Jorge Ayala Blanco

El cine actual, confines temáticos


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de clásico documental Kon-Tiki filmado por el propio jefe de la expedición Heyerdahl sobre la marcha, difundido por todo el mundo en 1951, debidamente oscareado y narrado en sus memorias traducidas en su momento a 70 lenguas, recreando aquel duro rodaje inusitado con discreta indiscretísima camarita ubicua, inoportuna cual pocas y a veces actuando desde una pequeña lancha apenas flotadora para conseguir tomas de conjunto, logrando además, sobre la marcha, espléndidas efigies de la excéntrica tripulación y exóticas visiones de los nativos de los puntos de partida y de arribo, si bien reservando hasta la coda concluyente su guiño metafísico de cine dentro del cine, con esas cándidas imágenes en blanco y negro irrepetible e insólitamente originales mientras se especifican los futuros destinos peculiares de los participantes. Y la navegación precolombina empieza como soliloquio de complicidad secreta consigo misma, al presentar la negación de no volver a hacerlo del niño Thor que saltaba de témpano en témpano de hielo-casi-irrealidad-espejismo que se quebró semicongelándolo, y termina como innombrable tragedia subjetiva, al unir a distancia ante una misma puesta de sol al victorioso adulto Thor que ha dejado todo por detrás y a la linda esposa rubia Liv (Agnes Killelsen) que lo ha abandonado con el deseo de no coartar su renovado propósito de ir en libertad rumbo a lo desconocido, para expulsar y dejar atrapadas entre esas dos bellas secuencias poéticas la idea fija y la tenacidad hasta sus últimas consecuencias, el esplendor y la gracia, la agonía y el éxtasis, la obsesión y la culpa, las acres riñas y la entropía, la plenitud y el vacío de un fílmico-suprafílmico retrato / autorretrato del aventurero de hoy y de nunca más.

      El abandono cauteloso

      La demora

      Uruguay-Francia-México, 2012

      De Rodrigo Plá

      Con Carlos Villarino, Roxana Blanco, Óscar Pernas

      En La demora, desolador tercer largometraje del uruguayo-mexicano de 44 años Rodrigo Plá (Desierto adentro, 2006-08; La zona, 2007), con guion de Laura Santullo basado en su cuento La espera, el octogenario abuelo montevideano obviamente jubilado y vuelto hacia el recuerdo Agustín (Carlos Villarino) se ha vuelto una pesada carga cotidiana para su hija costurera y madre solitaria con tres demandantes críos María (Roxana Blanco) que lo baña, le corta las uñas de los pies, le da prioridad por encima del exgalán aún respetuosamente interesado con quien ella cuenta para emergencias Néstor (Óscar Pernas), la exaspera al internarse extraviadamente en la ciudad en busca de añoradas casas desparecidas, lo intenta meter sin posibilidad de éxito en un asilo y finalmente aprovecha una breve ausencia desobediente del anciano para dejarlo esperando infructuosamente por ella en la banca de una plazoleta de cualquier unidad habitacional, mañana, tarde, noche, durante un invierno congelante, inventándose la mentira de que lo ha dejado en una casa de asistencia, sin que el infeliz que va y viene al mismo sitio de la espera permita ser guarecido en alguna casa de acogida, pese a los misericordiosos requerimientos de vigilantes y cierta septuagenaria alma caritativa que le ofrece un tecito, hasta que la mujer arrepentida, luego de provocar desencuentro tras desencuentro y peregrinar rabiosa por albergues para indigentes, decida ir a buscarlo al exacto lugar público donde alevosamente lo abandonó. El abandono cauteloso coloca a los cuerpos en primer término, sean el del viejo frágil hacia un extremo demolido y el de la hembra con perpetuos labios arrugados de amargura, sean el del anciano costal de carne fofa chorreando bajo la ducha al punto de parecer desplomarse y el de la señora usando el mingitorio como ámbito interior milusos (contar billetes, ponerlos a secar, fumar, telefonear), sean el del provecto aferrado al tubo del autobús para llegar más pronto o a la banca como último asidero con el mundo y el de la titubeante desafiliada jodida mordiendo anímicamente a las obreras que le llamaban compañera: posneorrealistas cuerpos-excrecencia, cuerpos-subproducto social, cuerpos-reflexión exculpadora. El abandono cauteloso se estructura como un cuento minimalista a dos únicas voces (la del zorro plateado, la de su hija ajada), tanto a nivel narrativo y dramático como en lo visual, por lo que clava la duda de si la profusión de los desenfoques que habitan el film tienen alguna función particular (cercar a los personajes, aislarlos de su contorno) y significado intuitivo-instintivo (la disolución del entorno en la intimidad egoísta y el prevalecer pese a todo del maldito lazo afectivo), o son meras ocurrencias gratuitas o coqueterías boniteras e irresponsables de la avezada cinefotógrafa María Secco, por lo demás severa en sus encuadres y pictoricista en su manejo de microfulgurantes tintes ocreazulosos en los interiores de la clase media jodida, en las calles desiertas o ante los edificios-barrera. Y el abandono cauteloso aborda el endémico tema universal del abandono a los adultos mayores de manera frontal, eficaz en lo emotivo y con más contención convincente de lo esperado, para no tratarse de ningún remedo de Hirokazu Kore-eda (Maborosi, 1995) ni del abandono al hijito ciego de Majid Majidi (Los colores del paraíso, 1995) o al autista de Gabriela Monroy (corto Un viaje, 2004), superando mediante rigor puro las aberrantes fábulas anteriores de Plá-Santullo (la cristera criptopanista Desierto adentro, la claustrofóbica xenófoba La Zona), para que ahora esa conmovida hija levante al guiñapo ovillado del pavimento y parta con él, más allá de la inquietud trágica y la reconciliación superficial (“¿Te pasó algo, verdad? ¿Ustedes cómo están? Estoy un poco fatigado”), acaso padre e hija sustancialmente transformados.

