otro reto, que consiste en querer transmitir los conocimientos ligados a mi experiencia en el triatlón. He leído mucho sobre este deporte tan complejo. Un gran número de publicaciones están escritas por grandes deportistas o entrenadores que, centrándose puramente en el entrenamiento de las tres disciplinas, muestran unos conocimientos abrumadores. Sin embargo, y ahí creo que radica la importancia de este libro, descuidan otros aspectos que pueden significar el éxito o el fracaso. No quisiera parecer dramático, es solo una forma de hablar, pero creo que se le puede sacar mucho partido.
El triatlón, extremismos y consumismo de la mano
Solo hay dos cosas que no me gustan de este deporte. Por un lado, todo el consumismo que envuelve al material. Al principio, sobre todo si nunca has hecho bicicleta de carretera y no dispones de una, la inversión es muy grande. Lo más difícil es saber dónde colocar la barrera, porque parece que nunca se posee todo lo necesario y, mucho menos, de la calidad suficiente. No te dejes engañar, pues dista mucho de la realidad.
Agradezco haber contado con un presupuesto limitado para gastar en alta gama cuando empecé esta experiencia, porque seguramente hubiese invertido mucho más sin hacerme falta verdaderamente. Además, creo que de haber desembolsado 4.000 euros más mis resultados no hubiesen variado prácticamente nada.
No comparto lo que hace alguna gente que lleva un mes en este deporte y sin haber finalizado un solo triatlón o sin saber al menos si le gustará ya está equipado con el último Garmin y la mejor bici con sus correspondientes ruedas de perfil, por poner solo un par de ejemplos. Podría seguir con esa lista. El triatlón es un deporte que muchas veces no termina de enganchar o resulta muy exigente, y todo ese material acaba cogiendo polvo.
Sin embargo, no estoy criticando a la gente que va a la última porque así lo ha decidido y puede permitírselo. Critico a las marcas que te hacen creer que necesitas todo eso para practicar este deporte. Espero que se entienda bien lo que quiero decir, porque soy el primer enamorado de una buena bicicleta de contrarreloj y posiblemente algún día adquiera una.
A continuación expongo una idea aproximada de mi presupuesto para comprar material (básico) cuando empecé desde cero (tabla 1.1).
Tabla 1.1 Equipo básico para el triatleta principiante
Al presupuesto total aproximado (1.520 euros) habría que añadir las inscripciones del equipo (si vas a pertenecer a uno), la piscina, las competiciones y la ficha federativa; y, por otro lado, los arreglos de la bici, los suplementos nutricionales, etc. Tengo compañeros que tienen bicicletas espectaculares con un valor mucho mayor que todo este material junto.
En mi opinión, es un presupuesto ajustado, pero si tu intención es no gastarte mucho dinero (tarea complicada en el triatlón), porque no te lo puedes permitir o prefieres invertirlo en otra cosa, sé consciente de que también es posible afrontar grandes retos como un Ironman sin la última tecnología; yo llevo así tres años y he conseguido finalizar tres.
Comentaba al principio de este apartado que hay dos cosas que no me gustan de este deporte. Pues bien, tratada la primera, la segunda es el extremismo en el que caemos la mayoría de nosotros sin darnos cuenta.
Creo que muchos de los que llevan tiempo en esto me entenderán cuando diga lo siguiente. De nuevo es difícil colocar el límite en el número y la duración de los entrenamientos de cara a la preparación de un triatlón o un Ironman; incluso si estás supervisado por un entrenador, no es fácil establecer qué pauta debes seguir.
Es habitual quedarse en diversas ocasiones con la sensación de «no he recorrido los suficientes metros lo bastante rápido» o de «hoy no he tenido tiempo para doblar sesión». Es un continuo fluir de sentimientos de culpabilidad de este tipo; así que repito de nuevo: no caigas en eso. Disfruta del entrenamiento que tu horario te haya permitido hacer y no te culpes por no ir a casa con el cuerpo hecho papilla cada día.
Mi primer Ironman y por qué no he vuelto a preparar tal reto deportivo a ese coste
Os dejo un fragmento redactado al finalizar mi primer Ironman en Zúrich en 2013 y que viene a colación de lo que relataba antes.
