Alejandro Mendo Gutiérrez

Experiencias y aproximaciones en el territorio


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      El Departamento de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y el Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), Universidad Jesuita de Guadalajara, presentan el segundo libro de la colección Transiciones Territoriales, titulado Experiencias y aproximaciones en el territorio. Indagaciones y hallazgos.

      Este volumen reúne diversas investigaciones y apuestas en torno al tema del análisis, la representación y las estrategias de planificación territorial. El esfuerzo es definir un espacio de reflexión que contribuya a ampliar la mirada con que comúnmente suele tratarse el tema del territorio latinoamericano, específicamente desde el ámbito disciplinar de la arquitectura y el urbanismo. En efecto, persigue abrirse a lo interdisciplinar y transdisciplinar, así como a la construcción de otras indagaciones que aporten a las temáticas asociadas al territorio.

      Desde principios de los años ochenta, el proyecto urbanístico y territorial ha intentado redefinir, mediante la adopción de diferentes estrategias, actitudes y la invención de nuevas denominaciones, el sentido y el significado de los espacios y territorios rurales contemporáneos.

      A través de la experimentación de nuevas representaciones, en particular, se está intentando definir una lógica de recomposición de los diversos ambientes que conforman el territorio rural latinoamericano contemporáneo, en busca de una coherencia entre las formas de proyecto de gobernanza de los territorios rurales y la variedad de imaginarios y expectativas que, en las sociedades contemporáneas, se proyectan sobre tales contextos.1

      El término ambiente alude a una diversidad de situaciones y materiales del territorio, los cuales están dispuestos de forma simultánea en diferentes escalas: las del espacio de producción agrícola industrial y de las producciones de nicho o de segmento de mercado, de las interfaces urbano-rurales, de las reservas de naturalidad, de los espacios en abandono y de la fragmentación social, hasta los territorios rurales contemporáneos del ocio. Una geografía que se enfrenta con órdenes de problemas estratificados, como la descentralización de usos y funciones urbanas en las zonas rurales, la relación entre redes infraestructurales y palimpsestos ambientales, los riesgos ambientales, la explotación minera y, en conjunto, cuestiones más recientes: el suministro de alimentos a la escala local, la mejora de las áreas residuales y de sus márgenes, el uso de zonas agrícolas productivas como parques implícitos, la remodelación ecológica de la producción de alimentos, hasta la reducción de los procesos de fragmentación y exclusión social y espacial que hoy se manifiestan en muchos territorios rurales latinoamericanos contemporáneos.

      En el mundo occidental, varias tradiciones de proyectos territoriales y paisajísticos, desde las que se centran en cuestiones estrictamente ecológicas, identitarias, hasta las de “el proyecto del palimpsesto” o entrelazadas con las prácticas del land art y pobladas por figuras importantes como Ian McHarg, Michel Desvigne, Hansjorg Küster, Pierre Donadieu, Charles Massy, Yves Luginbühl, Georges Descombes, Dieter Kienast o Augustine Berque, han tratado de resolver estos problemas, en varios casos con éxito. Se trata de tradiciones posmodernas de diseño territorial que, a su vez, han sido confrontadas críticamente con experimentos modernistas sobre el proyecto del espacio y de la vida rural en la primera mitad del siglo XX. La referencia es a arquitectos y urbanistas como Bruno Taut, Frank Lloyd Wright, Ludwig Hilberseimer o Daniel Burnham que han prefigurado las condiciones rurales y el habitar el territorio, a través de experimentos con figuras como la de la red, el corredor, el archipiélago, hasta el cinturón verde y las cuñas verdes, imágenes proyectuales correspondientes a figuras duras, monolíticas, a menudo a infraestructuras jerárquicas diseñadas principalmente como dispositivos para la definición de un “desarrollo” equilibrado entre ciudad y el campo como una superficie sustancialmente isotrópica.2

      La mayor parte de estas tradiciones de diseño, tanto modernas como posmodernas, en las que el territorio es casi siempre llamado a resolver problemas de la ciudad o analizado según los valores metropolitanos, ya no parece, en particular en Latinoamérica, ser capaz de producir interpretaciones y soluciones contemporáneas a los problemas de los territorios.

