constatar, lleva a una comprensión de base (radical) sobre profundos sentidos y evidencias de realidad sobre la curación personal, comunal, también telúrica y de evolución de lo humano.
Esto de lo constatado, era filosóficamente concebido en su momento, así:
Entonces, las prácticas ancestrales Mhuysqas son evidentemente horizontes cosmogónicos dispuestos por linajes de sabiduría que, centrados en los usos y costumbres como prácticas, vivencias o experimentaciones también filosóficas, antropológicas, psicológicas, teológicas y espirituales, develan el misterio de penetración intuitiva, sensitiva y sagrada hacia lo más profundo y total. Si se sigue el consejo de los abuelos, ¿cómo diluirse pues en la experiencia trascendente de ser? Pareciera, estando, y estando con totalidad en la tierra. Estar y ser no se dan cognitivamente de sopetón, sin emergencia cuántica de la substancial energía que cósmicamente todo lo recrea, tan solo la maestría de la entrega posibilita diluirse en ser, pero, como dice el sabedor del pueblo Kankuamo, así como estamos es muy difícil, por eso se practica, pero aquí, es la práctica de la consciencia eterna, la práctica del silencio, la doxa ancestral, el filosofar interpelado desde el ser y mediado con los elementales, el agua, el fuego, el aire, la tierra, intervenidos por los jefes o espíritus mayores, llevado por los abuelos espirituales y el consejo de los abuelos internos, el abuelo corazón, la palabra dulce del tabaco, del tihiqui, del chunsua, del poporo, del mambeo y la calidad y sapiencia sagrada de rituales y símbolos cosmogónicos que acercan a las primeras causas y los primeros principios definidos por los indígenas y en especial por los ancianos desde las malocas como la ley de origen, la ley del espíritu, la ley de Dios. Esta ley de origen, en cuya raíz están los usos y las costumbres, las prácticas para estar en unidad con la consciencia mayor se vuelven base de las culturas indígenas para fundamentar su identidad ancestral y la fuerza para sobreponerse a las circunstancias adversas. Esta ley incluye principios de vida (código ético del buen vivir), linajes ancestrales (filogenética de clanes), tradiciones, idiomas, territorios, rituales, elementos sagrados, mitos y arte entre otros. Este acervo se organiza en un sistema cultural claramente delimitado, marca el rumbo de su dinámica a lo largo del tiempo y es trasmitido de generación en generación, mediante la tradición oral. (León, 2016, pp. 133-135)
Esto significa un fundamental sentido de la ciencia translógica de la certeza en la constatación; para Wilber, otra manera de lo empírico trascendido hasta el espíritu:
[…] el termino empírico significa demanda de evidencia experiencial […] lo cierto es que existen experiencias sensoriales, experiencias mentales y experiencias espirituales y, en este sentido, el empirismo amplio implica el recurso a la experiencia para sustentar nuestras afirmaciones en cualquiera de estos dominios, sensorial, mental y espiritual. (Wilber, 2004, p. 188)
Para nosotros, en sintonía con esta formulación y en respuesta a cierto simbolismo solo racionalista
[…] no tanto una forma simbólica del re-conocimiento, como un signo que se hace en experiencia directa para mí (constatada por mi). La diferencia consiste en que este mensaje debe aceptarse frente a toda expectativa y frente a toda esperanza, dificultad de la supremacía antropocéntrista del hombre ilustrado, del pataleo sobre lo esencialista y de un despotismo que en la ilustración nos consideró superiores a nuestro origen (ancestros). La tragedia de un hombre reproductor de símbolos cada vez más superficiales, pero incapaz de leer y vivir el signo religioso, espiritual y su fe por miedo a perder su falso poder. (León, 2016, p. 147)
Lo constatado como un conocimiento válido para los dominios internos del alma y el espíritu, certeza que en el camino ancestral de tradiciones, usos y costumbres redescubre un método de la con-ciencia de lo divino; lo anterior para Wilber se denomina como las tres vertientes de todo conocimiento válido:
1 Prescripción instrumental: se trata de una práctica real, de un modelo, de un paradigma, de un experimento que siempre asume la forma “si quieres saber esto, deberás hacer esto otro”.
