Miguel Caballero

Finanzas descentralizadas para inquietos


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ellos completamente nuevos. Me pregunto lo difícil que fue, en su momento, comprender cómo funciona Google, por ejemplo. Es por eso que vamos a ir por partes, empezando desde el principio de todo. Si Bitcoin es una forma de dinero, quizá antes deberíamos empezar por comprender qué es el dinero, ya que por muy absurdo que suene, es un tema bien desconocido.

      El dinero es uno de los elementos más importantes de nuestras vidas. Siempre existirá la visión que defiende que el dinero no es importante, que lo que realmente importa es la felicidad y las personas con las que acabas compartiendo tu vida. Y aunque esto tenga parte de verdad, la realidad es que no significa que el dinero no sea importante. Nuestras vidas giran en torno al dinero; por ejemplo, estudiamos para conseguir un buen trabajo y así ganar un buen dinero.

      Si dejáramos de hacer uso del dinero, quedaríamos fuera del sistema, ya que no podríamos transferir valor los unos a los otros. Por ejemplo, si no tengo dinero, no puedo plantearme adquirir un coche, ir al cine o comprarme una casa. Todos estos productos o servicios están a nuestra disposición porque alguien ha dedicado tiempo y esfuerzo, y es lógico que esperen algo a cambio. Así, de alguna forma podemos decir que el dinero es como un lenguaje, más bien una metalenguaje, ya que sirve de apoyo a la lengua normal para podernos coordinar en sociedad con más facilidad.

      No hay duda de que el dinero es fundamental. Sin él no podríamos mantener estructuras sociales como las que tenemos hoy. Por tanto, el siguiente paso es preguntarnos por qué hay materiales que se usan como dinero y otros no. O directamente: ¿cuándo surgió el dinero? Para responder estas cuestiones tendremos que viajar en el tiempo hacia nuestros orígenes.

      Los seres humanos somos una especie surgida tras millones de años de evolución. A nivel fisiológico no somos muy distintos de otras especies, pero seguramente una de nuestras más notables diferencias es nuestra «preferencia temporal» es decir, nuestra capacidad para pensar en el futuro.

      Pongamos un ejemplo. Cuando un animal tiene hambre, su reacción automática es ponerse en busca de comida. Piensan y actúan. Su cerebro se enfoca principalmente en el presente, no está en sus preocupaciones si en dos semanas tendrá comida, eso queda demasiado lejos. Los humanos, en cambio, si tenemos hambre, es cierto que tenemos la opción de ponernos a buscar comida de forma automática, pero también tenemos la opción de dedicar tiempo para construir alguna herramienta para aumentar nuestra productividad. Por ejemplo, podríamos dedicar tiempo a construir una caña de pescar para así sacar más peces en menos tiempo. Invertimos tiempo hoy para recibir algo después. En otras palabras, tenemos la capacidad de pensar en el futuro.

      De alguna forma esto nos permite entender el proceso de civilización que hemos vivido como especie. En un principio, cuando nuestra preferencia temporal era más alta, valorábamos menos el futuro y vivimos más al día. Con el tiempo, nuestra preferencia temporal empezó a bajar, lo que nos permitió, por ejemplo, cazar más de lo necesario para así almacenar alimento y comer en momentos difíciles. Por primera vez empezamos a acumular más de lo que necesitábamos. El aumento de productividad permitió a los seres humanos generar un excedente, lo que a su vez ayudó a que naciera el primer sistema económico de la historia; un sistema basado en el intercambio.

      Con este sistema, las pequeñas comunidades que habitan en las mismas zonas ya no se ven como rivales, sino como posibles colaboradores. Intercambiando diferentes excedentes podían mejorar sus vidas y obtener cosas que necesitaban a cambio de otras que les sobraban.

      Este sistema, a pesar de originar un punto de inflexión muy relevante en nuestra civilización, tenía muchas limitaciones:

      1.Solo era viable el trueque en pequeños círculos, no permitía la creación de grandes economías.

