patricio. Del disco Canción para matar una culebra de Inti-Illimani (1978), aparecerán los textos de “Retrato”, “Vuelvo” y “Samba Landó”, esta última junto a José Seves en la letra y parte de la música. Posteriormente, en el disco Palimpsesto (1981), otras dos canciones: “Palimpsesto” y “Un hombre en general”. Esta unidad creativa y el impacto que nos produjo –en un grupo con dificultades en la elaboración de los textos–, hizo que nos dispusiéramos generosamente en la factura y ayuda mutua de nuestros repertorios. Es por esto que el siguiente disco de Manns llamado Con la razón y la fuerza del año 1982 y La muerte no va conmigo de 1986, nos tuvieron como grupo acompañante o, si se quiere, a Manns como integrante de Inti-Illimani. Deseo secreto que, al parecer, estuvo en su pensamiento por allá en los inicios de los Inti, confesión hecha por Patricio, con el beneficio de la duda, naturalmente.
En Con la razón y la fuerza hace gala de su inclinación por la balada en “El pacto roto”, canción que estructura con una búsqueda musical cercana a momentos complejos y armonías más propias del jazz. Otro tanto es su guiño al bolero en “Antigua”. “La Araucana”, en cambio, es un poema de homenaje a las luchas del pueblo mapuche, de estructura libre y en una propuesta que va más allá del tiempo breve de una canción. Lo mismo sucede con “Concierto de Trez Vella” del disco siguiente La muerte no va conmigo. En esta larga composición llamada concierto, donde trabajó su arreglo con Alejandro Guarello, músico que andaba de paso en Italia en ese tiempo, Patricio narra el destierro y la posibilidad real –imaginada entonces– de que esta condición fuera el último tiempo de la existencia. Con momentos muy solemnes y cierta obstinación o pulso reiterativo, escribe poéticamente aquello que nos imaginábamos cercado por el exilio que no cesaba. También de este trabajo es su conocida “Balada de los amantes del camino de Tavernay”, donde imagina una historia que en verdad pareciera que fue real. Hay por supuesto canciones que matizan la densidad, como aquel “Can Can del piojo”, dedicada a Pinochet, así como la “Balada de los amantes”, clara, o como quizás diría Patricio, húmedamente erótica.
Fueron lanzados otros discos no comentados acá, pero se trata de recopilaciones de canciones anteriores y, como suele suceder, aumentan la discografía, pero no la real novedad de un repertorio