2 Aprehensión directa: se trata de experimentar directamente el dominio revelado por la prescripción; es decir, la experiencia o aprehensión inmediata de los datos, porque aunque los casos sean mediatos, en el momento de la experiencia son aprehendidos de manera inmediata. No olvidemos que, según William James, uno de los significados del término dato es precisamente el de experiencia directa e inmediata en la cual la ciencia sustenta todas sus afirmaciones concretas.
3 Confirmación o rechazo comunal: consiste en el cotejo de los resultados —los datos, la evidencia— con otras personas que también hayan completado adecuadamente las vertientes preceptiva y aprehensiva (Wilber, 2004, p. 193).
4 Ahora bien, visto el asunto de lo constatado como certeza del método de caminar ancestral muy en relación con las bases de la psicología integral, también vale decir que en debate a esta última, la psicología ancestral indígena, una apuesta vital de ciencia ancestral que ya cuenta en su haber con 12 años de desarrollo nacional e internacional, recupera junto con el criterio de lo válido, como experiencia empírica tan vital y metódica siempre en lo indígena, el profundo sentido de significado que implica que este translogos de ancestralidad posee fuerzas propias de certeza que conectan desde lo mítico como un origen filosófico, el cual solo es signo de certeza en el valor de la fe, es decir, aquí hay un camino de prácticas y de entregas, de tradiciones y reencuentros en la confianza con lo almífico y lo espiritual. Tanto el mito como el rito, el saber ancestral como su práctica empírica, ningún elemento epistémico sobre el otro, ambos, juntos, se dinamizan y se alimentan mutuamente en una danza constante del acto de conocer como potencia de constatación en esta manera de la experiencia sagrada de la tierra como psicología del alma al espíritu.
Este método pluralista de la sabiduría y la ciencia, de la fenomenología más trascendental, la del mundo sensible que, más allá de experiencia directa de un ego cogito sobre y antepone la experiencia espiritual directa de la sabiduría del corazón consciente, válida como certeza que la experiencia más emocional de la vida psíquica, cualquier vida psíquica de cualquier humano, sea en potencia sensible y sintiente fuente representativa de la comprensión psiquista más cocreativa de la filogénesis de nuestra especie. Un método emocional, corazonante de la ciencia; sí, también es ciencia, un mundo ancestral indígena que con objetividad cultural nos recuerda que todo saber es mi saber, que toda ciencia es primero mi ciencia, que tenemos derecho humano a manifestar que lo que siento y soy es tanto valor de conocimiento como sabiduría.
Al respecto, el filósofo alemán, ¡quién lo creyera!, Husserl (1913), pensador de la fenomenología, en su libro Introducción general a la fenomenología pura, proclamó:
[…] el cometido de la fenomenología es estudiar las esencias de las cosas y la de las emociones […] que es necesario contribuir decisivamente a dar un estatuto epistemológico propio a las ciencias humanas, situando las relaciones personales vividas (en este caso las vivencias de ancestralidad) por cada individuo como clave de la interpretación hermenéutica. (Sabino, 1979; Dilthey y Bolívar, 2002, citado en León, 2012, p. 126)
Este sentido cualificado y humanizado del investigar es el centro transmetodológico que acompaña toda nuestra investigación, cansados y preocupados de no encontrar respuesta al soportar la violencia epistémica de métodos tradicionales de la institución moderna, más empírico analítica emerge una experiencia de consciencia preocupada de la vida, no del logos, que honra la libertad, no tanto el control y que sabe que allende las falsas imposturas de la experimentación reductiva de las realidades o de las pretensiones posmodernas de la razón emancipadora, hay aprehensiones directas de lo vital, de lo amoroso o de lo doloroso, tan paroxísticamente humanas y tan psíquicamente confesionales, incluida la maestría de la culpa, que desnudan las profundidades espirituales del ser, lo humano y que el hecho de escucharlas o sentirlas abren los niveles de consciencia más trascendentales de las sabias nuevas ciencias.
Una vuelta a la responsabilidad del ser humano que vive la vida, su conflicto y constructo, su vitalidad psíquica en toda su intensidad corpórea emocional y que por eticidad de su búsqueda la aprehende en comprensión científica de esta, un investigador que, al trasegar su historicidad ancestral indígena, integra su sensibilidad y se otorga como ser sintiente valor de ciencia. Un peldaño más, un