Natalia Milanesio

El destape


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de ciudadanos sin afiliación o participación política con el objetivo de reconstruir la vida cotidiana bajo la dictadura. De este modo, los académicos comenzaron a estudiar la construcción de consenso después de un largo período centrado en el análisis de la represión.[12] Debido a la prominencia de estos temas de investigación, no existe todavía una historia de la sexualidad en la dictadura como un campo destacado y reconocible de la historia reciente, a pesar de algunos trabajos pioneros interesados en los medios de comunicación y la cultura, en las mujeres dentro de las organizaciones armadas y en la cultura gay durante los setenta. Esto me ha llevado a una reconstrucción minuciosa de diversos aspectos de la historia sexual de los años setenta para así poder contextualizar mi historia de la sexualidad en los ochenta.[13]

      El destape propone tácitamente preguntas sobre permanencias y cambios. En este sentido, un argumento importante es que el destape fue sinónimo de transformación. Durante la dictadura, los argentinos tenían sexo, hablaban de sexo y consumían productos culturales y mediáticos con contenido sexual diverso pero el sexo era social y culturalmente marginal, censurado, purgado y silenciado. Esto era consecuencia, en muchos casos, de una cultura sexual conservadora que precedía al régimen militar y que este adoptó y continuó como propia. En un contexto marcado por el miedo, la violencia y la incertidumbre, el sexo estaba imbuido de connotaciones negativas, alarmantes y oscuras o estaba ante todo asociado con responsabilidades políticas y sociales en detrimento de la subjetividad y el deseo. Para los adultos, el sexo era infantilizado y para los jóvenes era presentado como algo peligroso y vergonzoso. Para todos, pero en primer lugar para las mujeres, la sexualidad era objeto de control social, legal y cultural.

      Por el contrario, con el regreso de la democracia, el fin de la censura y el nuevo clima de libertad, el sexo capturó la imaginación social y se convirtió en la estrella indiscutida de la cultura popular. Esta fue una transformación cuantitativa y cualitativa que tuvo importantes consecuencias sociales: el sexo estaba en todos lados, y la cultura y la sociedad experimentaron niveles de explicitud sexual sin precedentes. La nueva franqueza y liberalidad sexual invadieron los medios, las calles, las escuelas, los hospitales, los talleres feministas, los consultorios de los sexólogos, las marchas y los dormitorios. La sociedad se erotizó y la sexualidad, omnipresente, adquirió una diversidad de significados positivos relacionados con la ciudadanía, el progreso social, el desarrollo nacional y la modernidad. La democracia liberó imágenes y discursos sexuales, politizó la sexualidad e incentivó y enmarcó la lucha por los derechos sexuales de mujeres y minorías sexuales. Así, la cultura sexual posdictadura se transformó en una poderosa metáfora de la democracia y de la reconstrucción de la sociedad argentina. De hecho, al crear, expresar y debatir sus ideas sobre sexualidad, distintos sectores sociales propusieron diferentes visiones para una nueva sociedad democrática.