Debra J. Rose

Equilibrio y movilidad con personas mayores


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información sobre la localización espacial y el movimiento del cuerpo respecto a la superficie de sustentación. También nos informa sobre la posición y el movimiento de los segmentos del cuerpo entre sí. Esta última información depende de importantes propioceptores localizados en los músculos y articulaciones del cuerpo (p. ej., los husos musculares, los receptores articulares). En ausencia de la vista, el sistema somatosensorial se convierte en nuestra fuente primaria de información sensorial para mantener el equilibrio en posición erguida y para movernos en la oscuridad.

      El sistema somatosensorial nos aporta información sobre nuestra localización espacial y el movimiento del cuerpo respecto a la superficie de sustentación.

      El último sistema sensitivo que nos proporciona información importante para el equilibrio es el sistema vestibular. Este delicado mecanismo del equilibrio se aloja en el oído interno y se activa cuando movemos la cabeza. Junto con la vista, actúa ayudándonos a determinar nuestros movimientos o los de lo que nos rodea cuando nos giramos con rapidez en el espacio. Se vuelve especialmente importante para mantener el equilibrio en bipedestación cuando dejamos de disponer de la información sensorial que solemos recibir de los sistemas visual y somatosensorial, o cuando nos llega distorsionada o es imprecisa.

      Junto con la vista, el sistema vestibular nos ayuda a determinar si es el mundo o nosotros lo que se mueve.

      Una vez que el SNC organiza e integra la información recibida de los tres sistemas sensoriales, y determinamos nuestra situación en el espacio y decidimos lo que queremos hacer, las distintas estructuras del sistema motor, junto con el sistema musculosquelético, son las responsables de generar el apropiado plan de acción. Mientras empezamos a actuar, los sistemas sensoriales continúan recibiendo información adicional del exterior y de nuestras propias respuestas, de modo que podemos modificar con rapidez nuestro plan de acción, cambiarlo por un plan alternativo o comenzar a planear el siguiente. Esta interacción intrincada y continua entre los sistemas sensoriales y el sistema motor suele denominarse ciclo de percepción-acción. Mientras que los sistemas sensoriales permiten una percepción que sirve para dirigir la acción inicial, los resultados de esa acción inicial generada por el sistema motor se emplean para alterar o confirmar la exactitud de la percepción original.

      Este modelo de equilibrio dinámico fue concebido por Nashner (1990) como un medio para describir los procesos que se producen en los componentes periféricos y centrales de los sistemas sensoriales y motor, y que caracterizan el ciclo de percepción-acción (fig. 1.3). Así como los receptores visuales, somatosensoriales y vestibulares constituyen el componente periférico del sistema sensitivo, las vías de transmisión y las áreas especializadas del SNC integran los componentes centrales del sistema sensitivo. Es en este componente central donde la información recibida del exterior a través de los receptores visuales, somatosensoriales y vestibulares se compara, selecciona y combina para determinar finalmente la posición de nuestro cuerpo en el espacio.

      Una vez que hemos determinado nuestra situación en el espacio, se inicia el proceso para determinar lo que vamos a hacer –si es que algo hacemos– a partir de la información recibida. Este proceso de planificación de la acción comienza en el componente central del sistema motor mediante la selección de los grupos de músculos necesarios para ejecutar el plan de acción, así como de los patrones contráctiles de músculos específicos necesarios para realizar el movimiento. Ese movimiento puede ser tan sencillo como estar de pie inmóviles en el espacio o tan complicado como correr por un terreno irregular. Los numerosos y diferentes grupos de músculos del cuerpo que integran el componente periférico del sistema motor serán los últimos responsables de generar el movimiento deseado.

