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NIALL KISHTAINY
BREVE HISTORIA
DE LA ECONOMÍA
BIBLIOTECA NUEVA
Título original: A Little History of Economics, Londres, Yale University Press, 2017
© Niall Kishtainy
Traducción: Víctor Altamirano
© Malpaso Holdings, S. L.
C/ Diputació, 327, principal. 1.ª
08009 Barcelona
ISBN: 978-84-17893-24-8
Primera edición: junio de 2019
Composición digital: Mutāre, Procesos Editoriales y de Comunicación
Ilustraciones: © Hazel Partridge
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CABEZAS FRÍAS, CORAZONES CALIENTES
El hecho de que usted tenga este libro en sus manos lo coloca en una posición especial. Para empezar, usted (o quien le haya dado este libro) tenía el dinero para comprarlo. Si viviera en un país pobre, es probable que su familia se las arreglara con unos cuantos dólares al día. La mayor parte de su dinero estaría destinada a comida y no quedaría nada para comprar un libro. Incluso si se hiciera con un ejemplar, es probable que le fuera inútil pues no sería capaz de leerlo. En Burkina Faso, un país pobre de África Oriental, menos de la mitad de los jóvenes puede leer y solo un tercio de las mujeres puede. En vez de aprender álgebra o idiomas, es probable que en ese país una niña de doce años pase el día llevando cubos de agua a la choza de su familia. Quizá no crea que usted y su familia son especialmente ricos, pero para mucha gente en el mundo gastar dinero en un libro y poder leerlo les parecería tan improbable como un viaje a la luna.
Aquellos que sienten una gran curiosidad —y quizá ira— por esta enorme diferencia suelen volverse hacia la Economía, que es el estudio de la manera en la que las sociedades usan sus recursos: la tierra, el carbón, las personas y las máquinas involucradas en hacer bienes útiles como pan y zapatos. La Economía muestra por qué es absolutamente erróneo decir que las personas de Burkina Faso son pobres porque son perezosas, como hacen algunos. Muchas de ellas trabajan muy duro, pero nacieron en una economía que, en general, no es muy buena para producir cosas. ¿Por qué Gran Bretaña tiene los edificios, los libros y los maestros necesarios para educar a sus niños, mientras que Burkina Faso no? Se trata de una pregunta increíblemente difícil de contestar y nadie ha llegado del todo a su núcleo. La Economía intenta hacerlo.
He aquí una razón más poderosa para sentir fascinación por la Economía y, quizá, para despertarle ideas propias en torno a ella. La Economía es una cuestión de vida o muerte. Un bebé que nace actualmente en un país rico tiene una probabilidad minúscula de morir antes de cumplir los cinco años. La muerte de un infante es rara y, cuando ocurre, es estremecedora. Sin embargo, en los países más pobres del mundo más del 10% de los niños no llega a los cinco años porque carecen de alimento y medicinas. En esos países, los adolescentes se pueden considerar afortunados por haber sobrevivido.
Quizá la palabra economía le suene un poco árida y le evoque un montón de estadísticas tediosas; no obstante, en realidad se trata de encontrar la manera de ayudar a las personas a sobrevivir, ser saludables y tener una educación. Trata de la manera de darles a las personas lo que necesitan para tener vidas completas y felices, así como de por qué algunas no las tienen. Si podemos resolver las preguntas económicas básicas, quizá podamos ayudar a todos a tener vidas mejores.
En la actualidad los economistas tienen una forma particular de pensar en torno a los recursos; es decir, los ladrillos para construir una escuela, los medicamentos para curar enfermedades y los libros que las personas desean. Se refieren a estas cosas como si fueran «escasas». En la década de 1930, el economista británico Lionel Robbins definió la Economía como el estudio de la escasez. Las cosas poco comunes como los diamantes o los pavos reales blancos son escasas, pero para los economistas las plumas y los libros también lo son, aun cuando puedan encontrarlos fácilmente en su casa o en la tienda. Con escasez se refieren a que hay una cantidad limitada de ellos y los deseos de las personas son potencialmente ilimitados. Si pudiéramos, seguiríamos comprando plumas y libros por siempre, pero no podemos tenerlo todo porque todo tiene un coste. Esto significa que debemos decidir.