      2.Era necesario que hubiera una coincidencia de deseos. Yo no puedo hacer un trueque con una persona que no está interesada en hacer el trueque conmigo.

      3.Era difícil determinar el valor de las cosas ya que muchas veces los objetos no eran divisibles, o eran difíciles de comparar.

      4.Se hacía uso de elementos perecederos, es decir, que se estropean con el tiempo. Era difícil acumular valor si tu riqueza desaparecía en cuestión de semanas.

      A raíz de estas limitaciones, las comunidades se vieron obligadas a innovar y generar así una de las tecnologías más antiguas y relevantes que existen: el dinero.

      Este no es más que un material que permite un intercambio indirecto entre dos personas. A pesar de su simpleza, el potencial de esta tecnología es enorme. Ahora, por ejemplo, ya no importa si no hay coincidencia de deseos porque existe un material intermedio con el que puedes acceder después a cualquier otro producto. El dinero es el elemento más líquido en una economía y es un elemento indispensable para vivir una expansión económica.

      En definitiva, el dinero es una tecnología que aparece de forma natural entre los seres humanos para facilitar el intercambio de valor entre individuos, lo que a su vez permite generar comunidades más grandes, hasta llegar a construir pueblos o ciudades. Nacido hace más de quinientos mil años, el dinero es uno de los elementos clave en nuestro proceso evolutivo.

      Aun así, configurar y desarrollar una forma de dinero no es tan sencillo. ¿Cómo se llega a un acuerdo entre diferentes comunidades sobre cuál va a ser el material que se usará como dinero? Durante la historia ha habido muchas formas de dinero: conchas, plumas, piedras preciosas… ¿Cómo se escoge qué material se va a utilizar? ¿Hay alguien que sea el elegido para escogerlo? Es decir, ¿se impone o se establece de forma natural?

      La respuesta la encontramos en el nivel de vendibilidad de un material.

      Este concepto nos permite valorar cómo un material puede cumplir la función de dinero teniendo en cuenta tres aspectos. En función de lo eficiente que sea un material en relación con estos aspectos, se determinará que una forma de dinero sea «buena» o «mala».

      Los tres aspectos utilizados para determinar la vendibilidad de un material son los siguientes:

      1ª característica: valor reserva

      Un material es un buen valor reserva cuando es capaz de conservar su valor durante el tiempo. Este rasgo viene dado por varios factores. El primero es que no se deteriore. Por ejemplo, la comida es un mal valor reserva porque tiene fecha de caducidad y, por tanto, no me permite acumular valor a lo largo del tiempo.

      Una vez confirmamos que perdura en el tiempo, dicho material actuará como buen valor reserva en función de lo escaso que sea. Por ejemplo, las piedras comunes no son deteriorables, pero son abundantes, por lo que no es un buen valor reserva. Algo que existe en abundancia no puede ser nunca una buena opción para guardar valor. Esta conclusión lógica empieza a generar ciertas dudas sobre el dinero actual, ya que, como veremos más adelante, los bancos centrales tienen el poder de imprimir infinitas cantidades de dinero.

      Una vez tenemos un material no deteriorable y escaso, ¿cómo comparamos cuál cumple mejor la función de valor reserva? La respuesta la obtenemos a través de una ratio conocida como stock-to-flow-ratio, que vendría a ser la ratio entre el material existente y el nuevo material introducido en la economía anualmente. Un ejemplo:

      Pongamos que tenemos un material muy escaso, pero que anualmente, si invertimos tiempo y dinero para generar más de ese material, podemos llegar a encontrar un 10 % del total ya existente. Este material, por tanto, no es óptimo para conservar valor en el tiempo, porque estará sujeto a un nivel de inflación anual del 10 %. Cuando aparece más cantidad de un material, el mismo pierde valor. Hace cincuenta años, una Coca Cola costaba 0,10 USD y hoy cuesta 2 USD, pero no es que la Coca Cola valga veinte veces más, sino que el material que usamos como dinero vale veinte veces menos.

      Por lo tanto, para que un material funcione de forma óptima