Prólogo
La razón de ser de este libro
La sociedad se ha vuelto muy informal y esto se ve reflejado en la forma de vestir y de hablar. Lo mismo ha ocurrido con el comportamiento, las actitudes y los sentimientos. En las páginas de este libro encontrarás los principios tradicionales que son tan relevantes hoy como antes; no impiden la libertad en la sociedad sino que promueven la armonía y la expresión saludable de las convenciones sociales. La moralidad puede aplicarse al estilo de vida actual igual que se hacía anteriormente.
Nuestros valores morales no se han perdido. En ocasiones se muestran de forma gloriosa, tal como en el memorial del 9/11; en otras ocasiones parecen yacer dormidos. Sin embargo, están presentes en todos nosotros, y al igual que los retoños que brotan a través de la nieve fresca, al final elevan su corazón y brillan hacia la luz.
He escrito este libro sin el deseo de sermonear, sin apelar a la religión y sin abogar por ninguna filosofía en particular. Sin embargo, queda claro que ciertos comportamientos causan más problemas que los que resuelven y, por tanto, nos corresponde examinar nuestras formas de pensar y nuestros sistemas de creencias para generar la mayor cantidad de placer y felicidad que sea posible tanto para nosotros como para aquellos con quienes nos relacionamos. Este libro no debe verse como una imposición, sino más bien como un faro, una pauta para el pensamiento y el comportamiento.
Verás que hay una superposición entre algunas de las citas y el texto del libro; esto se debe a que algunos de los valores descritos son similares en sentido y connotación.
Las citas que se presentan aquí provienen de luminarias históricas así como de celebridades contemporáneas. He hecho mi mejor esfuerzo por dar el crédito apropiado a quien corresponda.
Yaël Eylat-Tanaka, 2014
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Introducción
«Aspiren a la decencia. Practiquen la civilidad hacia los demás. Admiren e imiten el comportamiento ético en donde quiera que lo encuentren. Apliquen un estándar moral rígido a sus vidas; y si de vez en cuando fallan, como seguramente ocurrirá hagan ajustes a sus vidas, no a los estándares».
~ Ted Koppel
Los códigos morales han gobernado a la sociedad desde el principio de los tiempos. La moralidad era un conjunto de reglas de comportamiento que hacían posible la coexistencia de los seres vivos. Dicho seres no solo eran los humanos, sino también algunos miembros del reino animal: leones, hienas, lobos y muchas otras especies. Las reglas se desarrollaron para establecer un orden jerárquico aceptable y asignar un rol de estatus del macho alfa versus el macho joven en relación a los derechos de apareamiento y alimentación dentro de la sociedad, con el propósito de lograr una coexistencia suave y una interacción armoniosa entre los miembros del grupo. Aunque las jerarquías se han mantenido relativamente constantes y predecibles en lo que se refiere al comportamiento considerado como aceptable entre los animales, no ha sido así en el caso de los humanos.
Al evolucionar la civilización, muchas de las reglas que fueron tan útiles para fomentar y mantener el éxito de las sociedades, se examinaron, probaron y reconfiguraron en favor de una actitud más relajada y temeraria como la que existe en la actualidad. Lo anterior se ve reflejado en muchas de las facetas de la sociedad contemporánea, desde la falta de escrúpulos en los negocios hasta la codicia en Wall Street, pasando por la deshonestidad tanto en la política como en la vida marital. Ese cambio en las actitudes ha dado como resultado una epidemia descontrolada de ansiedad y depresión en el mundo moderno.
Con esto no estoy llamando a tomar los hábitos religiosos o a abrazar un credo en particular. Hay que enfatizar la relevancia atemporal de algunas reglas de comportamiento que van más allá de las cortesías superficiales; son reglas universales que tocan la totalidad de nuestras vidas, tanto a nivel de la psique personal como entre las relaciones con nuestros semejantes.
Los humanos tenemos defectos. Fuimos dotados con todas las cualidades y potenciales que pueden convertirnos en héroes o villanos. Es una cuestión de elección; nosotros decidimos la senda que tomará nuestra vida, el papel que despeñaremos en el mundo y el legado que dejaremos.
Algunos hombres y mujeres de sabiduría nos han hablado ya sobre esto. Desde la elocuencia de Winston Churchill hasta la esperanza franca del presidente Mandela, desde Michael Jackson y Oprah Winfrey hasta George Washington y Voltaire. La paz, la fe y la caridad no son solo palabras nobles que se dicen desde el púlpito; no son anticuadas e irrelevantes – al contrario, tienen tanta relevancia e importancia hoy como siempre la han tenido.
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