Edith Anne Stewart

El rescate de un rey


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con ellas. Pero entonces, escuchó las voces de estos galopando a sus espaldas y acercándose hasta rodearlas. Se vieron en inferioridad en aquel claro mientras el agua parecía concederles una tregua en su manera de caer sobre sus cabezas.

      Lady Aelis pensó que incluso la meteorología se había puesto de parte de aquel grupo de sajones, de entre los que destacaba uno, que parecía ser el jefe de ellos. Alto, de pelo negro y enmarañado por el agua, ojos oscuros que brillaban escrutando al grupo, un fino bigote y perilla. Llevaba un jubón de color rojo bajo una capa oscura. Su apariencia era la de un noble al que todos miraban esperando sus órdenes.

      —¿Qué sucede? —le preguntó Maurice dirigiéndose a Hereward—. ¿Por qué nos habéis venido persiguiendo y ahora nos rodeáis? ¿Acaso tenéis idea de quienes somos?

      —No hace falta que me deis más explicaciones. He visto vuestras enseñas —le dijo haciendo un gesto hacia estas—. ¿Dónde se encuentra vuestro señor?

      —No tengo por qué responderos a esa pregunta —rebatió Maurice irguiéndose sobre la silla de montar de manera desafiante.

      —En ese caso yo os lo diré puesto que hemos sido informados de primera mano. Recaudando dinero entre los sajones para el príncipe Juan con el pretexto de incluirlo en el rescate del rey Ricardo.

      —En ese caso ya tenéis la respuesta…—Maurice entornó la mirada hacia el sajón esperando conocer su nombre.

      —Hereward de Torquilstone.

      —Vaya, mirad a quién tenemos aquí —exclamó Maurice con cierta sorna y sorpresa—. Desconocía que el vástago de un alto cargo de la nobleza sajona como es Eadric, se dedicara ahora a perseguir a nobles damas normandas por el bosque en mitad de la noche.

      —Solo queríamos saber si vuestro señor se encontraba entre vosotros. No me interesan vuestras damas.

      —Pues ya habéis visto que no lo está. Cualquier cosa que necesitéis tratar con él…

      —El dinero recaudado para libertar al rey Ricardo —le informó con un tono directo y autoritario.

      —No sé de qué dinero me habláis. Yo solo me encargó de conducir a su prometida y a su dama de compañía a su castillo.

      Lady Aelis permanecía expectante antes aquella más que interesante conversación entre el hombre de confianza de su futuro esposo y aquel sajón. Sabía que Ricardo estaba preso en una cárcel de Alemania. Según había sabido ella por boca de su propio padre y de los nobles de Normandía. Y que al parecer todo se debía a cierta rencilla que Ricardo y Leopoldo de Austria tuvieron en el sitio de San Juan de Acre en Tierra Santa. También se rumoreaba que el príncipe Juan se había confabulado con el emperador alemán para mantener preso a Ricardo. Y mientras, en su ausencia era Juan quien regía el futuro de Inglaterra y de sus habitantes. Pero lo que más intrigaba a Aelis era lo que había escuchado decir al sajón. ¿Qué significaba que estaban reuniendo el rescate de Ricardo? ¿Y qué había querido decir el con que buscaba a su prometido para recoger el dinero recaudado? Aelis se irguió en su montura deseosa por escuchar un poco más de aquella conversación.

      —Mi señor lo hará en persona al rey Juan.

      —¿Rey Juan, decís? —se burló Hereward mostrándose orgulloso sobre su montura y paseando su mirada por sus hombres primero y por la comitiva normanda después. Un par de ojos claros llamaron su atención de manera poderosa por su brillo y su manera de contemplarlo. Su dueña parecía expresar una mezcla de temor y de expectación. ¿La prometida de Brian de Monfort?—. Juan no es más rey que vos o que yo mismo —le corrigió Hereward volviendo su atención a Maurice.

      —Es el regente ante la ausencia de su hermano. Y por lo tanto…

      —¿Regente? Walter de Longchamp fue nombrado regente por el propio Ricardo antes de partir hacia Tierra Santa. Juan no ostenta más que el título de señor de Irlanda concedido por su padre, Enrique II de Inglaterra. Le obsequió con este título toda vez que Ricardo sería su sucesor. Pero Juan supo esperar su oportunidad y cruzar desde Irlanda para granjearse la amistad de los normandos y de Waldemar de Fitzurse. De todos es sabido que Ricardo no quería que su hermano reinara en Inglaterra dada su extrema ambición. Por ese motivo nombró a Walter de Longchamp como regente.

