hijas y las nietas de estas vindictas habéis tomado una responsabilidad cultural, política y social. Vuestra literatura también se establece y se entiende dentro de estas coordenadas. Este activismo coincide con una revolución de la bibliodiversidad protagonizada por sellos pequeños e independientes, ágiles y atentos a las fisuras y grietas de estructuras más grandes. Pienso que una de las cumbres recientes de este movimiento es la colección Vindictas.
SV: La colección nació para recuperar novelas de escritoras latinoamericanas que durante el siglo XX hubieran estado creando, produciendo, publicando, pero sin tener los espacios adecuados. No hubo lugar para ellas, muchas veces a pesar de que se trataba de libros premiados, es el caso de Tita Valencia con Minotauromaquia, una novela espectacular, con una profunda voz poética, que desde su forma está cuestionando lo que podría esperarse de una novela. Ganó el premio Xavier Villaurrutia en 1976. En su libro habla de un gran escritor mexicano, Juan José Arreola, en términos que al establishment de la cultura en ese momento le parecieron ofensivos. Tita se sintió acosada y se propuso nunca más volver a escribir sobre algo que la tocara íntimamente. Me pregunto por qué tendría alguien, cualquier creador, que renunciar al aire que impulsa sus velas para emprender un proyecto literario. A eso fue obligada ella. Esa renuncia me parece espantosa. No es muy distinto de lo que le pasó a una de las autoras incluidas en esta recopilación: la boliviana María Virginia Estenssoro, quien vivió el mismo tipo de linchamiento porque se atrevió a contar algo para lo cual la sociedad no estaba preparada. Escribió sobre una relación extramarital y un aborto. Se agotaron sus libros porque los compró gente escandalizada que lo que quería no era leerla, sino esconderla, silenciarla, hacer creer que ese libro no existió. Estas son las condiciones en las que las escritoras del siglo XX trabajaron y publicaron, escribiendo a contracorriente en un mundo que las consideraba transgresoras y las llevaba todavía a orillas más lejanas.
Cuando le conté de este proyecto de rescate de novelas a Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, comprendió como escritor la naturaleza de esta empresa, la apoyó muy generosamente y además tuvo la idea de extenderla a las cuentistas y a todas las disciplinas artísticas. Ya publicamos siete novelas y seguimos. Que sean escritoras jóvenes las que escriben los prólogos de las novelas ha construido un puente intergeneracional, una mirada actual que nos dice por qué hoy sigue siendo relevante leer a estas autoras. Además amplié el concepto de la colección más allá de la novela para extendernos a la memoria, pues encontré libros preciosos en los que las escritoras se preocuparon muy poco por romper los límites de los géneros y mucho más por lo que tenían que contar y cómo lo querían contar. De esas escritoras es de las que seguimos aprendiendo.
JC: Cuando tuve noticia del lanzamiento de la colección, percibí que estaba ante una sistematización real de visibilizar a escritoras y situarlas en librerías y bibliotecas. En las últimas décadas ha habido iniciativas similares en España: de la Biblioteca de Escritoras de Editorial Castalia a la reciente propuesta La mitad ignorada del sello granadino Cuadernos del Vigía. En este panorama la colección Vindictas debe ser la proa de esta labor en nuestro idioma. Junto a estos proyectos tan necesarios, surgen otros que vienen a saldar la deuda con escritoras en algunos espacios literarios que están absolutamente huérfanos. Voy a poner un único caso porque conozco de primera mano su elaboración. Me refiero a Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España. Ante una sentencia tan cuestionable como que apenas hay escritoras dedicadas a la literatura fantástica (desde la ciencia ficción al terror pasando por todos sus registros), sus antólogas cuestionan el canon y reúnen veintiocho escritoras activas. Lo insólito, y lo importante de este esfuerzo, es que esta selección es una ventana abierta a más de trescientas escritoras latinoamericanas vivas que escriben y publican literatura fantástica. Como filólogo que soy, ¿cómo puedo estudiar una literatura sesgada de antemano?
En este sentido, nuestra antología Vindictas es una mirada en el tiempo que recupera qué nos quieren contar las escritoras y por qué. Es iluminador y sorprendente cómo las jóvenes corresponsales debaten y dialogan con esas voces del pasado. He aquí la clave de este esfuerzo. En palabras de la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero: “son escritoras exhumando escritoras”. ¿Cómo es que estas voces están tan presentes hoy para lectoras jóvenes? Sin duda sus contenidos podrían haberse escrito ya no ayer, sino dentro de algunos años.
