relaciones de pareja, edad, historias de parto, lactancia y crianza… Pero tienen algo en común: el haber querido participar en este libro, el haberse desnudado por dentro y por fuera.
En este proyecto cuento también la fotohistoria de mi maternidad, que comenzó en el 2011 con mi primera foto de guerrera embarazada, en la que mi instrumento era la cámara fotográfica. En el 2015 me realicé mi segunda foto embarazada, y elegí un tambor, símbolo para mí del ritual, del círculo de mujeres que cierra este ciclo. La mayoría de las fotografías que forman parte de mi fotohistoria son autorretratos tomados con disparador automático, pero también hay muchos retratos tomados por mi pareja, Silvio Garabello Uruss.
He sido la acompañante familiar de muchas de estas mujeres, que son hermanas, amigas, y sobre todo, compañeras de viaje. He tenido la suerte de estar presente en los nacimientos de Leo, Óliver y Enzo, con lo que pude tomar fotografías de sus primeros momentos y compartir el regalo de su llegada a este mundo con sus padres. Con este proyecto estas mujeres quedan unidas, cada una con su piececita, con su historia que aportar, formando un puzle nuevo.
La observación es mi instrumento en la vida. Me observo a mí y observo a los demás. Suelo hacerlo con una cámara en la mano, pero también sin ella. He sido profesora de fotografía artística durante más de 10 años, y esto me ha permitido observar y reflexionar con personas muy distintas. Entre otros lugares, estuve trabajando en las Escuelas de Arte de Andalucía con estudiantes de fotografía artística profesional, en las Villas Miseria en Buenos Aires (Argentina) con adolescentes en situación de riesgo, en los campos de refugiados saharauis de Tindouf (Argelia) con mujeres musulmanas, cerca de Granada en un centro de día con personas con discapacidad y en el Instituto de la Mujer con mujeres que han sufrido violencia de género. En todos los casos hemos utilizado la fotografía artística como medio de autoconocimiento y de expresión. Y así descubrí el poder sanador de las imágenes, cómo las fotografías actúan a un nivel intuitivo que nos permite conectarnos con partes más profundas de nosotros mismos.
Me apasiona especialmente el mundo de la familia y de las relaciones, y como retratista me gusta ir más allá de la imagen, mirar la historia que hay detrás, construirla con la persona que aparece. Con mi tesis doctoral sobre “Autorretrato Fotográfico e Identidad” observé la construcción de la identidad a través de la fotografía en zonas y culturas distintas. Eran fotografías de autorretrato, tomadas por los protagonistas de las historias, por lo que se trataba de su propia visión sobre sí mismos. Cuando fui madre, mi principal foco de interés fue el cambio que experimentan las familias cuando hay un nacimiento, observando además cómo la identidad familiar se ha transformado en las últimas generaciones. Así que me formé en distintos tipos de técnicas artísticas terapéuticas (principalmente visuales) que permiten realizar un acompañamiento emocional a las familias cuando hay un cambio o ampliación de identidad, en este caso el nacimiento y la maternidad.
Antiguamente no se hablaba de acompañamiento emocional en la maternidad, no era necesario. En parte porque ya existía cierto apoyo familiar que lo compensaba: las mujeres se acompañaban unas a otras en todos los procesos de cambio, en embarazo, parto y crianza, de una manera sencilla y natural, sin necesidad de tanto intelecto. Y en parte porque les tocaba preocuparse de la subsistencia material y de sobrevivir a las guerras violentas. Las que formamos parte de esta época, sociedad y cultura, ya contamos en principio con esa supervivencia material y física. Podemos ocuparnos (a las que nos interese) de hacer una limpieza emocional y psicológica de nuestro árbol familiar. Esto significa construir nuestra propia vida a nuestra manera. Significa conocer lo que han hecho los anteriores y decidir qué cosas nos quedamos y qué no. Una de tantas formas de hacerlo es a través de imágenes artísticas. Fotografía, imágenes mentales (por medio de visualizaciones) y dibujo: son algunos de los instrumentos que yo utilizo cuando realizo acompañamientos.
