Una menos. Solo debían quedarle unas quinientas más. ¿Cómo podía él comer con tantas ganas su lasaña? Fácil. No tenía el estómago lleno de mariposas revoloteando y no le dolía el corazón como a ella.
—Te lo advierto, James, si, como sospecho, quieres comprometerte tan aprisa para devolvérsela a Fiona, ya te puedes olvidar de mí. Encuentra a otra.
—No recuerdo haber hablado de compromisos. ¿Para qué si podemos estar casados en menos de tres semanas? Y deja a Fiona fuera de esto.
—No podemos hacer eso. Has dicho que no crees que el amor exista. Has estado saliendo con mujeres hermosas desde que puedo recordar, pero solo con Fiona quisiste sentar la cabeza y casarte. Debes amarla. Me puedo imaginar el dolor que sentiste cuando te rechazó, pero precipitarte al matrimonio con otra no hará que ese dolor desaparezca. Cuando superes lo de Fiona y recuperes el sentido te encontrarás atado a una esposa a la que no podrás amar. Y yo no querría ir por la vida de segundo plato.
—No sabes de lo que estás hablando.
James se dio cuenta de que ella estaba pensando en un matrimonio normal y no era eso lo que él había pensado. Si ella dejaba de hablar de Fiona durante cinco segundos, podría explicárselo.
Le rellenó la copa de vino y le contó lo que consideraba necesario de su compromiso roto.
—Eché un vistazo a mi estilo de vida y decidí que necesitaba una esposa. Fiona estaba disponible, era guapa y una muy buena anfitriona. Algo esencial, ya que, como sabes, con la casa heredé de mi padre a la señora Briggs. Está a punto de jubilarse y lleva bien las cosas rutinarias de la casa, pero no le puedo pedir que organice una cena para media docena de invitados, colegas de negocios, y sus esposas. Bueno, debes tener alguna idea de lo que te estoy hablando. Así que el matrimonio me pareció la respuesta. Pero no funcionó. Así que, de acuerdo, tal vez la experiencia me haya amargado y es por eso por lo que te estoy proponiendo un matrimonio de conveniencia. Por supuesto, solo de nombre. Una esposa puede hacer de parapeto y mantener apartadas a las demás aspirantes. Unas aspirantes que ya no me interesan.
Eso significaba que él seguía enamorado de Fiona y que su rechazo le había dolido. Sin duda mucho, ya que era la primera vez que lo rechazaban. Estaba afectado, y se le notaba en las ojeras y la sequedad de su boca. Quiso quitarle ese dolor, pero sabía que no podía.
Entonces le dijo:
—Puedo entender por qué te sientes así en este momento. Pero créeme, no durará. Las mujeres se arrojan a tus brazos y, en su momento, te sentirás tentado de aceptarlas. Eras un hombre muy sexy, James Carter.
Él parpadeó y Mattie trató de no sonreír. Casi parecía como si supiera de lo que estaba hablando. ¿Qué sabía ella de la lujuria? Nada.
—Mattie, si nos casamos, te prometo que dejaré de ligar. Tienes mi palabra.
Y lo decía muy en serio, las relaciones basadas en el sexo le habían causado más problemas que otra cosa.
Una vez dada su palabra, él nunca se echaba atrás y ella lo sabía muy bien. Así que, si se casaban, ella no tendría que preguntarse dónde estaba él o con quién si no volvía a casa por la noche. Aunque no tenía la menor intención de aceptar su propuesta.
Era impensable.
Dio otro sorbo a su copa y dijo:
—No has pensado en esto. Vas a querer tener hijos.
Él le sirvió lo que quedaba del vino en su copa vacía.
—Yo tenía diez años cuando me di cuenta de que, para mis padres, no era más que una molestia. Les pedía cosas que ellos eran incapaces de darme. Tiempo, cariño, amor… Me enviaron a un internado para quitarme de encima. Y durante las vacaciones estaba siempre con niñeras para que me cuidaran ellas. Si yo tenía preocupaciones, problemas, éxitos, mis padres no lo querían saber. Así que no, no quiero hijos. No estoy seguro de ser capaz de comprometerme tanto como se merece un niño. Puede que haya heredado de mis padres ese desinterés por ellos y no quisiera correr el riesgo.
