pero aquella mujer lo guiaba directamente hacia la mesa más alejada. Hacía calor detrás de las cristaleras a pesar del viento helado del exterior. «No quisiera molestarlo», siguió.
—En absoluto, no me molesta lo más mínimo. ¿Qué desea tomar?
Pidió dos cafés. «Usted es su profesor, Barbara me ha hablado de usted».
Intentó descifrar la mirada de aquella mujer. ¿Qué quería? ¿Qué sabía? Intentó sondear sus pensamientos, sin conseguirlo. De paso, reparó en que su barbilla describía un bonito óvalo. Resultaba asombroso el modo en que las mujeres conseguían mantenerse en forma hoy en día. Bastaba con ver a alguien como Sharon Stone.
—Hábleme de ella. De mi hija, Barbara.
—¿Que le hable de ella?
—Hábleme de ella. Por favor.
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