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¿Por qué ser médico hoy?


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peligros de dejarse seducir por nuevas técnicas educativas, enemigas del esfuerzo (que conlleva trabajo, pero también la alegría de superar los obstáculos encontrados).

      Un epílogo para este prólogo

      Desde mi visión, habiendo transcurrido largamente más de la mitad de mi vida ejerciendo la medicina, entiendo que para ser médico se necesita, en primer lugar, tener un alto grado de vocación de servicio a los demás. Estar dispuesto a ser muy humilde y a reconocer la necesidad de estudiar permanentemente, dado que la velocidad de reproducción de los conocimientos supera cualquier chance de estar al día. Ningún médico esta absolutamente al día.

      En países como el nuestro, el médico tiene que estar dispuesto a confrontar la “máquina de impedir” que funciona en el muy ineficiente sistema sanitario argentino. Un sistema que superpone mecanismos de coberturas, en el que la cultura del “no se puede” o “no hay” ha ganado la ideología y la práctica de muchos colegas, sobre todo en el sistema público. La resignación florece como semilla de la parálisis y la mediocridad. Quienes elegimos trabajar en hospitales públicos sabemos que éstos representan la ultima línea de defensa para los pacientes. Paciente que se “cae” de la prepaga pasa a la seguridad social; el que cae de la seguridad social pasa al hospital público; al que cae del hospital público sólo le queda el precipicio. El médico, al igual que el resto del equipo de salud, trabaja en malas condiciones salariales, malas condiciones de horarios, sin insumos, asistiendo a una población que con toda justicia reclama servicios mas eficientes, que no los obliguen a humillantes “colas” desde la madrugada para conseguir un turno. Ese reclamo muchas veces se ejercita contra el médico, cara visible de un sistema inhumano, dirigido generalmente por funcionarios que atienden su salud en forma privada. Sin embargo, los médicos seguimos empujando y lo hacemos porque entendemos que estamos trabajando en pésimas condiciones, pero que el que está del otro lado del mostrador está mucho peor, porque sufre todas las consecuencias del sistema, pero además está enfermo. El día que eso deje de importarnos, deberemos dedicarnos a otra cosa.

      Ser médico hoy implica tener un compromiso humanístico. Entender que lo biológico es importante, pero lo biológico es sólo un componente. No estamos tratando un conjunto de células organizadas de tal o cual manera, sino un ser humano que tiene una vida, problemas, una familia, una sociedad que lo rodea, que lo empuja, que lo discrimina o no, que lo ayuda o no, que lo soporta o no.

      Entonces, ¿por qué ser médico hoy?

      A quien se formule esta pregunta le sugiero que lo piense bien, que medite acerca de cuál es su objetivo. Si lo que quiere es una profesión para ganar dinero seguramente hay otras mucho más rentables. Si busca una profesión de prestigio social, esta razón tiene mas pasado que futuro, ya no corre más. Ahora, si desea una profesión que le pueda dar la satisfacción de ayudar al otro y de recibir una sonrisa, o un apretón de manos, o simplemente un cálido agradecimiento, si es capaz de sentirse gratificado con eso, entonces, habrá encontrado un por qué elegir la profesión.

      Termino citando a dos escritores, también filósofos: Jean-Paul Sartre dijo: “Todos somos responsables de lo que no tratamos de evitar”. Cuando uno ve la obscena desigualdad social, que genera marginalidad y desesperación y con ella enfermedad y sufrimiento, impregnando tan fuerte nuestras actividades, creo que todos somos responsables. El primer paso para defender la salud es amar la vida. Y para ello, la vida debe ser digna de ser vivida, para todos. Para Albert Camus: “El artista debe estar siempre con aquellos que padecen la historia, no con los que la hacen”. Me permito hacer extensiva esta definición a nuestra profesión.

      Hay buenas razones para ser médico, sobre todo si nos preocupa el ser humano y la sociedad que lo rodea, y estamos dispuestos a no ser cómplices por omisión frente al sufrimiento y la injusticia. Desde el rol de médicos no podremos solucionar todos estas cuestiones, pero no dudo en afirmar que quienes lean este libro seguramente aprenderán a no agravarlas y a elegir adecuadamente en la contradicción esencial entre ser parte del problema o parte de la solución.

      1 Jefe de Infectología, Hospital “Juan A. Fernández”. Presidente de Fundación Huésped. Profesor adjunto de Infectología, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires. Ex presidente de la International AIDS Society.

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