de la obra, se hace un recorrido cronológico completo desde el nacimiento del universo, el instante del big bang, hasta la aparición del Homo sapiens. Es una historia llena de vacíos, de zonas por completo ignoradas, pero ordenada y coherente. Que será revisada en el futuro una y mil veces, modificada a la luz de nuevos descubrimientos, pero que en su estructura general se mantendrá relativamente invariante.
El libro ha sido concebido para llegar a un amplio público de lectores, hecho que lo convierte más en una obra de divulgación general que en un texto universitario, pero sin que por esto se hayan sacrificado la precisión y el rigor. No obstante, en algunas secciones, y por excepción, se alude a temas especializados cuya comprensión plena exige cierto nivel de preparación profesional, pero que pueden saltarse sin romper el hilo de la historia evolutiva y sin afectar sensiblemente la comprensión general.
En esta obra, además de algunos aportes originales del autor, se ha recogido excelente material de lo publicado sobre el tema en los dos últimos decenios. El material bibliográfico consultado para la elaboración de la obra lo puede atestiguar. En el libro y como novedad se han incluido algunos temas especializados como la teoría del caos, los fractales, la teoría de la complejidad, la evolución por ingestión simbiótica, los genes homeóticos, la evolución de la visión y la epistemología biológica.
El énfasis de la obra se ha puesto en los aspectos teóricos y en las ideas básicas, más que en lo meramente descriptivo. Además, se le ha dado una mayor importancia a todo lo relacionado específicamente con la evolución del hombre. Este enfoque hace que la obra sea especialmente útil para estudiantes y profesores de las áreas de filosofía y antropología. Asimismo, para los interesados en el área de la medicina, en particular, el libro puede tener gran interés, pues presenta la secuencia evolutiva de los principales órganos del hombre. También, gracias al abundante material incluido, el libro puede utilizarse como apoyo a los cursos tradicionales sobre evolución.
Al describir el proceso evolutivo, se ha vuelto costumbre decir que la evolución inventa, descubre, elige un camino, etcétera, como si los mecanismos correspondientes fuesen capaces de tomar decisiones voluntarias e inteligentes. Obviamente estas palabras deben ser entendidas en sentido figurado, pues en la teoría darwiniana solo el azar, encauzado por las fuerzas del medio, ha sido el causante de las novedades biológicas.
Primera parte. Genética y teoría de la evolución
1. Genes y herencia
Ya no sabremos qué sería de la vida sin las versatilidades del carbono, sin la afición de la molécula a copiarse, sin el alosterismo de ciertas proteínas. Qué sería de cada sol, de cada mundo, sin la improbable isotropía y corrimiento del espacio, si no fuese la materia a tal punto propensa a la espiral, propicia al orbe, si levemente fuera otro el delicado contrapeso de sus órbitas...
Carlos Framb. Un día en el paraíso
Hasta finales del siglo pasado, era creencia popular que la herencia se transmitía por medio de la sangre. El hijo recibía una mezcla de las de sus padres, de ahí que sus características externas pareciesen también una mezcla balanceada de las de sus dos progenitores. Las expresiones pura sangre o media sangre, aún usadas con la connotación de herencia, reflejan muy bien esa antigua hipótesis.
Breve historia de la genética
En 1865, el fraile agustino Gregor Mendel presentó a la comunidad científica su trascendental trabajo sobre la herencia, fruto de una paciente labor con los guisantes en la huerta de su convento y del análisis detallado y científico de toda la información recogida en sus experimentos de campo. Mendel, con mucha suerte y una gran dosis de intuición, logró formular las leyes de la herencia que ahora llevan su nombre; sin embargo, pese a la enorme importancia científica de su trabajo, este se mantuvo injustamente en el olvido hasta 1900, cuando al fin, aunque tarde, se le dio el reconocimiento que merecía, catorce años después de la muerte de su autor. Las personas que oyeron a Mendel aplaudieron; parece que no hubo preguntas. Desiderio Papp, historiador de la ciencia, comentó alguna vez que no dejaba de sorprenderlo el hecho de que nadie se hubiera dado cuenta de que habían asistido a uno de los acontecimientos científicos más decisivos del siglo.
