Francisco Sierra Caballero

Ciudadanía digital y desarrollo local


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civil de nuestro continente, a saber: ¿cuáles son los puntos de partida y principales inflexiones vividas en el campo de la comunicación democrática?, ¿es posible seguir ligando comunicación, desarrollo y democracia en un entorno forzosamente marcado por el desarrollo tecnológico?, ¿qué desafíos y límites plantea la introducción de nuevos soportes, canales y modelos para un ejercicio ético de la comunicación ciudadana y el correcto funcionamiento de la Administración Pública Local?

      En definitiva, el presente trabajo trata de responder a la pregunta de cómo articular una nueva lógica de la participación ciudadana en el desarrollo urbano y la política municipal, a través de los nuevos medios desde la experiencia concreta y las prácticas locales desarrolladas en las ciudades de nuestro entorno comunitario. Partimos para ello del hecho incontrovertible del dominio de la cultura Big Data. En este, como en posteriores estudios del Plan Nacional de I+D, en trabajo de campo, partíamos de la constatación de la hipótesis fundamental de la centralidad que, hoy por hoy, adquiere el trabajo inmaterial y, más concretamente, las nuevas tecnologías digitales en los procesos de cambio y reproducción social ampliada que conforman las formas de participación ciudadana y la propia configuración del espacio público. La información y la comunicación pública constituyen en nuestra contemporaneidad, afirmábamos ya en 2008, componentes esenciales de la vida democrática. Sin información y acceso al espacio comunicacional, la libertad de expresión y otros derechos sociales tienden a ser conculcados. Hoy de hecho, la calidad de la vida democrática de una sociedad puede ser vinculada directamente con la vitalidad y diversidad del sistema infocomunicacional. Las Ciencias de la Comunicación han formulado, en este sentido, diversas teorías y conceptos para pensar y comprender las relaciones existentes, directa o indirectamente, entre el sistema social y el sistema público de comunicación, desde el punto de vista de la democracia. Esta línea de reflexión ha ido formalmente dejando de lado, no obstante, la participación que facilitan o restringen las mediaciones de las industrias culturales. En el actual contexto histórico, resulta por ello preciso pensar en qué medida las mutaciones de las industrias de la comunicación influyen en la apertura de nuevos procesos de participación y desarrollo comunitario, ponderando el impacto de las nuevas tecnologías digitales de la información en las dinámicas locales de desenvolvimiento. La propia UE, cuando piensa el papel estratégico de la Sociedad de la Información y del Conocimiento en la Agenda de Lisboa, apunta a definir como uno de los ejes centrales de la nueva modernización económica y política la función provisoria de Capital Social que aportan los nuevos medios, tal y como plantea la Informática Comunitaria o los estudios politológicos sobre confianza y buen gobierno en la era digital.

      La idea de Capital Social, implícita en los debates sobre Sociedad Europea de la Información, revela que, de uno u otro modo, existe, como aprendimos de movimientos como el 15M, un estrecho vínculo entre nuevas formas de agenciamiento y dispositivos digitales de representación, información y expresión cultural, en lo que Castells sintetiza como el gran salto de la Mass Communication al Self Media. Los nuevos medios digitales, la galaxia Internet, no solo han fortalecido las formas de integración comunitaria. En la medida que han ampliado las formas y el grado de participación ciudadana de la población, las redes interactivas de comunicación han transformado radicalmente las lógicas de sociabilidad. Si observamos, por ejemplo, las nuevas experiencias de movilización y activismo social de redes como Anonymous, y comparamos las formas tradicionales de gobernanza con las nuevas lógicas de politización de lo social latentes en los procesos de socialización de las comunidades virtuales, parece lógico, en consecuencia, pensar, como lo hace Putnam, que la participación ciudadana ha variado como indicador estratégico de la mayor o menor disposición de capital entre diferentes colectivos de población, por la crisis de confianza y la pérdida de autonomía local debido a múltiples factores que inciden en el aislamiento y desconexión ciudadana, entre ellos, por ejemplo, medios tecnológicos como la televisión e Internet, en la medida que tienden a separar a los miembros de una comunidad dada, estableciendo distancias e intereses disímiles contrarios, o al menos nada favorables, a la vida en común. En esta línea, autores como Jorg Becker vienen insistiendo sobre la desconexión ciudadana, la balkanización del espacio público, y el aislamiento y atomización de los individuos como una característica consustancial del nuevo entorno digital.