—Oh.
Eso fue lo único que pudo decir Mattie. Deseó estrangular a los padres de James, pero no lo podía hacer porque ambos habían muerto hacía años en un accidente de aviación. Y deseó poder decirle que ella amaría a cualquier hijo suyo como si fuera lo más precioso del mundo, pero no pudo. Deseó decirle que ella le podía dar todo el amor y la devoción que sus padres le habían negado. Si él lo quería. Pero él no lo quería.
—No sabía eso. No sabía nada de tu infancia infeliz. Parecía como si tus padres y tú os llevarais bien.
—Cuando estábamos juntos, lo que no sucedía muy a menudo, éramos educados. Yo me adapté y aprendí a no mostrar mis sentimientos. De todas formas, no estamos hablando de mí. Solo te estaba explicando por qué no siento el menor deseo de tener hijos.
—¿Y a Fiona eso le pareció bien? ¡Aunque supongo que no querría destruir su fabulosa figura ni que un niño le vomitara encima de alguno de sus caros vestidos! ¿Y yo qué sacaría de ese matrimonio? —preguntó sintiéndose ya un poco afectada por el vino.
En cualquier momento se pondría sentimental y le soltaría cosas que podrían revelar sus verdaderos sentimientos hacia él. Ya tenía un gran nudo en la garganta.
—Mattie créeme. He pensado mucho en esto. Sería un acuerdo satisfactorio para los dos. Olvida lo de las fiestas, tú eres suficientemente brillante como para no tener problemas con eso, siempre lo has sido. Tengo un enorme respeto por tu inteligencia, por tu capacidad para el trabajo duro. No eres una aprovechada ni me tomarás por idiota, Tienes demasiada integridad para eso. Eras una compañía muy relajante y podemos hacer un gran equipo. Y con respecto a lo que puedes ganar tú con esto, tendrás mi apellido, mi protección y la seguridad de que las exigencias de tu trabajo siempre estarán por delante de tus obligaciones como mi esposa. Sé lo mucho que eso significa para ti. Tendrás una buena casa en una de las mejores zonas de Londres.
—¡Haces que parezca un perro abandonado que necesite que cuiden de él!
James suspiró.
—Estás más cerca de la verdad de lo que te puedes imaginar. Puede que tu padre no te lo haya dicho todavía, pero está decidido a vender la casa e irse a vivir a un piso en el pueblo. Y se va a llevar a la señora Flax. También anda diciendo que te va a pasar a ti sus acciones en la empresa para jubilarse por completo. Si nos casamos, tendrás una casa y el negocio seguirá en la familia.
Ella era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de lo razonable que era aquello.
—Afróntalo, Matts —continuó él—. Tienes veinticinco años y, por lo que yo sé, nunca has tenido una relación. Si tus ambiciones hubieran sido tener un marido y una familia, ya habrías hecho algo al respecto. Habrías salido más, cuidarías tu forma de vestir, harías las cosas que suelen hacer las mujeres, ya sabes, ir a la peluquería y maquillarse. Dicho eso, ¿qué tiene de malo que dos personas que se caen bien y se respetan hagan un equipo y formen una sociedad con éxito?
Mattie lo miró con los ojos muy abiertos. Se sentía como si, de repente, el suelo se hubiera desvanecido bajo sus pies y el matrimonio con James fuera una roca a la que se pudiera agarrar. Podía olvidarse de su astuto razonamiento que había tras el deseo de él de controlar el cincuenta por ciento de la empresa que tenía su padre, podía olvidar que él no la amaba y nunca lo haría. Eso lo podía soportar, tenía bastante práctica en ello.
Pero lo que no podía soportar era sentirse traicionada. Había creído que su padre, por lo menos, se daba cuenta de su valía, que la valoraba. Pero ni se había molestado en consultarla sobre su decisión de vender la casa de la familia y cederle sus acciones.
Le dolía de verdad.
Ella se había dado cuenta muy pronto de que había sido una desilusión para su madre. Era plana, fea y delgada. Y nada de lo que su madre le había hecho había logrado arreglarla y hacerla parecer bonita. Y se lo había dicho bastante a menudo. Cuando nació su precioso