llegar a automatizarlo y ser capaz de realizarlo sin pensar. Si se acuerda de cuando aprendió a conducir, seguro que recordará perfectamente lo difícil que resultaba dar gas, frenar, cambiar de marcha y controlar el volante al mismo tiempo, coordinando los diferentes movimientos. Después de haberlo aprendido y practicado muchas veces, es capaz de conducir escuchando la radio o conversando tranquilamente con otra persona, puesto que ha llegado un momento en que todos los movimientos se han automatizado y es capaz de ejecutarlos correctamente sin problemas.
La automatización de los movimientos, un proceso del aprendizaje motor, constituye la base para superar exigencias mucho más complejas. Pero debemos tener en cuenta que los patrones de movimiento automatizados con errores o de forma ineficaz pueden llegar a ser perjudiciales para la salud a largo plazo y, por lo tanto, deben ser modificados.
Si consideramos las actividades de nuestra vida cotidiana, con múltiples tareas a realizar, ya sea en el trabajo, en casa o durante nuestro tiempo libre, nos daremos cuenta rápidamente de la importancia de la coordinación.
Tanto para las personas jóvenes como para las personas mayores, la circulación por las calles de una ciudad representa diariamente un reto para la coordinación, ya sea como conductor, como ciclista o como peatón. Los riesgos que conlleva esta situación, por ejemplo al cruzar una calle o al pasar por un cruce, al subir o bajar de los medios de transporte públicos o al orientarse en un entorno desconocido, se verán reducidos si se dispone de una buena capacidad de reacción, de anticipación, de acoplamiento, de orientación y de ritmo.
La realización de diversas actividades simultáneamente implica la combinación de diversos movimientos parciales. Por ejemplo, cuando estamos paseando y empieza a llover y tenemos la reacción de abrocharnos la chaqueta, desplegar nuestro paraguas y acelerar la marcha. Acciones de este tipo se repiten durante todo el día.
La capacidad de equilibrio en particular, que nos retorna siempre hacia la línea de gravedad, implica simultáneamente la mejora de la coordinación intra e intermuscular durante el aprendizaje. Gestos como el simple vestirse estando de pie entrenan simultáneamente la propiocepción y el equilibrio. Éste es indispensable para realizar cualquier acción, al movernos sobre diferentes superficies, al subir escaleras o al sujetar o transportar objetos, por citar algunos ejemplos.
El aprendizaje, la estimulación y el mantenimiento de todos los aspectos de la coordinación son necesarios para mantener cierta calidad de vida y para incorporar actividades nuevas.
Es posible alcanzar movimientos armónicos, con los que economizaremos fuerzas, cuando los siguientes aspectos de los movimientos:
• ritmo
• acoplamiento
• amplitud
• fuerza
• precisión
• fluidez
se mantengan en una relación equilibrada.
La capacidad de regular los movimientos de forma precisa, de coordinar los movimientos cuando deben ser rápidos y de adaptarse adecuadamente a una situación motora determinada también son muy importantes. La coordinación define la capacidad de reaccionar de forma segura y económica ante las diversas situaciones sin perder la estabilidad articular ni el equilibrio corporal y es, por lo tanto, imprescindible para la realización de las actividades de la vida diaria.
¿Qué es la propiocepción?
La propiocepción es uno de los factores de la coordinación. Comprende el equilibrio y la capacidad de adaptación y de reacción. También denominada sensibilidad profunda, la propiocepción permite la orientación del cuerpo en el espacio mediante la percepción de la posición y el movimiento de nuestras articulaciones.
La articulación como unidad básica del aparato locomotor debe:
• mantener una posición determinada con la ayuda de las estructuras de sostén.
• ser capaz de modificar la posición y la postura con la ayuda de las estructuras motrices responsables de que podamos alcanzar el movimiento deseado.
Cuando no estamos sometidos a la fuerza de aceleración, el cuerpo erguido se encuentra alineado sobre su centro de gravedad.
Para alcanzar este estado se deben neutralizar todas las fuerzas que actúan sobre el cuerpo mediante una fuerza contraria. La estabilidad de un cuerpo viene determinada por la localización de su centro de gravedad en relación con su superficie de sustentación. La línea de la gravedad en posición erguida discurre por las articulaciones de los hombros, de la rodilla y del tobillo, y cae en el centro de la superficie de sustentación. Cuanto más nos alejemos de esta posición, mayor será la fuerza muscular necesaria para regresar a la posición equilibrada.
Figura 3. Posición normal del cuerpo (plomada).
En una situación normal, el hombre quiere y debe moverse. Para hacerlo necesita distintos circuitos reguladores, que informan primero del estado actual de las articulaciones y de la musculatura correspondiente mediante los receptores, llevando esta información hacia un centro regulador, a diferentes niveles espinales. Allí llega la información de la posición actual de las articulaciones y es comparada con los valores de referencia del sistema nervioso central para la posición y el movimiento, y se envía la corrección correspondiente a la articulación y la musculatura, donde se enviará de nuevo el estado actual hacia la central. De este modo se pueden corregir de forma refleja las modificaciones del aparato locomotor causadas por fenómenos externos que influyen negativamente en la función articular. Los valores de referencia de la unidad funcional articulación-músculo están predeterminados por los patrones de movimiento innatos y adquiridos.
Por lo tanto, la regulación del aparato locomotor se realiza mediante una combinación de:
• la programación central y
• la regulación refleja periférica, que permite la adaptación de los patrones de movimiento básicos a las exigencias del momento.
Los receptores de la propiocepción están situados en músculos, articulaciones, tendones y en la piel.
Nuestra marcha erguida es posible gracias a la interacción de los sentidos cinestésico y postural. Las informaciones necesarias provienen esencialmente del órgano vestibular –órgano del equilibrio– situado en el oído interno. Estas informaciones son completadas por el sistema visual y el sistema propioceptivo. Cuando tropezamos, por ejemplo, la acción conjunta del órgano vestibular y de los propioceptores desempeña un papel muy importante. Antes de que la situación sea registrada conscientemente, ya ha tenido lugar una reacción motora opuesta que evita la caída, puesto que en el oído interno se encuentran localizados los receptores de la aceleración.
Figura 4. La propiocepción con sus sistemas sensitivos
Nuestros órganos sensitivos captan miles de informaciones cada segundo, pero no todas ellas son registradas conscientemente. Cuando un estímulo se presenta con una intensidad determinada de forma constante, deja de ser registrado por la mayoría de receptores al cabo de cierto tiempo, como mecanismo de protección ante una hiperestimulación. Pero cualquier nueva modificación será registrada.
El control del movimiento se produce gracias a la combinación de impulsos activadores e inhibidores dirigidos a la musculatura y provenientes del sistema nervioso central.
De forma resumida, podemos afirmar que la propiocepción forma la base del control motor de forma general y de la capacidad