Jorge Enrique Esguerra Leongómez

Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales


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gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, hacia 1504, al pretender hacer por primera vez de la factoría una colonia gobernada por cabildos municipales, fundó ciudades y villas conforme al modelo del municipio castellano, (Salcedo, 1996, p. 24). Nicolás de Ovando, como militar comendador de la Orden de Alcántara, había sido testigo de la toma cristiana de Granada, hecho que explica, aparte del establecimiento del régimen de la encomienda, precisamente su intención de organizar colonias basadas en la fundación de ciudades a la manera castellana, para las cuales aplicó, como era de esperarse, la traza regular (Salcedo, 1996, p. 40). De ahí en adelante,

      todo territorio que, una vez explorado, prometiera ser adecuado para establecer una colonia, era ocupado y poblado, por capitulación o por comisión, de manera similar: la conquista culminaba con la fundación de ciudades, la elección de cabildos, las adjudicaciones de tierras y solares y de indios en encomienda entre los vecinos propietarios más destacados en la jornada. (Salcedo, 1996, p. 24)

      El sentido práctico de la traza de ciudades

      Y para trazar o marcar el área no hacía falta sino un cordel, a veces una regla de vara y algún instrumento para ‘trazar’ en un papel o en la tierra un esquema, y alguna perspicacia para definir la localización y la orientación del poblado. Porque, además, era una cosa sabida: estaba en la memoria de quienes poblaban, porque habían vivido o conocían ciudades regulares y había alguien en la expedición colonizadora que tenía alguna experiencia fundadora en aquella red de poblados. Ese era el saber que requería cualquier oficio en la premodernidad: saber que no variaba en lo fundamental, que era trasmitido de maestro a aprendiz y de generación a generación. Por eso, así las Ordenanzas en la letra fueran muy precisas y rigurosas en muchos aspectos, en la práctica, y específicamente en lo que tenía que ver con el trazado, se aplicaba lo que se conocía –las Ordenanzas daban por sentada la traza regular–, y si se introducían variaciones, estas respondían más a las particularidades físicas del lugar que a intenciones del fundador, que de todas maneras algunas veces se produjeron. Al respecto, es importante puntualizar que los españoles eligieron para la fundación generalmente los lugares llanos: en litorales, valles y altiplanos. Las ciudades sobre terrenos inclinados o de ladera fueron la excepción.

      La cuadrícula se debía imponer, además, para facilitar la delimitación equitativa de solares entre los diferentes estamentos y rangos de los fundadores. Por eso el rectángulo era propicio para concretar lo que Jacques Aprile-Gniset, el historiador de la ciudad colombiana, describe como el “traslado a América de la propiedad privada”; y puntualiza:

      A un nuevo contenido social, en este caso caracterizado por la exaltación de la propiedad privada del suelo, corresponde una forma que la debe respaldar y garantizar [...] el diseño urbano basado en la geometría del ángulo recto se convierte en la negación y contrario del diseño americano