Figura 1.1 Gregor Mendel
Fuente: Haaf (1979).
En 1874, el médico alemán F. Miescher, mientras trabajaba con vendajes quirúrgicos en el intento de desintegrar las células de pus por medio de la pepsina, descubrió y describió por primera vez los ácidos nucleicos, llamados así por encontrarse principalmente en los núcleos de las células. Su trabajo, al igual que el de Mendel, también pasó inadvertido. Estos compuestos orgánicos fueron considerados en su época como sustancias sin mayor importancia biológica.
En 1903, y de manera independiente, Sutton en los Estados Unidos y Boveri en Alemania descubrieron que el comportamiento de los genes o unidades de la herencia postulado intuitivamente por Mendel era semejante al de los cromosomas observados por ellos en el microscopio. Pero solo en 1944, Avery, McLeod y McCarthy obtuvieron resultados experimentales que sugerían que este ácido, más tarde denominado ácido desoxirribonucleico, o de manera abreviada adn, podría ser el portador de la herencia. En 1952, Hershey y Chase dieron pruebas directas que confirmaron la hipótesis anterior. En 1953, James Watson y Francis Crick propusieron el modelo de la doble hélice para la molécula de adn, arquitectura que concordaba maravillosamente bien con toda la información disponible en la época, y que les permitió explicar la duplicación o réplica del material genético durante la división celular.
La forma sencilla y práctica como se almacena la información genética en la molécula de adn, o código genético, fue descifrada en 1965 por Nirenberg, Khorana y Leder. A otro trío muy connotado, Monod, Lwoff y Jacob, le fue otorgado ese mismo año el Premio Nobel de Medicina y Fisiología por su trabajo acerca del papel desempeñado por el ácido ribonucleico (arn) mensajero y los elaborados procesos llevados a cabo en la célula para decodificar el mensaje contenido en el adn.
El adn
Las unidades hereditarias se encuentran localizadas principalmente en los núcleos de las células de todos los organismos vivos y están constituidas por grandes moléculas de adn que conforman los cromosomas, elementos que, observados al microscopio durante la división celular, parecen letras de un alfabeto extraño. En la mayoría de las especies animales y en numerosos vegetales los cromosomas se pueden agrupar en parejas —su número es constante para cada especie—, de tal modo que cada uno de sus miembros resulta, en estructura y constitución, parecido a su compañero u homólogo.
En las hembras de los mamíferos, los dos cromosomas que determinan el sexo son simétricos, y, tal vez por su forma, se los llama cromosomas X (dícese, entonces, que la composición de las hembras es XX). En los machos se presenta una excepción a la regla de emparejamiento: los dos cromosomas son asimétricos, uno de ellos es el mismo X de las hembras, mientras que el otro, llamado Y, es mucho más pequeño (se habla de composición XY). En la mayoría de las aves y mariposas, en algunos anfibios y reptiles y en muchos peces la situación es al contrario: las hembras presentan la composición XY y los machos la XX.
La mitad de los cromosomas son heredados del padre, la otra mitad de la madre. El conjunto de cromosomas o genoma humano consta de 23 pares (véase figura 1.2), los del chimpancé, gorila y orangután de 24, el del macaco tiene 21, y 22 el del gibón. El perro posee 39 pares de cromosomas, el caballo 32 y la mosca del vinagre o Drosophila 4. Existe una especie que solo posee un par y se conoce una clase de ave que tiene alrededor de 1.200, muy pequeños, como es de suponer.
Figura 1.2 Los veintitrés pares de cromosomas que se encuentran en cada célula somática de una mujer
Fuente: Dobzhansky, Ayala, Stebbins y Valentine (1977).
Entre el hombre y el chimpancé —nuestro pariente animal más cercano— existe un parecido cromosómico notable. Creen los biólogos que estas dos especies pertenecieron a un tronco común