con los nervios a flor de piel.
Lo que no tenía sentido, ya que Brando se había mostrado educado, respetuoso y comprensivo a pesar de la noticia que le había dado. Nada de tragedias. No obstante, la falta de drama la tenía en vilo, demasiado maravilloso para ser verdad.
Quizá Brando no creía ser el padre y estaba esperando a que les dieran los resultados de la prueba de ADN para desafiarla.
O quizá ya ni siquiera pensaba en eso y estaba de vuelta en la cama con Louisa.
El estómago le dio un vuelco.
¡Qué mala suerte que Louisa hubiera estado allí ese día! ¿Por qué, por qué?
Brando salió de la clínica, delante del hospital Maria Beatrice, y llamó a Charlotte.
–Hola, soy Brando –dijo él cuando ella contestó–. ¿Estás ocupada?
–No. Estoy tratando de redactar un comunicado de prensa, pero no consigo concentrarme. Anoche no dormí bien.
–Deberías acostarte un rato.
–Quizás tengas razón –respondió ella.
–¿Qué vas a hacer luego? –preguntó Brando–. ¿Tienes planes para cenar esta noche?
–No. Iba a trabajar.
–Cena conmigo.
–¿Te has hecho la prueba?
–Sí. Y se supone que nos van a dar los resultados mañana por la mañana.
–¿Cómo es posible? Me habían dicho que como pronto tardarían tres días…
–A menos que pagues un montón de dinero.
–Ah.
–Bueno, la cena…
–¿Y Louisa?
–No la he invitado.
–Brando.
–¿No puedes pensar en ti aunque solo sea por una vez? Estás aquí, embarazada de seis meses. ¿No te parece que ya es hora de que por fin logremos comunicarnos?
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