que te encanta hacer de casamentera –le espetó Chris–. Pero… sin embargo, no creo que te guste mucho la institución del matrimonio después de lo que acabas de pasar, así que, confiesa, ¿qué es lo que estás tramando, primita?
–¡Qué gusto que me llames así? Vosotros tres sois los únicos que lo hacéis.
–¿Es que tus padres no te han mimado lo suficiente? –preguntó Chris intrigado.
–Últimamente apenas los veo: papá está muy liado con los asuntos de la ópera y sus galerías de arte; y ya he perdido la cuenta de las asociaciones de caridad que preside mamá. Ni siquiera cuando estoy en París los veo.
–¡Pobrecita! –se mofó Chris cariñosamente.
Ella se echó a reír despreocupadamente, pero lo que le había dicho era cierto. Cuando se separó de su marido y necesitó el cariño de su familia, sus padres le habían dado la espalda: su padre no hizo el menor comentario, mientras que su madre se enfadó terriblemente con ella, insistiéndole además para que volviera con Paolo. En aquel entonces, Chris estaba en Australia y Lennox en Madeira, por lo que sólo pudo acudir en busca de apoyo a su abuelo y a Calum el Joven. Fueron los únicos que la consolaron en aquellas amargas horas. Les estaría eternamente agradecida por su comprensión, y por eso, además, evitaría con todas sus fuerzas que nada ni nadie les hiciera daño.
Decidió que lo mejor sería exponer abiertamente a Chris sus sospechas sobre Tiffany, antes de que sucediera nada irremediable.
–¿No crees que Tiffany puede ser la intrusa de la fiesta? –le preguntó.
–¿Eso crees tú?
Aunque le molestó que su primo eludiera la pregunta, procuró disimularlo.
–Sí –admitió abiertamente–. Pienso que lo mejor que podemos hacer es obligarla a que nos dé una explicación –dijo, y se puso en pie con determinación, pero antes de que pudiera dar un paso, Chris la detuvo.
–No, no vas a hacer eso.
–Pero si ella…
–Puede que sea completamente inocente.
–¿Eso crees de verdad? No sabemos nada de ella. ¿Es que acaso a ti te ha dicho algo? –insistió.
–Me dijo que trabaja en Oporto, en el distrito financiero.
–¿En qué empresa?
–No me lo dijo.
–No había ninguna invitación a su nombre, estoy segura.
–No: me dijo que se la había dado un compañero de la empresa que no pudo venir.
–Puede que sea cierto, pero sigo opinando que lo mejor sería preguntárselo.
–No –volvió a oponerse Chris con firmeza–. Deja que pase un poco de tiempo, espera a ver qué ocurre.
–¿Y qué hacemos si consigue engatusar a Calum?
–Ya veremos.
–Pe… pero yo creía que a ti también te gustaba.
Chris esbozó una sonrisa que más bien parecía una mueca.
–Puede que Tiffany sea la intrusa, incluso que esté urdiendo algún plan. Pero, ¿no te parece divertido intentar adivinar de qué se trata? Nos limitaremos a observarla, sin hacerle ninguna pregunta que pudiera ponerla en guardia.
Francesca se le quedó mirando, sorprendida: nunca hubiera adivinado que su primo pudiera ser tan astuto. Dudó por un momento, pero al fin se dejó vencer por la curiosidad.
–De acuerdo: vigilaremos… y esperaremos…
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