      El espíritu comunitario

      7 días en La Habana

      España-Francia-Cuba, 2012

      De Benicio del Toro, Pablo Trapero, Julio Medem, Elia Suleiman, Gaspar Noé, Juan Carlos Tabío, Laurent Cantet

      Con Josh Hutcherson, Melvis Santa Estévez, Alexander Abreu

      En 7 días en La Habana, siete destacados cineastas internacionales intentan discernir y cercar la esencia lúdico-dionisíaca cubana, porque aún existe y se deja atrapar por una cámara involucrada y ensimismada de distintas maneras, a través de siete anécdotas urbanas o retratos individuales, escalonados en siete segmentos fílmicos, correspondientes a cada uno de los días de la semana, logrando poner de manifiesto los eclecticismos, complejidades, incongruencias y contradicciones de una ciudad inabarcable como La Habana, por encima y por debajo de sus atractivos turísticos y pintoresquismos, donde lo más relevante habrán de ser los sentidos que reviste un mismo espíritu comunitario, irrefutable y muy suyo, pero siempre con guion populachero del novelista policial cubano Leonardo Padura y proteica música tropicosa de Xavi Turull, Pelvis Ochoa y Descener Bueno para crear artificialmente un principio de unidad estilística. El espíritu comunitario se caracteriza por un sentido del asombro, pues en Lunes: El Yuma del recio actor soderberghiano Benicio del Toro (Tráfico, 2000; Che el argentino, 2008) debutando como realizador, el ingenuo estudiante gringo con gorra de los yankees Teddy (Josh Hutcherson) es arrastrado por un taxista-ingeniero (Vladimir Cruz) a una parranda loca en la que intenta ligar superhembrazas y apenas lo consigue con un travesti socialmente repudiado (Alberto Espósito) que sólo quería darle baje a su gorrita, entre sueltos cuerpos erotizados y sorprendentes atmósferas variopintas, allí donde la voluntad de estilo significa el sistemático establecimiento de un régimen de planos muy observadores, parcos, buenaondas, y un divagante montaje ambiciosamente todoabarcador. El espíritu comunitario se consagra por un sentido de la humildad, pues en Martes: Jam Session, del inspirado iniciador del minimalismo argentino Pablo Trapero (El bonaerense, 2002; Elefante blanco, 2012), el reventado cineasta serbio Emir Kusturica (él mismo) es rescatado de la desesperación etílica por un afrochofer festivalero (Alexander Abreu) que resulta ser un trompetista prodigioso y un espontáneo amigo desinteresado, entre comunicativos cuerpos contiguos y enclaustradas atmósferas regeneradoras, allí donde la voluntad de estilo significa el sistemático establecimiento de un régimen de planos muy acosadores, atentos, virtusísticos, y un alegre montaje esplendorosamente suntuoso. El espíritu comunitario se desmembra por un sentido del arraigo, pues en Miércoles: la tentación de Cecilia, del ahora machacón erotómano vasco Julio Medem (de Vacas, 1992, Lucía y el sexo, 2001, y Habitación en Roma, 2010), la bolerista de bemba irresistible Cecilia (Melvis Santa Estévez) se plantea el hoy crucial dilema de largarse con el seductor empresario (Daniel Brühl) que le promete el estrellato en España o quedarse en el ostracismo con un novio beisbolista fracasado (Leonardo Benítez) pero machistamente bravero y cogelonamente triunfador, entre parsimoniosos cuerpos antiexhibicionistas