Toni Ardá Suárez

Metodología de la enseñanza del fútbol


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       CAPÍTULO III LA ORGANIZACIÓN DEL JUEGO EN EL FÚTBOL A 5 (FÚTBOL SALA)

       1. El fútbol a 5

       a. Origen

       b. Reglamento y características fundamentales

       2. El fútbol a 5 como deporte segmentario

       3. Análisis de los elementos configuradores de la estructura funcional del fútbol a 5

       4. Características del jugador de fútbol a 5. El niño prebenjamín y benjamín

       CAPÍTULO IV La organización del juego en el fútbol a 7

       1. El fútbol a 7

       a. Origen

       b. Reglamento y características fundamentales

       2. El fútbol a 7 como deporte semifuncional

       3. Análisis de los elementos configuradores de la estructura funcional del fútbol a 7

       4. Características del jugador de fútbol a 7. El niño alevín e infantil

       5. Análisis comparativo de los reglamentos del fútbol a 5, a 7 y a 11, para categorías de base

       CAPÍTULO V La enseñanza del fútbol

       1. Introducción

       2. ¿Qué y cómo debemos enseñar?

       3. Fases en el proceso de enseñanza y aprendizaje del fútbol

       4. Pautas metodológicas en el proceso de iniciación

       5. Desarrollo y calidad del juego

       CAPÍTULO VI Modelo de aplicación práctica del proceso de enseñanza

       Fase l. Construcción de la relación con el balón y construcción del juego colectivo básico

       Fase II. De la enseñanza de la construcción del juego en presencia del adversario. La situación de 1 x 1

       Fase III. De la enseñanza de la construcción del juego en presencia de compañeros y adversarios. Del juego a dos al juego a tres

       Fase IV. De la enseñanza de la construcción del juego del equipo contra el equipo contrario en el centro del juego

       Fase V. De la enseñanza de la construcción del juego entre once

       CAPÍTULO VII La tarea y la sesión

       1. La tarea

       2. La sesión

       CAPÍTULO VIII Metodología básica de observación en fútbol (por María Teresa Anguera Argilaga)

       1. Introducción

       2. Observación sistemática de partidos

       3. Formación de observadores

       4. Referencias

       Referencias bibliográficas

       P RÓLOGO

      Antonio Ardá, más que estudioso, un entendido en fútbol, me pide que le prologue su último libro sobre este bello juego que él sabe vivir sin la pedantería excluyente y exclusiva de tanto profesor de INEF, que suele decir que de lo suyo es el que más sabe. Toni acepta cuerdamente que todo el mundo puede y debe hablar de fútbol y también lo afronta con la pasión artística de un Garrincha, por decir alguien que, al parecer, levantaba más que pasiones.

      La petición me parece sorprendente, y ahora diré porqué, pero tratándose de un amigo, y Toni lo es, no me queda más que cumplir con el dicho sobre la amistad:

      En eso estamos. Aquí estamos. Para eso estamos.

      Existe una anécdota que ya ha trascendido a categoría. Llegado Rubén Darío a Madrid para presentar sus cartas credenciales, se fue a ver a su amigo de café y mujerío Ricardo Baroja, para que le ilustrara con sus dibujos Coloquios de Centauros, y la respuesta defensiva de Ricardo Baroja fue:

      “Si yo soy dibujante callejero, ¿cómo voy a ilustrar un poema mitológico?” En el mismo brete me encuentro. Si soy amante del fútbol callejero, el que se juega con la cabeza de los pies, ¿cómo voy a prologar un manual de agarrar créditos bancarios en sus sucursales universitarias?

      Por dos razones entro al trapo. Una de ellas ya está expresada, la amistad. La otra, porque Toni, el profesor más inteligente que se esconde por el INEF de Galicia, le gusta el mismo fútbol alegre y abomina de los que venden el césped como si fuese una pizza, convirtiéndolo en un negocio vulgar y silvestre.

      Uno de esos días, que la placentera comida en el INEF, entre ojeadas a las turbadoras presencias de ángeles sólo visibles por los elegidos, nos lleva a gloriosas charlas de juegos y retrúecanos, le pregunté:

      –¿Cómo explicarías a un niño algo como la felicidad? –No se lo explicaría –me respondió rápido–, le lanzaría un balón para que jugara.

      Efectivamente, para quien no se empeñe en vivir en la ceguera, el balonpié no deja de ser un negocio industrializado, pero no podemos dejar de ver que es también una fiesta ofrecida a los espectadores y una alegría para los que lo juegan.

      El fútbol como juego no admite comparación, no sólo como espectáculo, sino como proceso educativo, como cuando muestra su efectividad en los ajustes sociales, en la integración y en la colaboración entre los niños y no tan niños; es una cantera de la imaginación, de la fantasía y de la creatividad; es un escape de tensiones que por algún lado deben salir, y dentro del juego, del fútbol también, todos acabamos aceptando nuestras limitaciones y admirando las virtudes del contrario. Y todo eso es así porque sus esencias son las del juego y no las del negocio en que lo han convertido. El fútbol estuvo en su primer siglo de vida al alcance de los desfavorecidos, de gentes, de niños que lo practicaban sin apenas recursos –pues no se necesitan muchos medios para jugar a este bendito entretenimiento–, que se entregaban a él con afán y obsesión lúdica. Esto se está acabando. La clásica noción del juego sigue existiendo, pero sólo como condición subsidiaria. Ahora las prioridades son de mercado. El jugador profesional pasó de ser una pieza de consumo y especulación, mientras que los demás sólo aspiran a imitarlos. No obstante, adjudicar la responsabilidad de la situación a las puntuales exigencias de un determinado jugador es obligar a no enfrentarse al problema. Lo podrido es el sistema. Son los que Eco llama el fútbol al cubo: políticos, prensa, presidentes, tecnócratas y hasta la Universidad de los que estimulan y envilecen el juego, por razones que no son ni sociales, ni educativas. Antes el fútbol pasaba por la magia, mientras que ahora sólo pasa por caja.

      El juego se ha convertido en un espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores: fútbol para mirar; el espectáculo se ha transformado en negocio, que no organiza para jugar sino para evitar que se juegue. La tecnocracia