Jill Shalvis

E-Pack HQN Jill Shalvis 1


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rel="nofollow" href="#ulink_d305f927-5508-57fc-aee6-440b47566046">Capítulo 19

       Capítulo 20

       Capítulo 21

       Capítulo 22

       Capítulo 23

       Capítulo 24

       Capítulo 25

       Capítulo 26

       Capítulo 27

       Capítulo 28

       Capítulo 29

       Capítulo 30

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

       Pasó accidentalmente

       Dedicatoria

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Capítulo 15

       Capítulo 16

       Capítulo 17

       Capítulo 18

       Capítulo 19

       Capítulo 20

       Capítulo 21

       Capítulo 22

       Capítulo 23

       Capítulo 24

       Capítulo 25

       Capítulo 26

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

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      Para los mejores lectores del planeta… ¡los lectores de novela romántica! Os lo agradezco a todos vosotros todos los días.

      ¡Que tengáis una feliz lectura!

      ¡Besos!

      #LaVidaEsComoUnaCajaDeBombones

      Kylie Masters lo vio entrar en su tienda como si fuera suya, aunque hizo como que no lo veía. Era una actuación difícil que cada vez se le daba mejor. El problema era que, le gustara o no, aquel tipo con el ceño fruncido, de un metro ochenta centímetros, delgado y musculoso, que se había plantado ante ella con las manos en los bolsillos y una actitud de frustración, sí acaparaba toda su atención.

      Kylie suspiró, dejó de fingir que estaba concentrada revisando el teléfono móvil y alzó la vista. Se suponía que debía sonreír y preguntar en qué podía ayudarlo. Eso era lo que hacían todos cuando estaban en su turno de trabajo detrás del mostrador de Maderas recuperadas. Tenían que mostrarles a los posibles clientes sus artículos personalizados, cuando, en realidad, lo que querían eran estar en el taller de la trastienda llevando a cabo sus propios proyectos. La especialidad de Kylie eran las mesas y sillas de comedor, lo cual significaba que llevaba un grueso delantal y unas gafas protectoras, y que siempre estaba cubierta de serrín.

      Tenía el pelo y los brazos llenos de partículas de madera y, si aquel día se hubiera puesto algo de maquillaje, también las tendría pegadas a la cara. En resumen, no era así como quería estar cuando tuviera a aquel hombre delante otra vez.

      –Joe –dijo, a modo de saludo.

      Él inclinó la cabeza.

      Bien. Así que no quería ser el primero en hablar.

      –¿Qué puedo hacer por ti? –le preguntó. Estaba segura de que no había ido a comprar muebles. No era exactamente del tipo doméstico.

      Joe se pasó la mano por el pelo. Lo tenía oscuro y lo llevaba cortado al estilo militar y, con aquel gesto, se puso los mechones de punta. Llevaba una camiseta negra y tenía los hombros anchos y los abdominales marcados. Llevaba también unos pantalones cargo que remarcaban la largura de sus piernas. Tenía