Detlev Brüggemann

Fútbol


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distintas capacidades de un hombre en todos los terrenos, también para el juego del fútbol, se adquieren y se consolidan con especial facilidad, velocidad e intensidad en diferentes fases de edad, sobre la base de unas condiciones particularmente favorables de desarrollo, esto es, de aprendizaje. Para ello, se requiere que las oportunidades de aprendizaje de que disponen niños y jóvenes sean suficientes, adecuadas y variadas. Los objetivos del entrenamiento deben por tanto orientarse, según los años, hacia estas condiciones de aprendizaje propicias que se dan en las distintas etapas del desarrollo. Un control riguroso de las capacidades individuales ya adquiridas por sus jugadores permite al entrenador de fútbol base organizar sus objetivos de entrenamiento sobre la base de dichas capacidades. Este control no debería consistir en un examen de determinadas secuencias motoras, sino en la observación del tipo y calidad de las acciones de juego de cada uno, para poder plantear las correspondientes tareas de entrenamiento, adecuadas al estado de desarrollo y rendimiento. Esta “revisión de la capacidad” se ha de efectuar más bien en los ámbitos del control de la actividad muscular y ocular, de la percepción temporal y espacial, de la relación con el propio cuerpo (“experiencia de una parte o de todo el cuerpo”), de los rendimientos de coordinación complejos y de la capacidad y experiencia de juego del individuo. En el marco de este tipo de análisis del estado de rendimiento momentáneo de un jugador joven, las respuestas a las siguientes preguntas –a modo de ejemplo– pueden dar pistas para clasificar al jugador en uno de los niveles de formación básicos:

       Control ocular:

      –“¿Observa el jugador su entorno cuando tiene el balón?”

      –“¿En qué medida está asentado el control del tiempo del jugador durante los balones aéreos largos?”

       Percepción temporal:

      –“¿Calcula correctamente el jugador la velocidad del balón y del contrario?” Percepción espacial:

      –“¿Engloba el jugador espacios de juego grandes en la propia acción de juego?” Coordinación:

      –“El toque del jugador con el balón, ¿tiene lugar de forma controlada bajo presión de tiempo?”

       Experiencia del cuerpo:

      –“Después de caer al suelo, ¿se pone el jugador rápidamente de pie, con los ojos y el cuerpo listos para el juego?”

       Experiencia de juego:

      –“¿Reconoce el jugador la situación de juego correcta y rápidamente, y actúa con la correspondiente reflexión (siguiendo el plan o la táctica)?”

       Capacidad de juego:

      –“Con sus acciones de juego, ¿piensa el jugador con uno o varios pases de antelación?” (p. ej., ¿qué hace inmediatamente después de pasar el balón?).

      Los contenidos y medidas de entrenamiento en cada nivel formativo se establecen según las condiciones particulares de aprendizaje para cada capacidad, deducidas a partir del desarrollo natural del niño y del joven. Así, el niño debería vivir su incorporación al juego a partir de la edad preescolar (4 años de edad aprox.) con el desarrollo y el asentamiento de experiencias motoras y de juego (capacidad de juego) en sus primeros 3-4 años de fútbol. La capacidad y experiencia de juego constituyen los fundamentos del jugador de fútbol creativo y con iniciativa autónoma en la edad del rendimiento. Las capacidades de coordinación y de técnica de juego, y con ellas el comportamiento táctico individual y de grupo, se aprenden con especial velocidad e intensidad a partir de los 9 años de edad y hasta el inicio de los cambios de la pubertad. El entrenador garantiza que haya una diferencia decisiva entre la formación básica y el entrenamiento de base. Dirigiendo, en el entrenamiento de base, el asentamiento y perfeccionamiento sistemáticos de las capacidades técnicas y tácticas adquiridas “por propia iniciativa”, asegura al niño, en sus primeros años de fútbol, una formación de base en la que puede realizar sus experiencias propias y vivir el juego del fútbol –y el mundo de fantasía que éste trae consigo– como algo “sin consecuencias”. La acción y el resultado no acarrean consecuencias del mundo de los adultos (p. ej., la valoración del triunfo; reacción ante un fracaso, etc.). El entrenador observa, pero no interviene corrigiendo ni dirige en función de un objetivo. Dado que la motivación para la mejora del rendimiento, y muchas capacidades y cualidades decisivas para el rendimiento se construyen y asientan a partir de esta época de fútbol “despreocupado”, la “invasión” precoz del adulto en el juego del niño y en su mundo de vivencias tendría unos efectos limitadores, perjudiciales a largo plazo, sobre el desarrollo de la personalidad y, por tanto, de la capacidad de rendimiento deportivo. Las capacidades de la condición física no aparecen en primer plano, de forma entrenable, hasta las edades juveniles tardías.

      La introducción del joven futbolista en las exigencias técnicas, tácticas y de condición física propias del deporte de rendimiento en la edad adulta se realiza, con el apoyo de las condiciones de aprendizaje propias de esta etapa del desarrollo, con pequeños pasos, mediante el cambio de los factores espaciales y temporales, esto es, del entorno del jugador, y en último término también de los factores de la condición física.

      Los espacios de juego y entrenamiento se reducen o se añaden, se activan contrarios para incrementar la presión de tiempo y se aumentan, en la etapa de la transición biológica hacia la edad adulta, también los tiempos de carga (aplicación controlada de capacidades con fatiga progresiva). Entendido de esta manera el principio, tanto el benjamín como el cadete de 16 años ejercitarán la consecución de un gol después de un regate, y tanto el jugador de 12 años como el juvenil de 17 años entrenarán la pared con un compañero. La diferencia en el entrenamiento radica en las condiciones (márgenes, presión de tiempo, entorno) en las que hay que realizar cada tarea de entrenamiento. Con la modificación de estas condiciones se va llevando al jugador progresivamente –en función de sus capacidades– al nivel de competición del fútbol de alto rendimiento. En este proceso metodológico, planificado a largo plazo, se ha de procurar que el “resultado” de las habilidades técnicas, esto es, la precisión adquirida y la habilidad en su aplicación, no desaparezcan en ningún caso bajo estas condiciones modificadas.

      En los siguientes capítulos prácticos se escogerán las formas de entrenamiento sobre la base de este esquema de formación, estructurado a largo plazo y adecuado a la etapa del desarrollo del niño y del joven. En este sentido, el partidillo reviste una importancia fundamental para el entrenamiento de niños y jóvenes.

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       Figura 6. Juego “sin consecuencias” del fútbol por parte de los niños.

      2. Principios generales de entrenamiento

       Antes del entrenamiento y del juego el cuerpo debería estar preparado para el elevado desgaste que le espera (calentamiento).

       En el entrenamiento alternan constantemente las tareas con carga elevada y los ejercicios de recuperación, en una relación equilibrada.

       Desde el inicio del crecimiento en longitud acelerado, los ejercicios gimnásticos resultan importantes e imprescindibles para mantener la capacidad de estiramiento muscular.

       El entrenamiento frecuente y regular a lo largo de la semana garantiza mejoras continuadas del rendimiento.

       Las tareas de entrenamiento se establecen en función del estado individual de desarrollo y del rendimiento.

      Por entrenamiento entendemos una serie de medidas planificadas e intencionales que tienen como finalidad crear, mejorar y mantener en su nivel las habilidades y capacidades necesarias para un rendimiento deportivo. Los objetivos del entrenamiento pueden ser, por tanto, la preparación del deportista para la máxima capacidad de rendimiento