como la dirigida a M. van Dorp.
[46] Aunque no está del todo claro quién pudo hacer llegar la carta a Moro, este personaje ha sido identificado con William Barlow, que llegaría a ser un celoso reformador protestante (cf. Rogers, 1945: 352).
[47] El retraso de una carta de Lutero en cierto tono de disculpa no llegó a Enrique VIII hasta 1526; esta carta quizá habría podido disminuir o encuadrar mejor el contenido de la misiva de Bugenhagen a los ingleses, tomada —por Moro, entre otros— como una consecuencia de la especie de locura y espíritu de superioridad que se había instalado entre los protestantes.
[48] La publicación en imprenta se realizó en Lovaina, por parte del editor inglés John Fowler —entonces en el exilio por sus creencias católicas—, y aparece con fecha de siete de abril de 1568. Hasta entonces, solo debió circular copia manuscrita de la carta; Fowler pudo tener acceso al manuscrito a través de la familia de Moro y más concretamente de su esposa, Alice Harris.
[49] Quizá un difuso rumor de que el rey tenía cierto interés en conocer el luteranismo podría estar en parte de la motivación de esta carta.
[50] Cf. Manley (1990: xlii).
[51] En palabras de Rogers (1945: 351), el estilo de Moro es «easy and popular, and full of brilliant, sharp, sarcastic, humorous thrusts».
[52] Cf. Rogers (1945: 351).
[53] Cf. p.e., §§ 15, 18.
[54] Cf. p.e., §§ 29-30, 46-49, etc.
[55] Cf. Cabrillana (2018: 25-26).
[56] Cf. Rogers (1947: 396-400; carta nº 164).
[57] Impreso junto con otras crónicas en el Chronicon diuinum plane opus, Basilea, H. Petrus, 1529.
[58] Teodorico gobernó Italia desde el año 493, fecha de su victoria sobre Odoacro.
[59] Preparó también, junto con Erasmo, una edición de varias obras filosóficas de Cicerón; asimismo, realizó una edición de la Farsalia de Lucano.
[60] Cf. Rogers (1945: 352).
[61] Cf. nota al inicio de § 2.1.
[62] E.gr., Erasmo, Jan van Fevijn, J. Luis Vives, Gerard Geldenhouwer.
[63] De ellas, solo se recoge aquí una no traducida al castellano: la fechada por Rogers el 22 de febrero de 1526 en Londres.
[64] Cf, e.gr., Schulte Herbrüggen (1997: 33-34).
[65] Cf. Schulte Herbrüggen (1990; 1997).
[66] Para una relación completa de las cartas conservadas de Moro a Cranevelt, cf. Schulte Herbrüggen (1997: 109-110).
[67] En la presentación de cada carta se concreta el editor/a cuyo texto se sigue.
[68] Cf. lo recogido al respecto en Cabrillana (2018: 25-26).
[69] En Cabrillana (2019) se realiza un estudio específico en el que se analiza esta forma de proceder.
[70] Un ejemplo de ello son las cartas a M. van Dorp y a G. de Brie.
[71] Cf. Kroon (1995).
[72] Cf., p.e., Torrego & de la Villa (2009: 60-62, 73-75).
[73] Cf. p.e., primera carta a Giles, § 8 (ut uere dicam), primera carta a Lee, § 13 (ut tibi uerum fatear) o § 16 (ut uere mi Lee dicam).
[74] Cf. entre otras, primera carta a Lee, § 18 (ut posteriores tandem litteras attingam).
[75] Cf. Cabrillana (1999).
[76] Carta a Bugenhagen, § 36.
[77] Carta a Bugenhagen, § 31.
[78] Así, las de Kinney (1986), Manley (1990), Surtz (1993), Miller (1994), Galibois (1994) o Schulte Herbrügen (1997).
[79] Cabrillana (2018).
[80] Leipzig (1904-)/Berlin, Teubner/De Gruyter.
[81] Presento en una sola relación textos, traducciones y estudios especializados, ya que, en casi todos los casos, las introducciones a los textos o traducciones incluyen estudios más o menos extensos sobre (parte de) las cartas traducidas. La relación recoge solo las obras citadas en la introducción y en las notas a la traducción.
[82] Es F. Manley quien se ha ocupado fundamentalmente en este volumen de la edición, traducción y comentario de la Carta a Bugenhagen; así pues, en los lugares correspondientes se hará referencia a este trabajo como Manley (1990).
A PETER GILES
(OCTUBRE DE 1516, LONDRES)
TOMÁS MORO SALUDA A PETER GILES[1]
1. ME DA UN POCO DE VERGÜENZA, queridísimo Peter Giles, enviarte después de casi un año este librito sobre la República de Utopía; seguro que lo esperabas antes de mes y medio[2] puesto que, como bien sabías, no tenía que esforzarme en encontrar materia ni tampoco tenía nada que pensar sobre su disposición: me bastaba relatar[3] lo que, en tu compañía, oí contar a Rafael[4]. Así que no había que esforzarse en la forma de decirlo ya que su conversación, siendo improvisada y espontánea[5], no podía resultar más exquisita, y también porque, como sabes, él no era tan docto en latín como en griego[6]; así pues, cuanto más se aproxime mi discurso a su sencilla