      Estas tradiciones, se puede decir, ya no “pesan lo suficiente”. Sus fuerzas como sistemas ordenadores y conjunto de prácticas comunes de análisis y proyectos territoriales no parecen hoy ser capaces de interpretar condiciones territoriales marcadas por problemas como la fricción entre diferentes grupos sociales, la fragmentación espacial, los procesos de descampesinización, el deterioro medioambiental, la creciente simplificación de los procesos ecológicos, los fenómenos de migración campo-ciudad, el abandono territorial o, en unos casos, la intensificación de significados y valores atribuidos a algunos pocos contextos rurales particulares percibidos como paisajes-burbujas de alta calidad.

      En este sentido, los ensayos que se presentan en este libro representan un esfuerzo de definición de nuevas perspectivas y maneras de analizar y proyectar el territorio contemporáneo, al definir dos grandes campos de investigación: el primero aborda la relación entre diseño territorial, sociedad y ambiente; el segundo, la relación entre territorio, cultura, patrimonio y sociedades locales.

      — Relación entre diseño territorial, sociedad y ambiente

      El primer grupo pone el enfoque sobre la relación entre temas y estrategias de diseño territorial, caracteres de las sociedades locales y ambiente. La hipótesis es que, a través de la redefinición de la relación entre estos tres diferentes campos, es posible definir una capacidad de visión territorial estratégica, anclada en la reconstrucción de una cultura y pensamiento sobre una idea de territorio entendido como bien común, al articular propuestas para la elevación de la calidad de vida de las poblaciones rurales, así como de la producción espacial del mundo rural y de la ruralidad. Se trata de abordar problemas como la detención de los procesos de desruralización; devolver la dignidad a las actividades primarias y el modo de producción campesino, lleno de conocimientos reparadores de los desastres ambientales y sociales de la agroindustria; reducir la huella ecológica con el cierre local de agua, desechos, energía y ciclos de alimentos; elevar la calidad ambiental de los espacios de transición entre campo y ciudad (protección hidrogeológica, calidad del aire, agua, redes ecológicas y paisaje); y, finalmente, reflexionar sobre los complejos y, a veces, borrosos procesos de gentrificación rural.

      En la relación entre diseño territorial, sociedad y medioambiente, el territorio cambia sus caracteres tradicionales para adquirir la condición de bien común, de bien inalienable tangible e intangible, es decir, objeto de reconocimiento, disponibilidad y valoración socialmente determinados, lo que lo saca de una condición de apropiación privada o de transformación en forma de mercancías. Lo común, que surge de esta relación como corazón del resurgimiento del valor territorial, se puede tomar como la fuente de una estrategia alternativa de planificación espacial, económica y ambiental, al enfocar el desafío, en particular, en la invención de nuevas formas de producción espacial y de riqueza, que pueden extraer de la reconstrucción de bienes territoriales locales las bases materiales de la producción de nuevos valores socioespaciales, ecológicos y económicos.3

      En las raíces de esta perspectiva territorialista (Thayer, 2003, 2013), resultado del cruce de la relación entre temas y estrategias de diseño territorial, caracteres de las sociedades locales y ambiente, se encuentra una concepción del territorio como un bien común complejo, basado en una interacción continua entre el sistema ambiental y el sistema antrópico de las múltiples acciones humanas, culturales, sociales, económicas, políticas, formas civiles, denominaciones y asignaciones de significado producido por un incesante proceso de territorialización, que corresponde a una reconfiguración continua de la complejidad.

      Por lo tanto, lo que se constituye es un espacio territorial que, de hecho, no es dado, sino que es un constructo, algo que no existe en la naturaleza, ya que la naturaleza del territorio es esencialmente una segunda naturaleza, transformada. Más bien, el constructo se entiende como resultado de una cogeneración entre diversos sistemas, conocimientos y prácticas de proyecto, así como del habitar territorial, donde pueden darse intercambios, simbiosis y conflictos (Roberts y Sykes, 2005; Couch, Fraser y Percy, 2008). El territorio,