Después de unos meses en el equipo, me encontraba en Granada de vacaciones con la que en aquel tiempo era mi pareja. Mientras esperábamos un autobús en un pueblo de la zona, ella entró en un quiosco y me enseñó una revista de triatlón diciendo: «Este es el triatlón más duro que hay». En la portada había una imagen que hacía alusión a un Ironman, una prueba desconocida por mí hasta ese momento. Soy un extremista para todo y desde ese instante ya tuve claro que por lo menos lo intentaría. Y a medida que me informaba más sobre la carrera y las historias de superación que en ella ocurrían simplemente me fascinó. Había encontrado el reto que necesitaba en el momento idóneo; pero mucho quedaba por remar.
No es la distancia adecuada para mi edad y tampoco para una persona que lleva tan poco tiempo en esto, pero me planteé siete meses de preparación con un medio Ironman, y así fue. Mil momentos buenos y malos, gente que empezó el camino a mi lado y no lo terminó, otros que aparecieron por casualidad en los baches difíciles y que invitaban a abandonar esta locura. Madrugones, entrenamientos de muchas horas en solitario, incompatibilidad con el trabajo y los estudios, vida social nula en ocasiones, fines de semana dedicados al deporte… En resumen, muchos sacrificios para algo que es única y exclusivamente por satisfacción personal y afán de superación. Muchas veces me he preguntado: «¿Realmente te merece la pena todo lo que estás dejando de lado?». Ya tengo la respuesta a esa pregunta que me rondaba por la cabeza en los traspiés que surgieron. De hecho, ya la tenía entonces, porque no hubiera sido capaz de lograrlo en caso contrario. La respuesta, sin dudarlo, era SÍ, ya no por el momento en el que cruzas la meta, sino porque echas la vista atrás y recuerdas todo lo bueno. Lo malo… ya te hizo fuerte en su momento.
Día de la prueba
Después de haber pasado prácticamente el día previo fuera del apartamento para dejar todo a punto en los boxes, nadar un poco en el lago y ver a unos amigos de Víctor (mi compañero de batalla), lo dejamos todo preparado, y después de cenar, a las diez de la noche, ya estaba entre las sábanas. Era necesario descansar porque lo que nos esperaba sería muy exigente.
A las cinco en punto de la mañana suena el despertador, aunque desde las tres tenía los ojos abiertos como platos. Después de una cena contundente, decido desayunar una barrita e ir al agua solo con eso. El taxi está en la puerta a las cinco y cuarto, y nos lleva hasta la carrera. Una vez allí, todavía a oscuras, la sensación es muy peculiar, todos ultimando detalles, muertos de nervios. Pocos son los que hablan. Una atmósfera de calma tensa nos envuelve. Ya nos dirigimos a la salida sin neopreno por notificación de la carrera y ahí es donde realmente te das cuenta de que «¡Esto empieza ya!». Me despido de mi hermano y ya me veo rodeado de cerca de 3.000 personas que seguramente habrán vivido muchas situaciones similares para estar ahí en ese momento. Cierro los ojos un instante y mil imágenes pasan por mi cabeza. Definiría la natación como supervivencia (patadas, codazos, agarrones…). Los primeros metros transcurren así, pero a medida que se hacen grupos se vuelve algo más llevadero. Para mi sorpresa, disfruto de la natación aunque en el último kilómetro sufro bastante, ya que la prohibición del neopreno hace que desgaste en exceso las piernas.
Llegamos a la transición para coger todo lo necesario para la bici, y empiezan los interminables 180 km. Había entrenado mucho los últimos meses y me veía fuerte para afrontarlos. En los 90 primeros kilómetros me encuentro bien, sobre todo en los puertos, donde consigo adelantar a bastante gente; pero en la segunda vuelta de 90 km tengo un pajarón de 20-30 km en el que me digo: «Así no termino». Ver a alguna gente en las cunetas, retirada o descansando, no ayuda. Me había pasado factura el subidón del principio sin darme cuenta; pero, bajando el ritmo, comiendo e hidratándome bien, remonto la situación. Por cierto, el paisaje con los Alpes de fondo es impresionante.
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