ocurrió el acontecimiento, sino cuánto tiempo hace desde que lo dedujo» (Deutscher, p. 171).
¡Cuántos silencios —lo no dicho— habitan en la entraña de nuestra verborrea!
La riqueza de una lengua habla de posible fertilidad de pensamiento, pero no implica necesariamente mayor comunicación. «Buena parte de la complejidad de una lengua no es necesaria para comunicarse de forma eficaz… no es más que exceso de equipaje que las lenguas acumulan a lo largo de los siglos» (Deutscher, p. 120). Las sociedades más sencillas necesitan recurrir a distinciones semánticas que no tienen por qué desplegarse en un tratado filosófico, por ejemplo; la musicalidad de un poema puede lograrse sin grandes requisitos lingüísticos… Quizá nos precipitamos al inferir que la rica estructura verbal de las sociedades occidentales transmite mayor cantidad de información.
Los medios que la tecnología pone a nuestro alcance silencian gestos, miradas, ritmos y tonos de un comentario; abren un terreno proclive a identificaciones proyectivas que desdibujan en cierta medida al otro, temores y deseos sesgan la lectura de mensajes estandarizados.
En la experiencia social se compite y se comparten intereses, se crean hábitos, zonas por las que se transita y en las que la sempiterna tendencia a la repetición crea surcos. Aunque inesperadamente, ese curso puede detenerse; en lugar de la respuesta esperada llega un bloqueo, un cambio de estado en el que uno queda silenciado, impotente.
Otro doloroso silencio: el del esquizofrénico inmerso en un contexto que no logra decodificar. Parecería que trata de evitar todo compromiso, cuando en realidad se enfrenta a la tarea imposible de manejarse en un terreno simbólico al que no tiene acceso.
El silencio, la inmovilidad o cualquier otra forma de negativismo constituye en sí una comunicación, aunque seamos torpes o prepotentes a la hora de descifrarla. La verdad solo existe en nuestro interior, oculta incluso para nosotros mismos; en ocasiones asoma insolente, enmascarada en los retazos rescatados de un sueño o en el transcurso de un análisis. También se filtra en algunos de los mensajes sin destinatario conocido que invaden las redes…
Como el discreto liquen,2 el silencio aporta gran cantidad de datos. Resta por esclarecer qué considerar comunicación en el barullo informático en el que deambulamos: complicidad afectiva, soluciones prácticas, debates productivos o no, transmitir resultados de una investigación… Para no precipitar conclusiones, daremos paso a la identidad de los interlocutores en el tercer capítulo.
NOTAS
1 La vergüenza / mi loco apetito venza; / que, si es locura admitillo / dentro del alma, el decillo / es locura o desvergüenza (Cigarrales de Toledo).
2 Que desbanca en algunos terrenos al carbono 14 como biodatador.
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