      En la velocidad y precisión del movimiento generado como respuesta a la información aferente de los sentidos también influye nuestra capacidad para recordar lo que se supone que debemos hacer en una situación dada, así como nuestra capacidad de asignar las fuentes de atención, sobre todo cuando tenemos que realizar más de una tarea al mismo tiempo. Cualquier alteración de la cognición o de la atención afectará gravemente la capacidad para percibir con precisión el tipo de respuesta necesaria y ejecutar con eficacia la respuesta o respuestas, una vez seleccionadas. (Dickin y Rose, 2004). No sólo está bien documentado que los adultos mayores con alteraciones cognitivas experimentan un declive más rápido de las funciones tras una enfermedad aguda o un período de hospitalización, sino también que sufren muchas más caídas que sus pares que no han experimentado un deterioro cognitivo (Leape, 2000; van Dijk, Meulenberg, van de Sande y Habbema, 1993).

      También varios estudios de investigación han demostrado que los adultos mayores deben prestar más atención al equilibrio, sobre todo cuando dispongan de menos información sensorial (Shumway-Cook y Woollacott, 2000). Asimismo se ha descubierto que a los adultos mayores les resulta cada vez más difícil distribuir la atención entre dos tareas cognitivas, sobre todo en el caso de mayores con alteraciones del equilibrio diagnosticadas o con una historia de caídas (Shumway-Cook, Baldwin, Polissar y Gruber, 1997; Brauer, Woollacott y Shumway-Cook, 2002).

      Los adultos mayores deben prestar más atención al equilibrio.

      Como profesor de equilibrio y movilidad, tienes que conocer no sólo los sistemas del cuerpo que contribuyen a la estabilidad ortostática, sino también saber cómo funciona cada sistema en colaboración con los otros para resolver muchos problemas de equilibrio a los que nos enfrentamos a diario. Este conocimiento es fundamental para entender los seis componentes centrales del programa FallProof, ya que no sólo abordan las dimensiones del equilibrio y la movilidad, sino que también la progresión del nivel de dificultad de los ejercicios se ajusta a las capacidades variables de los participantes en cada componente del programa.

      Por desgracia, los cambios en los sistemas corporales que intervienen en el equilibrio y la movilidad son una consecuencia inevitable del envejecimiento. Aunque algunos de los cambios que se producen en cualquiera de estos sistemas no tengan un efecto evidente en la ejecución de las tareas relacionadas con el equilibrio en entornos variados, otros cambios, en especial los que afectan múltiples sistemas, no sólo influirán en el tipo de estrategia que usemos para realizar ciertas tareas, sino también en si optamos por llegar a realizarlas. Los espacios en que estamos preparados para realizar estas tareas también pueden cambiar dependiendo de la gravedad de los cambios debidos al envejecimiento que experimentemos.

      Los cambios en los sistemas corporales que intervienen en el equilibrio y la movilidad son una consecuencia inevitable del envejecimiento.

      Los cambios estructurales y funcionales que se producen en el SNC a edades avanzadas parecen tener un efecto evidente y muy profundo en la función motora en general. Cuando los adultos mayores se comparan con adultos jóvenes en variedad de tareas motoras, se manifiestan diferencias significativas en la velocidad con la que los mayores inician y ejecutan los movimientos, sobre todo respecto al número de posibles respuestas y cuando aumenta la complejidad del movimiento (Spirduso, Francis y McRae, 2005). Las diferencias cualitativas en la estrategia para cumplir el movimiento también son evidentes en algunos casos.

      A pesar de los numerosos cambios estructurales y funcionales debidos al envejecimiento que se producen en los sistemas nerviosos central y periférico, no todos los cambios en regiones específicas se traducen necesariamente en efectos evidentes o negativos en nuestro comportamiento. Esto se debe a que la función motora óptima se logra mediante la interacción de múltiples sistemas propios y ajenos al SNC. Cuando se alteran múltiples sistemas, la calidad de la interacción entre los sistemas alterados declina y se manifiesta como una disfunción motora evidente. Por ejemplo, aunque los cambios negativos en la vista hagan más difícil emplear la información visual para el equilibrio, la información de los sistemas somatosensorial y vestibular compensa este