Pensemos un poco más en la idea del coste. El coste no son solo libras o dólares, aunque este es importante. Imaginemos a un estudiante eligiendo qué materia va a estudiar el próximo año. Las opciones son historia o geografía, pero no ambas. Dicho estudiante elige historia. ¿Cuál es el coste de su elección?: aquello a lo que renuncia, la oportunidad de aprender sobre desiertos, glaciares y sobre las capitales. ¿Qué hay del coste de un nuevo hospital? Podríamos sumar los precios de los ladrillos y el acero utilizados para construirlo, pero si pensamos en términos de aquello a lo que se renuncia, entonces su coste es la estación de trenes que pudo haberse construido en su lugar. Los economistas llaman a esto coste de oportunidad y es fácil pasarlo por alto. La escasez y el coste de oportunidad muestran un principio económico básico: es necesario elegir entre hospitales y estaciones de tren, centros comerciales y campos de fútbol.
Por lo tanto, la Economía observa la manera en la que utilizamos recursos escasos para satisfacer necesidades, pero va más allá de eso. ¿Cómo cambian las elecciones a las que se enfrentan las personas? Quienes viven en sociedades pobres se enfrentan a decisiones difíciles: una comida para los niños o antibióticos para la abuela enferma. En países ricos como Estados Unidos o Suecia, rara vez ocurre esto. Puede ser que tengan que elegir entre un nuevo reloj y el último iPad. Los países ricos se enfrentan a problemas económicos serios (en ocasiones las empresas quiebran, los trabajadores pierden sus trabajos y luchan por comprarle ropa a sus hijos), pero no es tan común que se trate de cuestiones de vida o muerte. Una pregunta económica esencial es cómo las sociedades superan los peores efectos de la escasez y por qué algunas no lo hacen con la misma rapidez que otras. Un intento de proporcionar una buena respuesta necesita más que un dominio del coste de oportunidad: se debe ser bueno para saber si deberíamos tener un nuevo hospital o un campo de fútbol o comprar un iPad o un reloj. Su respuesta necesitaría tener en cuenta todo tipo de teorías económicas y un conocimiento profundo de la manera en la que de verdad funcionan las diferentes economías en el mundo real. Conocer a los pensadores económicos de la historia en este libro es un buen punto de partida porque sus ideas muestran cuán increíble ha sido la variedad de los intentos de los economistas.
Obviamente, los economistas estudian «la economía», que es donde los recursos se agotan, donde se hacen nuevas cosas y se decide quién obtiene qué. Por ejemplo, un fabricante compra tela y contrata trabajadores con el fin de producir camisetas. Los consumidores —usted y yo— vamos a las tiendas y, si tenemos dinero en nuestros bolsillos, podemos comprar las camisetas (las «consumimos»). También consumimos «servicios», cosas que no son objetos físicos. Por ejemplo, cortes de pelo. La mayoría de los consumidores también son trabajadores porque ganan dinero con un empleo. Las empresas, los trabajadores y los consumidores son los elementos esenciales de una economía. Sin embargo, los bancos y las bolsas de valores —el «sistema financiero»— también influyen en la manera en la que se utilizan los recursos. Los bancos prestan dinero a las empresas, las «financian». Cuando uno presta dinero a un fabricante de telas para que construya una nueva fábrica, el préstamo permite al fabricante comprar cemento, que termina por formar parte de la fábrica y no de un nuevo puente. Para recaudar dinero, en ocasiones las compañías venden «acciones» (o «valores») en la bolsa de valores. Cuando usted tiene una participación en Toshiba, es dueño