Un método fotográfico para observar los cambios en la identidad familiar es la “Fotobiografía”, desarrollado por la profesora y psicóloga Fina Sanz. Se toman las fotografías del álbum familiar, desde nuestros antepasados hasta la actualidad, y reflexionamos sobre las actitudes y poses de las personas que aparecen. Se pueden intuir tipos de relaciones entre las personas: personas que no se miran ni se tocan, otras que no aparecen, otras que se abrazan continuamente. Además de observar las relaciones entre las personas, se organiza la propia historia de vida, se ordena y se observan los huecos o ausencias en distintas etapas, qué fotos han sido seleccionadas y cuáles no, y por qué, qué emociones nos provocan, qué momentos estábamos viviendo, etc. También a través de las fotos enmarcadas en casa podemos hacer una reflexión. Madres que tienen más fotos de un hijo que de otro, personas que no aparecen, personas que siguen vivas pero no hay fotos suyas actuales… O en nuestros teléfonos móviles, qué fotografías usamos y compartimos más a menudo, cuáles borramos…
Tras reflexionar y analizar las relaciones familiares tal y como aparecen en nuestros álbumes familiares, en las fotos enmarcadas en casa o en los teléfonos móviles, podemos re-interpretar o rehacer estas fotos. Miramos qué pasa y hacemos una nueva foto. Puede tratarse de una foto de nuestra nueva identidad familiar: la nueva familia al completo, padres y bebé; e incluir en ella a las familias de origen: abuelos y bisabuelos si los hay, o las personas importantes y cercanas a nosotros. También podemos rehacer fotos de nuestras bisabuelas, abuelas y madres, imitándolas en momentos de embarazo, lactancia o crianza. Así comparamos los cambios y reflexionamos sobre los rasgos que conservamos de ellas y nuestras nuevas aportaciones.
Otras técnicas artístico-terapéuticas que utilizo son la visualización y el dibujo. En la visualización nos relajamos y podemos entrar en un estado menos mental, más intuitivo, que nos permite acceder a nuestros deseos y expectativas más profundas de las que no siempre somos conscientes. Después solemos hacer un dibujo que refleje lo que hemos visto y sentido. Este dibujo podemos interpretarlo, analizarlo y sacar conclusiones que nos ayuden en el proceso que se está viviendo. Por ejemplo, las parejas que están esperando un bebé dibujan cómo imaginan el momento del parto y así observamos qué expectativas tienen tanto uno como otro.
Pueden dibujarse a solas, con la pareja muy cerca o más lejos, con una amiga, con su madre, con los hijos mayores, en el hospital, en casa o con un paisaje o elementos de la naturaleza que simbolizan sus ideas sobre el parto... De esta manera también se observa y se trabaja la comunicación en la pareja, si sus expectativas coinciden o si son muy distintas, se busca el acercamiento y la conciliación, escuchando las versiones de ambos. El objetivo es minimizar las expectativas, estar abiertos a lo que pueda suceder, aceptando la realidad del momento en el que se está y ser muy prácticos.
También tomamos consciencia de los recursos emotivos con los que contamos, además de los materiales. En el embarazo (de manera individual o en pareja) se prepara una especie de maleta emocional en la que agrupamos distintos factores: las personas que nos acompañan y nos sirven de guía (familiares, amigos y personas de referencia); música, voz y sonidos; paisajes o lugares especiales; olores, sabores y sensaciones que evocándolas nos permiten sentirnos fuertes y relajados a la vez.
Algunos acompañamientos tienen un carácter más práctico y, aunque haya una base emocional, no tenemos porqué dedicarnos a mirar toda la historia familiar o utilizar técnicas visuales terapéuticas. No soy partidaria de las catarsis ni de complicarse la vida, y menos en el embarazo o crianza, donde ya hay suficientes exigencias del exterior como para buscar otras internas. En este momento más que nunca