Antonio Gallo Armosino S J

El Acontecer. Metafísica


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una aprehensión, en ella ‘estamos’ en la realidad. Y esta aprehensión es primordial porque toda otra aprehensión de realidad se funda constitutivamente en esta aprehensión primordial y la envuelve formalmente» (ibid, p. 65).

      La experiencia de lo que hace frente a nosotros, define la presencia de lo que es: existe «él», su carácter es su identidad.

      Una doble orientación encuentra Heidegger (Identidad y diferencia, 1988, p. 35):

      1 Hacia adelante, hacia lo diferente = lo no idéntico.

      2 Hacia atrás, hacia la esencia de la metafísica (a constituirse por la esencia de la diferencia).

Figura 2 Figura 2

      Hay una «pertenencia» mutua (entre identidad y diferencia). La pregunta de Heidegger sobre identidad «a» va más allá de la línea (mi ser –no mi ser–): el existente, el sí mismo idéntico y «b» más acá de la línea (de ser o de nada): son solamente conceptos.

      Por otra parte, Hegel, después de haber estudiado los aspectos de la autoconciencia y de la razón, llega a la conclusión diametralmente opuesta: «la identidad de la coseidad y de la razón»:

      En la observación de la naturaleza inorgánica desaparece ante ella el ser sensible; los momentos de su relación se presentan como puras abstracciones y como conceptos simples que debieran esta [sic] firmemente unidos con el se [sic] allí de las cosas, pero este ser allí se pierde, de tal modo que el momento se muestra como puro movimiento y como universal… Lo uno se enfrenta como ser para sí o esencia negativa a lo universal, se sustrae a esto y permanece libre para sí, de tal modo que el concepto realizado solamente en el modo de la singularización absoluta, no encuentra en la existencia orgánica su verdadera expresión de se [sic] allí como universal, sino que permanece como algo exterior (Femenología del Espíritu, 1994).

      Estas deducciones se nos harán más claras a lo largo de nuestra exposición, y podrán servir como punto de referencia para volver a plantear el problema del «es».

      4. ¿Por qué pregunta?

      La fenomenología pregunta por el ser que se da en la experiencia, en cuanto la experiencia es la actividad abierta e ilimitada. Y no se limita a la experiencia sensible, porque incluye todo tipo de experiencia: la emocional, la estética, la ética, entre otras, y las más abstractas como la matemática y la lógica. El «¿qué es?» se encuentra en la experiencia sensible, y también en el «pensar» conceptual, pero en nuestro primer enfoque nos referimos exclusivamente a la experiencia sensible y a la consiguiente realidad de las cosas.

      Si el ¿qué es? prescinde del existir, se refiere solo a su contenido, sentido y estructura. Si el ¿qué es? indica el existir, o simplemente es cópula, se refiere a identidad o equivalencia.

      Esta no tiene la limitación del lenguaje, que es consecuencia, ni la condición de la experiencia ni la limitación del concepto, elaboración reflexiva sobre la misma. La experiencia no es un límite, sino una apertura continua.

      En su libro Experience and Being: Prolegomena to a Future Ontology (Experiencia y ser), Calvin O. Schrag (1969), reconoce las críticas que rechazan a la experiencia como fundamento:

      El reconocimiento de la genericidad inicial, ambigüedad y vaguedad del término ‘experiencia’ no ofrecería un fundamento suficiente para borrarlo del discurso filosófico. Pues hay una ventaja singular en el uso del lenguaje de la experiencia como punto de partida filosófico. Este término, por sí mismo, establece unidad de visión, de acción, de percepción y de concepción, de conocimiento y de valoración, de teoría y de práctica (p. 78).

      En realidad, la experiencia es más que eso. No es «vaga», sino precisa; no es genérica, sino individual; no es ambigua, sino única en cada caso a pesar de ser mudable, dinámica y cambiante, precisamente porque «acontece».

      La misma pregunta sobre el ser es un efecto de la experiencia. En el caso del «es», la pregunta misma debe ser liberada de todo contexto para concentrarse en el «es».

      La pregunta completa incluye los elementos a continuación:

       ¿Qué es el mundo?

       ¿Qué es el valor?

       ¿Qué es el pensar?

       ¿Qué son el espacio y el tiempo?

       ¿Qué es el lenguaje?

      Eliminado el «qué» todavía permanece la afirmación del «es». Al mismo tiempo que se pregunta, también se afirma. No habría pregunta sin la afirmación del «es»; ambas son inseparables, y la afirmación es un dato de la experiencia: experiencia y conciencia se hacen inseparables y como tales habrá que analizarlos. Por otra parte, el «es» lleva consigo un contexto que constituye su amplitud y su aplicabilidad, más allá del puro ser.

      Es fundamental mantener a la vista la doble función del «es». La experiencia nos da el sentido de un «es» que significa «existir» y al mismo tiempo nos ofrece la posibilidad de entender de «qué» se trata este «existir». Esta ambigüedad entre una realidad y una posibilidad es fuente de muchos problemas.

      Por otra parte, la respuesta también es ambigua. Por un lado, afirma el «es», al mismo tiempo que pregunta. Si no supiera que existe, no preguntaría. Por otro lado, declara su ignorancia acerca del significado del «es». Afirma un «que» sin saber si el «existir» es real o no.

      Por esto, a veces se define la metafísica como «aquella actividad filosófica que se pregunta por el “ser”» (Heidegger loc. cit., p. 54). Para el fenomenólogo, la pregunta por él se refiere al ser primero, el que se da de repente y de inmediato en la experiencia. ¿Qué es lo que se experimenta? El ser es lo que se da ahí. Es lo dado, que se ve, que intuye, que se toca, que oye, que se encuentra; Zubiri (1962), en Sobre la esencia, habla de lo «de suyo» (p. 145).

      En este contexto, el ser de la experiencia es: acontecer, presencia, devenir, realidad, objeto, causa… No todas estas palabras son sinónimos, y esto se debe a la complejidad del ser mismo, que no es solamente esto, o uno: es un acontecimiento con todas sus posibles cualidades y determinaciones.

      Si especificamos con mayor precisión la pregunta sobre el ser experimental de la fenomenología, y consecuentemente creamos esta clase de «metafísica», se nos hará más fácil comprender y organizar las demás preguntas que surjan en conexión con los datos experimentales.

      Tendremos la fórmula: R:/ [–«esto»] «es»…

      La respuesta invierte los términos y coloca un nombre antes y el «es» a continuación de su contenido: el mundo «es», el pensar «es», la verdad «es», el espacio «es», el tiempo «es», el lenguaje «es», el devenir «es». También aquí existe el riesgo de confundir el sentido de la existencia con la aclaración del objeto. El «es» tiene el valor de una cópula gramatical, una partícula que tiende a desaparecer, para dar lugar a la identificación de dos nombres. Por ejemplo: «devenir es cambio». Solo establece una equivalencia o una inclusión. Con ello se genera una serie de problemas que deberán ser contestados. Pero el «es» no posee únicamente la función de cópula, porque al mismo tiempo afirma cierto tipo de existir.

Figura 3 Figura 3

      Habrá que recordar esta dualidad del «es» tanto en la pregunta como en la respuesta. Dualidad no significa necesariamente dialéctica, en el sentido de que un término sea la negación del otro. Hegel nota inmediatamente esta oposición y la interpreta enseguida como una oposición dialéctica. De allí desarrolla su teoría de la conciencia, y condena el conocimiento experimental a un nivel