miedo que debe de atormentarlas, en los niños que puede que nunca hayan vivido en un lugar donde se sientan a salvo, y no pude negarme. No pude.
Él cerró los ojos y suspiró antes de admitir:
–Es normal. Sería distinto si quisieras volver por cualquier otra razón, pero no puedo poner ninguna objeción a que accedas a colaborar en un proyecto como ese. Está claro que tienes un corazón enorme.
–No sabes cuánto miedo me daba que no lo entendieras, que pensaras que soy una egoísta y que ya estaba incumpliendo lo que te prometí.
–Ojalá pudiera pensar así, me resultaría mucho más fácil dejarte ir si estuviera furioso contigo.
Ella le dio un codazo cariñoso en el costado, y comentó sonriente:
–Pero ahora estás deseando que me vaya, para que vuelva cuanto antes. ¿A que sí?
–Ahora estoy deseando meterte en casa y aprovechar al máximo el tiempo que tenemos disponible.
–Si quieres, podríamos vernos en Aspen dentro de unos días. Tengo que ir a ver si todo marcha según lo previsto en el hotel de montaña, podríamos pasar algo de tiempo juntos lejos de aquí.
Él sonrió al oír aquello.
–Aunque suena muy tentador, tengo que pensar en B.J., y no me gusta la idea de dejarle aquí con alguien.
–¿Ni siquiera con Cora Jane? Sabes que ella estaría encantada de cuidarle, y Samantha puede echar una mano.
–Dejémoslo para la próxima vez, así tendré tiempo de planear una escapada contigo. Planear las cosas es parte de la diversión, ¿no crees?
–Sí, tienes razón. Pero ¿de verdad que estás de acuerdo en que me vaya?
–De verdad –le aseguró, antes de salir del coche.
Emily salió a su vez cuando él le abrió la puerta, y le puso una mano en la mejilla.
–Gracias por ser tan comprensivo.
–No sé por qué, pero me parece que voy a tener mucha práctica en eso –comentó él, en tono de broma.
Ella se echó a reír, y exclamó sonriente:
–¡Como si tú no pusieras a prueba mi paciencia de vez en cuando!
–Lo haré siempre que pueda, así no nos aburriremos.
Ella le miró a los ojos mientras permanecían parados en el jardín, bañados por la luz de luna que se filtraba entre los árboles.
–Me parece que tú y yo no vamos a tener nunca problemas de aburrimiento; de hecho, no me extrañaría que empezáramos a desear que lo nuestro no fuera tan excitante.
–Ni hablar –le aseguró, antes de besarla a conciencia; cuando el beso terminó con un suave suspiro, añadió–: Empiezo a darme cuenta de que esta excitación es justo lo que le faltaba a mi vida.
Ella se apretó contra su cuerpo y murmuró contra sus labios:
–Es un placer servirte de utilidad.
Estaba muy aliviada al ver que habían podido superar con éxito lo que habría podido convertirse en un primer escollo. Como era una cuestión que daba de lleno en el conflicto que habían tenido en el pasado, el hecho de que hubieran llegado a un entendimiento con tanta rapidez era halagüeño de cara al futuro de aquella relación.
Cuando entraron en la casa, Boone vio la luz parpadeante que indicaba que había un mensaje en el contestador automático. Si alguien quisiera decirle algo importante, lo más probable era que le llamara directamente al móvil, pero B.J. estaba en casa de un amigo y tenía que cerciorarse de que no hubiera surgido ningún imprevisto.
–Dame un momento para que escuche los mensajes que tengo en el contestador, Em –alargó la mano hacia el botón de reproducción, pero le indicó con un gesto el botellero y añadió–: ¿Por qué no abres una botella de vino?
–Vale. ¿Tinto, o blanco?
–Elige tú.
Había dos mensajes inconsecuentes que solo sirvieron para impacientarle, pero en el tercero oyó una voz que le resultaba muy familiar. Era la madre de Jenny, y estaba muy indignada.
–¡Boone! Acabo de hablar por teléfono con Caroline Watson. Ha ido a cenar hoy a tu restaurante, y me ha llamado para advertirme que estabas allí con esa dichosa mujer.
Él masculló una imprecación en voz baja, y notó que Emily se quedaba inmóvil a su espalda. Estuvo a punto de apagar el contestador, pero ella se acercó y le cubrió la mano con la suya antes de aconsejarle con calma:
–Sería mejor que escucharas todo el mensaje.
–No hace falta –le aseguró él, antes de darle al botón–. Jodie está en medio de una de sus rabietas, es mejor que no oigas sus comentarios. Cuando nos hemos parado a saludar a Caroline, tendría que haberme dado cuenta de que iba a llamarla cuanto antes. Jodie acaba por enterarse de todo lo que hago. Hay personas que parece que disfrutan avivando la animosidad que siente hacia mí, estoy acostumbrado.
–Pero yo no. Nunca me había considerado «la otra».
–¡No lo eres!, ¡Jodie no tiene derecho a hacer que te sientas así! En el fondo, tú no tienes nada que ver en esto. El problema lo tiene conmigo, nunca me consideró digno de su hija. Le sentó fatal que Jenny se casara conmigo, y me dejó claro en todo momento que estaba segura de que yo acabaría por hacerle daño a su hija tarde o temprano.
–¿Por qué?, tú no eras un zángano de dudosa reputación.
Boone sonrió al oír aquello, y admitió:
–Para ella, cualquier chico que se fijara en su hija era un zángano de dudosa reputación.
–Y en tu caso era aún peor por tu relación conmigo, ¿no?
–Toda la gente de la zona sabía lo enamorado que estaba de ti, para nadie fue un secreto que me quedé destrozado cuando me dejaste. Jenny y yo siempre habíamos tenido una amistad cordial, y empezamos a vernos con más frecuencia después de que te fueras. Yo sabía que ella estaba loca por mí y supongo que tendría que haberla mantenido a distancia, pero me lo puso muy difícil. Además, admito que necesitaba a alguien como ella… alguien sin complicaciones ni exigencias.
–¿Y Jodie cree que te aprovechaste de la vulnerabilidad de su hija?
–Sí, y en eso tiene toda la razón del mundo.
Ella le observó en silencio durante un largo momento antes de preguntar:
–¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez que fue Jenny la que se aprovechó de ti?
–¡Claro que no!
–¿Por qué no?, ¿porque ella era una mujer llena de dulzura y tú eres un tipo astuto?
–Sí, básicamente por eso.
–Por el amor de Dios, las mujeres también saben lo que se hacen. Cuando un hombre está sufriendo, cuando necesita tener a su lado a alguien sin complicaciones ni exigencias, se dan cuenta. No digo que Jenny no fuera una mujer maravillosa. Lo era… al menos, la Jenny que yo recuerdo. Solo digo que sabía lo que hacía cuando se propuso conquistarte; a mi modo de ver, si alguien se aprovechó de la situación, esa fue ella.
Aunque Boone se dio cuenta de que aquello tenía sentido, se negó a creerlo.
–Las cosas no fueron así.
–¿En qué sentido?
–Jenny era…
–¿Una mujer enamorada? Muchas mujeres han cometido locuras por amor, cosas descabelladas que seguro que a la mayoría de los hombres ni se les pasarían por la cabeza. Mira, yo solo digo que Jodie está siendo muy injusta al echarte toda la culpa a ti. Tanto Jenny como tú erais adultos, lo que hubo entre vosotros fue responsabilidad