SV: Esa frase de María Fernanda ha sido tan luminosa como difícil de asumir, si pensamos en lo que significa una exhumación; lo asocio con tumbas sin nombre, con un indispensable ejercicio de justicia, de recuperación, y eso no se hace sin voluntad verdadera. En efecto, cada obra que merece ser leída es una tumba sin nombre si no llega a los lectores.
Vindictas es una palabra que me parece muy generosa en sus distintas acepciones, y tú como filólogo lo sabes. Significa venganza pero también resguardar, proteger, reivindicar. De esa generosidad hay que seguir alimentando estos proyectos. Una generosidad que los lectores pueden ejercer dando tiempo, dando la oportunidad a estas autoras de entrar a sus lecturas, estantes y bibliotecas; y de los libreros y mediadores de lectura pedimos que apuesten por estas obras para que de nuevo estén disponibles. Solo así reivindicamos realmente, volviendo a poner en las manos de los lectores libros que debían haber estado ahí desde hace mucho tiempo.
JC: La idea de la exhumación no solo tiene un significado metafórico para describir la injusticia literaria en la que se encuentran las escritoras, sino que revela aspectos que el lector va a hallar en estas páginas. Las mujeres son asesinadas, acaban en tumbas sin nombre, se borra su memoria en muchas partes del mundo. Has mencionado “tumbas sin nombre”, sintagma que describe la dificultad de gestionar los derechos de autor de algunas participantes que han quedado en el olvido. Nadie quería hacerse cargo de ese nombre literario. En algunos casos ha tenido que ser la editorial la que nos ha dado permiso. La exhumación es doble. No solo es exhumar una obra literaria, sino también un nombre.
SV: A veces es la propia familia de la escritora la que preferiría que su obra permaneciera enterrada y que nadie más recordara que escribió. No asumen lo que las escritoras asumieron en algún momento de sus vidas: el compromiso con su escritura y su voz, con una libertad que les costaba todo.
JC: Unas escritoras que asumieron además una selección literaria variadísima en estrategias narrativas, sensibilidades y estéticas del cuento. En algunos casos asistimos a una aproximación fantástica, en otros más realista; nos aproximamos a respuestas apegadas a un canon más tradicional de lo breve y, al mismo tiempo, a aquellas que escapan a cualquier normalización del género. Y junto a esta riqueza, la diversidad de temas y contenidos que son la sangre y la esencia de la antología.
SV: Ya que mencionas la sangre, podríamos empezar por hablar de las representaciones del cuerpo.
JC: El cuerpo de la antología es el cuerpo de ellas.
SV: Y es el portal que hay que franquear para conocer estas historias. En estos cuentos se escribe del cuerpo sin esconder sus fluidos; se habla de sangre, de lágrimas, de olores. Está presente una fisiología que hace avanzar las historias a través de lo que se va secretando. Pienso en la historia de Marta Brunet, acerca de la sangre como un vehículo de la memoria. Ella comprende que junto con la sangre que escapa de su cuerpo, también se van sus memorias, y debe decidir entre la vida o la pérdida infinita de esos recuerdos escasos que atesora.
JC: Me gusta pensar en la lectura de esta antología como un portal. Antes mencionábamos las voces silenciadas, también podríamos hablar de los cuerpos silenciados. En el cuento “Desaparecida”, de Ivonne Recinos, se descubre un cuerpo ante un espejo que rompe el silencio con un significativo grito. Se detecta en la antología, desde el compromiso y la libertad, una escritura como política y lenguaje del cuerpo. Un discurso que muestra un cuerpo silenciado, mutilado, golpeado, asesinado y, simultáneamente, un espacio de sensualidad y sexualidad, pero también de reflexión y de proyección estética y literaria. Toda una declaración de intenciones sobre el cuerpo, sobre mí o nuestro cuerpo. Es un eje fundamental.
SV: La colombiana Marvel Moreno se refiere a una “jubilosa consciencia” del propio cuerpo. En el cuento “Reunión” de Gilda Holst hay una mujer con un olor que no