      —Todo eso no son más que palabrería que podéis discutir en la corte. Pero ahora si nos disculpáis y viendo que ha escampado, nos gustaría llegar al castillo de mi señor de Monfort cuanto antes. Estamos cansados del viaje y deseosos de quitarnos la carga de agua que llevamos encima. Necesitamos calentarnos con un buen fuego y comer algo.

      Hereward sacudió la cabeza chasqueando la lengua.

      —Podéis proseguir vuestro camino, a condición de que las damas se queden a nuestro cargo como garantía de que vuestro señor se presentará en Torquilstone para entregar la cantidad recaudada —le propuso esgrimiendo una sonrisa socarrona y buscando con su mirada a las dos damas que había en el grupo.

      —No os atreveréis a ponerle un dedo encima a la prometida de mi señor —Maurice se irguió en la silla de manera desafiante lo cual captó todo la atención de Hereward.

      —Bien, en ese caso, vuestro señor acudirá sin mayor dilación a entregar el dinero. De esa manera su prometida quedará en libertad.

      Hereward volvió la mirada hacia las dos damas para ver cuál de las dos podía ser la prometida de Brian de Monfort. La dama que en ese momento permanecía con la boca abierta y una expresión de desconcierto en su rostro. Demasiado bonita para acabar en las manos de alguien como de Monfort, se dijo Hereward refrenando a su caballo.

      Lady Aelis sintió un repentino escalofrío abriéndose paso por su espalda hasta morir en su nuca. Apretó con fuerza las riendas que crujieron bajo la piel de sus guantes. Lady Loana se mostró igual de aturdida ante aquella petición del sajón. Miró a su señora con temor a que pudiera raptarla y ultrajarla.

      —No estáis en vuestros cabales si pretendéis cometer semejante disparate —Maurice mudó el color de su rostro al escuchar semejante proposición.

      —¿Acaso os parece que estoy bromeando? Nosotros también estamos cansados y empapados por el agua. Necesitamos de un buen fuego que nos haga entrar en calor y comida para reponer las fuerzas. De manera que no demoremos más la situación.

      —¡Será por encima de mi cadáver! —protestó echando mano a la empuñadura de su espada. Pero en el momento en el que el filo de esta estuvo fuera de su vaina, la rápida intervención de Hereward extrayendo la suya, hizo que Maurice se viera desarmado al instante. En un rápido movimiento Hereward había golpeado al normando haciendo que su arma cayera sobre la tierra mojada.

      —No me obliguéis a decirle a mis hombres que intervengan. Ambos sabemos que no tenéis nada que hacer puesto que estáis en inferioridad. De modo que las damas vendrán a Torquilstone —dijo con convicción de que así sería haciendo un gesto a Athelstane para que fuera a por ellas.

      Cuando ambas mujeres vieron acercarse al sajón hacia ellas, las dos intentaron oponerse azuzando sus caballos para escapar al galope. Para sorpresa de los allí reunidos, lady Aelis fue más astuta o tal vez su yegua más veloz, ya que consiguió abrirse paso entre el grupo y emprender el galope sin sentido y sin rumbo fijo. Justo lo que había estado tramando durante los días de viaje que llevaba. Ante ella se presentaba la oportunidad.

      —¡Godwin desarma a todos! No hagáis daño a la otra dama —gritó Hereward poniendo su caballo al galope tras lady Aelis.

      Esta lanzó una rápida mirada por encima de su hombro para ver qué sucedía. Lamentaba no gozar de la compañía de su dama, pero no había tenido tiempo para explicarle su plan. Y al ver a todos confiados en que ella acataría las órdenes del sajón, había optado por jugársela. Lo veía galopar tras ella como si fuera el diablo en busca de un alma que escapaba para llevarla al infierno. Sabía que el caballo de él era más veloz ya que poco a poco le recortaba terreno, pero esto no impidió a lady Aelis seguir con su plan de fuga.

      Hereward azuzó a su montura para