      Cuando iniciábamos hace quince años nuestros estudios en la materia, buena parte del debate teórico y académico sobre el papel de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación partía de una matriz interpretativa dicotómica, similar, en el fondo, a los términos de los célebres debates entre apocalípticos e integrados en torno a la cultura de masas. Pero la emergencia de nuevos procesos de participación local y global, en campañas como la elección del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, o movimientos como el 15M u Occupy Wall Street, han redefinido el contexto de deliberación científica de la comunidad académica a este respecto. Hoy sabemos, por ejemplo, que la reivindicación del nuevo netactivismo del derecho a la ciudad, que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno son cada vez más concebidos, necesariamente, como la construcción no solo de un proceso de inclusión y socialización ante los intensivos procesos de cambio social, sino, sobre todo, como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos, como Internet, que exige una mayor permeabilidad de la Administración Pública Local en el uso múltiple y variado de la información y el conocimiento necesarios para el desarrollo comunitario pues, en el fondo, asistimos a una crisis de la representación, tal y como apuntan, en su descripción de la revolución del común y las multitudes inteligentes, Negri y Hardt (Hardt & Negri, 2011).

      En este escenario, podemos concluir que las transformaciones en curso que introduce la cultura digital exigen, del buen gobierno y de las políticas de desarrollo local, una reformulación acorde con la cultura de las redes y el lenguaje de los vínculos. Este era el punto de partida de nuestro estudio y, hoy por hoy, es más que nunca notoria la pertinencia de nuestra preocupación a este respecto. Más aún, hoy se torna prioritario, indudablemente, pensar cómo evaluar y definir indicadores en materia de inversión en lo social y cultural que garanticen la democratización y desarrollo de nuevas formas de gobierno local, a través de las nuevas tecnologías de la información, planificando sistemas dialógicos de interacción y construcción de lo común. Entendiendo que el problema estratégico de las políticas locales hoy día es cómo evaluar y definir la participación para una nueva gobernanza que impacte favorablemente en los procesos de desarrollo comunitario desde una firme apuesta por la democracia participativa y pluralista en la era de la cultura como recurso, planteábamos a este respecto el reto de analizar diversos estudios de caso para sistematizar y dar forma al conocimiento concreto sobre las nuevas formas de construcción de la ciudadanía en los procesos de desarrollo urbano a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. En congruencia con esta idea, desde 2008, venimos tratando de procurar aportar tanto nuevos conocimientos sobre las estrategias y diseños de las políticas públicas de comunicación de las entidades locales, arrojando luz sobre los factores y elementos de innovación que contribuyen de forma determinante a la planificación de la comunicación para el desarrollo con las nuevas tecnologías, como información empírica sobre las lógicas democratizadoras de la sociedad de la información en el ámbito local, analizando las formas de autonomía y apropiación de las nuevas tecnologías en la promoción comunitaria y el desarrollo endógeno, surgidas con la estructuración y promoción pública de los sistemas de información y comunicación digital. En esta línea, por ejemplo, en el proyecto de I+D «Nuevas tecnologías de la información y participación ciudadana. Formas de mediacion local y desarrollo comunitario de la ciudadanía digital» (CSO2008-02206) se procuró diseñar una muestra teórica significativa para tratar de explorar las experiencias locales, mediante estudios de caso que permitan contribuir a una formulación teórica útil en la evaluación de las redes comunitarias, por medio del análisis empírico de diferentes tipos de apropiación social que hayan contribuido a revitalizar el gobierno y desarrollo local con metodologías participativas. De este modo se trataba, en definitiva, de describir y, tentativamente, explicar la nueva configuración sociopolítica de la era digital desde el punto de vista de su función estratégica de mediación económica y cultural que, hoy por hoy, recorre y determina transversalmente todos los órdenes y dimensiones de la vida social y cotidiana de la población.

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