tiene. Es interesante observar que para la lógica de predicados monádicos (fragmento de la preferida por Quine) no solo tenemos sistemas de prueba correctos y completos sino también decidibles. Y esta última propiedad, puede decirse, está tan ligada como las otras dos al sentido común de lo que llamamos lógica. El fragmento monádico se expandió siguiendo el deseo de validar como lógicos todos los razonamientos matemáticos. Quitado ese objetivo ¿por qué no frenar la expansión y detener allí el alcance de la lógica? Con el interesante resultado de que, entonces, la relación lógica de predicación vuelve a ser la puramente atributiva de cierta tradición (FLRS, §§2, 3), la lógica no supera el alcance de una silogística ampliada y las relaciones se tratan como casos especiales de atributos que requieren postulados materiales.
2 Aunque, veremos, así se plantea otro interrogante difícil acerca del alcance de este modo conjuntístico de determinar significados.
3 Pero ¿cómo se identifican y evalúan esos frutos? Tal cosa ha de involucrar consideraciones externas a T y esto, probablemente, incluya la afirmación teórica de que la verdad o la utilidad de T requiere que existan ciertas entidades (las que integran el domino de sus variables).
4 Pero ¿no intervendrá esta visión externa en el momento de justificar la elección del lenguaje-objeto?
5 Aunque Quine no lo haya señalado, podría fortalecerse su posición apelando a un camino davidsoniano que emplee una estrategia tarskiana cuasiextensional (extensional excepto por el concepto de sostener como verdadero que, sin embargo, no discrimina significados oracionales) para atribuir condiciones veritativas a las oraciones comunes de modo que quedan establecidas las verdades lógicas.
6 Moretti (2013) incluye un intento por agregar alguna claridad, que probablemente se agote en agregado de palabras. No evito la pertinente tentación de recordar aquí unos versos de Almafuerte, que tiempo atrás me señaló Simpson: “La azucena, la nieve y el armiño/ pierden su nitidez al microscopio/ el afán del análisis es propio/ del imbécil, del pérfido y del niño” (en ese caso espero que, con ayuda de los años, solo ocupemos la última categoría).
7 Cfr. Simpson (2017). [Esta nota no pudo aparecer en la edición original].
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