Caroline Anderson

Por siempre


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 1997 Caroline Anderson

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Por siempre, n.º 1033 - febrero 2021

      Título original: That Forever Feeling

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1375-118-4

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      DAN miró el pálido líquido que se agitaba en el fondo del vaso: un bourbon de doce años. Qué forma de malgastar una joya. Podría haber sido agua y le habría dado exactamente lo mismo. No le iba a ayudar, nada lo haría.

      Se sujetó las costillas en espera del siguiente ataque de tos que sentía llegar.

      Apoyó la cabeza sobre el respaldo del sofá y suspiró. Ni siquiera se podía sentar en su sillón favorito porque estaba el gato.

      ¡Era Noche Vieja, tenía un resfriado y había demasiada nieve!

      ¡Genial!

      Su anuncio había salido en los periódicos profesionales. Pero, ¿quién se iba a molestar en buscar trabajo durante las navidades? Nadie.

      No podía haber nadie tan descerebrado como para querer enterrarse en un lejano lugar en Norfolk. Estaba a punto de servirse otro trago cuando sonó el teléfono.

      –¡Maldición! –estiró el brazo dolorido y agarró el auricular.

      –¿Sí, dígame? Doctor Elliott al habla.

      –Sí, verá, llamaba por lo del anuncio.

      Dan dio un respingo, se atragantó y tosió, todo al mismo tiempo.

      –Perdone, tengo un tremendo catarro. ¿Podría repetir, por favor?

      Tenía una voz maravillosa, profunda, suave y deliciosa. Fluía como un río de seda y le hacía olvidar sus penas.

      Tosió una vez más después de haber escuchado por segunda vez su solicitud.

      –¿Quiere el trabajo? –preguntó incrédulo.

      –Pues sí. Por eso he llamado.

      Había cierto elemento de duda en su voz, pero estaba claro que el único responsable de aquella era él. Tenía que buscar las palabras apropiadas.

      –¡Me parece estupendo! ¿Necesita que le haga una entrevista o le gustaría empezar sin más? Por cierto, cuándo estaría disponible?

      –De inmediato. No tengo nada de momento. Estoy haciendo una sustitución en Norwich, pero odio las ciudades ruidosas. No pude encontrar otra cosa en su momento.

      Ese comentario sonaba prometedor.

      –Aquí no tendrá ese problema –dijo él. Precisamente ese había sido el problema de aquel lugar siempre–. Esto es tan tranquilo que se puede escuchar incluso el sonido de la nieve al caer.

      –¡Maravilloso! –dijo ella con un tono suave, meloso, casi con un suspiro de voz que le aceleró el pulso a Dan. ¡Maldición! Seguramente tendría el mismo aspecto que un dinosaurio en pijama. ¡No es que a él le importara! Después de todo, no iba dignarse ni a mirarlo. No después de lo que le había ocurrido.

      –¿Le gustaría pasarse por aquí?

      –Sí, como no. ¿Cuándo quiere que empiece?

      Él soltó una ligera carcajada que acabó por convertirse en un ataque de tos.

      –Lo siento. ¿Podría empezar ahora mismo?

      –¡Vaya! Realmente lo ha agarrado fuerte –dijo ella con cierta preocupación.

      Dan trató de recordar cuándo había sido la última vez que alguien se había preocupado por él.

      Tragó saliva.

      –Es sólo un resfriado que no puedo quitar de encima.

      –¿No tendrá bronquitis?

      –No.

      –¿Está seguro? ¿Se ha puesto el termómetro?

      –Escuche, si necesitara un médico habría llamado a uno –dijo él.

      –Pensé que eso era lo que pedía en el anuncio –dijo ella con una ligera carcajada que favorecía notablemente el tono de su voz.

      –Pero no era para mí. Bueno, y respecto a la entrevista,