detalles que creaban algo de confusión.
La confusión se debió al hecho de que hace mucho tiempo, en los tiempos del cónsul Flaminio, los romanos habían creado una defensa compuesta por tres líneas defensivas dispuestas una detrás de la otra, como indicaba la técnica militar de la época, para cerrar el paso nada menos que al cartaginés, o púnico, Aníbal,12 que había atravesado los Alpes con sus tropas y algunos elefantes y podía descender hacia Roma pasando por la vía Flaminia, que acababa de construirse unos pocos años antes, llamada por el pueblo Roman-Dia y también Roman-Via, que significaba Travesía Romana o Vía a Roma, si así os parece.
De esos términos derivaron después los nombres Romània, Romandiola y la actual Romaña.
La última línea defensiva del Rubicón se trazó casi toda sobre el río que hoy se llama Uso.
Las otras dos líneas del Rubicón eran: una sobre el río Pressatellum, hoy llamado Pisciatello, y la otra sobre el río hoy llamado Fiumicino. Y probablemente ambas, si no las tres, estaban conectadas mediante canales y compuertas hidráulicas con las fuentes montañosas del Urgon, otro río cuyo nombre los historiadores creen que significaba Rubicón en dialecto romañolo, pero que en etrusco significaba algo muy distinto, como leeréis más delante.13
Bastantes millas de esa frontera sobre el río Uso estaban cerradas por una hilera de altas estacas y tablas de madera engarzadas mediante hierros y abrazaderas metálicas y, hasta 1750, todavía existían restos de esas empalizadas sobre las orillas del río Uso, hasta el punto de que los campesinos del lugar solían tomarlos para fabricar aperos agrícolas.
Si pensáis que una obra de este tipo sería bastante grande o imposible para los romanos, deberíais saber que Craso, triunviro contemporáneo de César, hizo en torno al año 70 a.C. una obra similar, dividiendo en dos la Calabria, desde la costa del Tirreno al Jónico, como una empalizada de cuatro metros de alto, para aislar la revuelta de Espartaco y sus gladiadores rebeldes que se habían refugiado en el Aspromonte.
Además, el Rubicón tenía piedras y arenas coloreadas de rojo sobre el río Uso que hoy ya no existen, pero que hasta el siglo XVIII todavía existían, como los historiadores académicos de la época refirieron y discutieron durante mucho tiempo, llegando a suponer que habían sido los romanos los que las habían coloreado de rojo para que se supiera que aquello era el Rubicón.
Sin embargo, no eran realmente piedras y arenas coloreadas a propósito de rojo por los romanos, sino el pigmento rojo púrpura caído al suelo que en su momento coloreaba la empalizada de madera y que poco a poco se fue desprendiendo por las lluvias y las riadas, a medida que pasaba el tiempo y se descomponía la madera de dicha empalizada.
Además, el Rubicón podía acrecentarse abriendo diques y canales de agua de las montañas de las fuentes del Urgon y tenía bordes escarpados levantados artificialmente14 para hundir en el lodo los ataques de quien intentara atravesarlo a pie y a caballo, por no hablar de los elefantes de Aníbal.
A las tierras donde se encontraba el Rubicón se las llamó Roman-dia, diámetro, entorno o área romana, porque servían a las legiones para atravesar o estacionar unidades enteras de legionarios antes de entrar en territorio romano o para reconstituir nuevas legiones, entre veteranos y personajes a la espera de enrolarse que estaban en los parajes antes de marchar hacia el norte o las Galias.
Por eso, cuando alguien dice que la Romaña siempre ha sido una tierra alegre y hospitalaria, llena de fiestas y diversión, está diciendo la verdad, porque también lo era entonces, como lo fueron todas las tierras de frontera, donde los legionarios de diversos lugares dejaban las armas, recogían su estipendio y se dedicaban a fiestas y ocios diversos, mientras esperaban nuevos reclutamientos y reemplazos.
Y tal vez tampoco sea casual que desde hace siglos muchos ciudadanos germánicos y del norte de Europa continúen viniendo a la Romaña para sus vacaciones y la consideren como una segunda patria, pero eso que lo averigüe otro.
