Janet Ferguson

El sustituto


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 1999 Janet Ferguson

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      El sustituto, n.º 1095 - noviembre 2020

      Título original: The Locum at Larchwood

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-895-0

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      LA CLÍNICA estaba en un anexo de Larchwood, la casa del doctor John Burnett. Situada a bastante distancia de la carretera, en un espacioso terreno, se hallaba cerca del cruce que marcaba el comienzo de Melbridge, una pequeña pero creciente población cercana al Támesis.

      Había dos médicos a cargo de la clínica, John Burnett y su sobrina, Kate Burnett. Hasta hacía unos días, cuando el doctor John sufrió un accidente, todo había ido bien, sin contratiempos ni roces de ninguna clase entre ellos.

      «Debería haber imaginado que no duraría», pensó Kate, mientras miraba desde la ventana de su consulta el sendero que llevaba a la clínica.

      Estaban a finales de septiembre y eran casi las siete de la tarde de un día demasiado largo. Kate estaba cansada y también preocupada. A partir del lunes, Guy Shearer, hijastro de su tío John, se haría cargo de sustituir a éste en la clínica. Habría sido la última persona que ella habría elegido.

      En la sala de tratamientos, Sue, la enfermera, recogía y limpiaba todo lo utilizado en la última consulta. Era viernes, de manera que sólo faltaban dos días para que el moreno Guy empezara a desplegar su mandona personalidad en la clínica, pues era esa clase de hombre.

      Tras terminar con su tarea, Sue entró en la consulta de Kate para despedirse. Era de su misma edad, veintiocho años, estaba casada y tenía dos hijos.

      –¿Cómo es tu medio primo? –preguntó–. No me has comentado nada sobre él, y ya que va a estar aquí hasta Año Nuevo, me gustaría hacerme una idea de qué esperar.

      –Bueno… –Kate trató de ser justa–. Apenas lo conozco, Sue. Sólo nos hemos visto tres veces, y siempre ha estado la familia presente. Pero me temo que es bastante mandón y que le gusta hacer las cosas a su manera. Es un hombre grande, atractivo, corpulento, de espeso pelo negro.

      –¡Las pacientes estarán encantadas!

      Kate forzó una sonrisa.

      –Cierto.

      –¿Dónde ha estado trabajando? Creo recordar que mencionaste algo del extranjero.

      –En Mtanga, África del este. Ha ayudado a establecer una clínica allí, pero no ha querido firmar por otros tres años, de manera que vuelve a Inglaterra para una temporada.

      –¿Está casado?

      –No.

      –Intrigante –los oscuros ojos de Sue brillaron–. En cualquier caso, os veré a los dos el lunes –dijo, y, tras una risita, salió de la consulta.

      El taxi que había llevado a Guy Shearer desde el aeropuerto hacía tiempo que se había ido. Kate lo había visto llegar por la ventana hacía un par de horas. Imaginaba la excitación que habría en la casa. Su madre, Sylvia, estaría encantada ante la perspectiva de tenerlo en casa tres meses.

      «Supongo», pensó Kate, disponiéndose a salir, «que debería pasar por su casa a saludarlo. Habrá visto mi coche y sabrá que estoy aquí. Sería un poco grosero por mi parte irme sin dar señales de vida».

      Entró en el baño y se miró ansiosamente en el espejo. ¿Por qué no se habría llevado el lápiz de labios y el maquillaje para animar un poco su aspecto? Su reflejo mostraba cómo se sentía: cansada y totalmente vulgar. A pesar de todo, no podía quejarse de su pelo. Dorado como la miel, caía en una coleta justo por encima de sus hombros, y un flequillo casi rozaba sus cejas.

      Llevaba trabajando en Larchwood tres meses, desde que terminó su período de prácticas en Wiltshire y aprobó su examen final. Podría haberse quedado allí, pero prefirió no hacerlo. Pero cuando su ex novio, Mike, se fue a trabajar a los Estados Unidos y le dijo que quería terminar con su relación, sintió que necesitaba un cambio en su vida. Ya hacía un año que Mike se había ido, un año infeliz para Kate, pues en el transcurso de éste su padre murió de un ataque al corazón .

      Cuando fue al funeral, el doctor Burnett, que se hallaba sobrecargado de trabajo en la clínica, le propuso trabajar con él.

      –Necesito otro médico