Continúa el diálogo de César y Hortensio
—Debes saber que, como Pompeyo está haciendo con nosotros, también Gayo Flaminio se desplegó en el Puniceus Rubicon en formación de defensa cuando se puso a esperar la llegada de Aníbal —dijo César a Hortensio mientras continuaban atravesando la Romaña.
—¿Y cómo acabaron las cosas entre Flaminio y Aníbal? —preguntó Hortensio.
—Acabaron mal. El tribuno Flaminio era bueno como constructor y político, pero algo menos como militar. Primero construyó la vía Flaminia y luego, usando los mismos ingenieros militares, creó una espléndida línea defensiva contra Aníbal. Pero cometió un feo error estratégico y tuvo un mal fin.
—¿Qué error cometió?
—Cuando algunas unidades de Aníbal llegaron de avanzada delante del Rubicón, vieron las líneas bien organizadas y las defensas que les cortaban el camino hacia Roma. Así que decidieron evitar un encuentro desventajoso y cruzar los Apeninos, desviándose de Cesena a Sassinia y Balneum, continuando luego por Arretium en el valle del Tíber,15 mientras el grueso del ejército de Aníbal pasaba por los montes cerca de Módena y se reunía con las unidades avanzadas.
—¿Y luego?
—Flaminio se sintió engañado y cometió el error de salir con sus tropas del Rubicón y se puso a perseguir a Aníbal por los Apeninos. Fue un grave error táctico, porque Aníbal, al haber cruzado sus tropas los Alpes, era en esos senderos montañosos tácticamente superior, mientras que las legiones de Flaminio habían sido entrenadas y estaban acostumbradas a guardar un puesto y a marchar y maniobrar en formación compacta por caminos llanos y anchos —explicó César.
—¿Y cómo acabaron las cosas? —preguntó Hortensio.
—Acabaron muy mal. Flaminio se puso a perseguir a Aníbal, que lo atrajo a un paso largo y estrecho, donde de un lado estaban los montes y del otro el lago Trasimeno, lo que les impedía maniobrar.
»Mientras Aníbal fingía huir, había hecho subir su caballería sobre las montañas para esperar a las tropas romanas y así, cuando llegó Flaminio, se vio sorprendido por dicha caballería de Aníbal, que empezó a lanzar rodando grandes rocas sobre la formación romana, la rompió y luego cayeron sobre ellos a caballo aprovechando la fuerza y la velocidad del descenso de las montañas para cargar sobre ellos y arrollarlos.
»Al mismo tiempo, una parte del ejército de Aníbal, que fingía huir, se dio la vuelta y fue al encuentro del ejército romano para acabar con él en combate hombre a hombre. Murieron millares de romanos, incluido Flaminio —explicó César.
—¿Cómo es posible que Flaminio cometiera un error táctico de ese calibre? —preguntó Hortensio.
—No lo sé. Probablemente fue el senado de Roma que, preso del temor, ordenó a Flaminio salir del Rubicón para unirse a las legiones de otro cónsul que esperaba a Aníbal antes de Roma, para luego atacarlos juntos en campo abierto.
»Sin embargo, Flaminio, durante la marcha, alcanzó mucho antes al ejército de Aníbal y se puso a acosarlo de cerca, lo que es muy peligroso de hacer mientras se está en movimiento en espacios y caminos estrechos, por los contraataques y las maniobras que puede realizar el adversario que tienes delante.
—¿Qué contraataques?
—Vamos, comandante Hortensio. Contraataques del tipo pararse por sorpresa, darse la vuelta y prepararse rápidamente para la batalla y esperar al ejército enemigo que, al continuar avanzando velozmente, cae solo en tus manos, con su vanguardia empujada por las unidades que vienen después, que avanzan y se estrellan veloces sin ni siquiera saber qué pasa en la cabeza —César sonrió por haber visto y realizado juegos tácticos de ese estilo durante las campañas militares en las Galias.
—Ingenioso. ¿Qué habrías hecho en su lugar, César?
—El senado debería haber ordenado a Flaminio solo