Vanderlei Dorneles

El último imperio


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el cielo (21:1-22:5)

      A’. Epílogo (22:6-21)

      El investigador adventista Kenneth Strand (1927-1997) fue uno de los primeros estudiosos del libro de Apocalipsis que observó, en el libro, la estructura en paralelismo tipo quiasmo. Él percibió que los capítulos 1 al 5 se referían a eventos de la Era Cristiana, destacando la peregrinación de la iglesia en la Tierra, mientras que los capítulos 19 al 22 apuntaban hacia eventos del tiempo del fin y la Tierra Nueva, mostrando a la iglesia en el cielo. De esa manera, Strand vio la primera parte de la estructura del libro como “especialmente histórica”; y la segunda, como “primariamente escatológica”, referida al fin del tiempo (Paulien, The Deep Things of God, p. 124). Esa hipótesis se comprueba, por ejemplo, en el clamor de los mártires cuya vida fue segada por la persecución durante la Edad Media: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apoc. 6:10), y en la respuesta a este clamor, la que expresa alabanza a Dios después del Juicio: “porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (Apoc. 19:2)

      Ekkehardt Müeller, teólogo adventista, reafirma esa metodología en Apocalipsis. “El libro de Apocalipsis puede ser dividido en dos grandes partes. La primera (Apoc. 1-14) consiste en varias series históricas de eventos que abarcan desde los tiempos del apóstol Juan hasta la consumación final. La segunda parte (Apoc. 15-22) trabaja solamente con eventos del fin de los tiempos, y ha sido llamada la parte escatológica” (p. 3).

      Jon Paulien, también investigador del libro de Apocalipsis, explora diversas expresiones que aparecen en ambos lados del paralelismo en quiasmo. Ellas confirman una intencionalidad en esa estructura del libro. Por ejemplo, el prólogo y el epílogo registran términos paralelos como “las cosas que deben suceder pronto[...]” (Apoc. 1:1; 22:6), “bienaventurados aquellos que [...] guardan las cosas” (1:3; 22:7), “el tiempo está próximo” (1:3; 22:10), “las siete iglesias” (1:4; 22:16) y “Yo soy el alfa y el omega” (1:8; 22:13). El primer bloque de la estructura (“La iglesia en la Tierra”) y el último (“La iglesia en el cielo”) usan en paralelo las expresiones “el primero y el último” y el “Principio y el Fin” (1:17; 21:6), el “árbol de la vida” (2:7; 22:2), “la segunda muerte” (2:11; 21:8) y la “Nueva Jerusalén” (3:12; 21:10). Las secciones de los “siete sellos” y del “milenio” usan en paralelo las expresiones “veinticuatro ancianos” (4:4; 19:4), “cuatro seres vivientes” (4:6; 19:4), “el Cordero” (5:6; 7:17; 19:7, 9) y “el caballo blanco y su caballero” (6:2; 19:11). Diversos paralelos diferentes a estos pueden ser explorados a partir de esta matriz inicial.

      Con esta estructura, Apocalipsis destaca el punto central del libro exactamente en los capítulos 12, 13 y 14. Estos tratan el gran conflicto entre Dios y Satanás, que tiene como foco la adoración al único y verdadero Dios, y la obediencia a su Ley. En el centro del libro de Apocalipsis se encuentra la promesa de victoria sobre el dragón, precisamente, en el medio del libro, como su punto esencial. Es curioso que la división del libro en versículos colocó los textos 12:7 al 11 exactamente en el centro gráfico del libro de Apocalipsis. Considerando esa división, se encuentran el mismo número de versículos antes y después de ese fragmento. En ese núcleo del libro, se encuentra la victoria sobre el enfurecido dragón por parte de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús (Apoc. 14:12), y que han vencido por medio de la “sangre del cordero” (12:11). Como no podría ser diferente, el poder del imperio estadounidense es uno de los protagonistas en el clímax de este conflicto.

      Las visiones del libro de Apocalipsis, por lo tanto, no son dadas o narradas en orden cronológico ni histórico, ni los diversos bloques de visiones que componen las dos partes principales del llamado paralelismo en quiasmo pueden ser alineados de forma cronológica. Por eso, el estudio de este fragmento del Apocalipsis (caps. 12-14) puede ser abordado desde diferentes puntos, algo que puede hacerse incluso con Apocalipsis 14:6 al 12, fragmento considerado uno de los lugares clásicos en la definición de la identidad y de la misión del pueblo de Dios en los últimos días.

      Los tres mensajes angélicos proclamados en esa visión pueden ser considerados como el “punto de partida” de la crisis final, o del clímax del gran conflicto entre Dios y el enemigo, en el que la bestia de dos cuernos ejerce un papel central. Los mensajes cumplen esa función por causa de su contenido dirigido directamente hacia la adoración al verdadero Dios y la obediencia a su Ley.

      Los tres mensajes angélicos

      Ya que los tres mensajes angélicos son el punto de partida del clímax del Gran Conflicto, un estudio sobre su contenido ayudará a observar el contexto más amplio y las motivaciones específicas de la crisis en la que el imperio estadounidense ejerce su papel profético.

      Apocalipsis 14:6 al 12 relata la visión de tres ángeles que vuelan por en medio del cielo, proclamando mensajes objetivos y escatológicos. El primero predica el “evangelio eterno”, con el anuncio de la hora (el tiempo) del juicio de Dios, y un llamado a que el mundo tema y adore al Dios creador (vers. 6, 7), refiriéndose al cuarto Mandamiento, que requiere la observancia del séptimo día en memoria de la Creación. El segundo ángel anuncia la caída de Babilonia, un hecho que es consecuencia de la proclamación del primer mensaje. El tercero, por su parte, advierte al mundo sobre el peligro de adorar la imagen de la bestia y de recibir su marca, que es el resultado de la acción y de la influencia de la bestia de dos cuernos.

      Hans K. LaRondelle, estudioso adventista de las profecías adventistas, dice que el mensaje de estos ángeles se reviste de urgente importancia, pues ellos proclaman “el llamado final del Cielo a toda la gente para que renuncie a cada forma de idolatría y falsedad”, a fin de que “adore al Creador y acepte su evangelio eterno”. Él afirma que, además, frente a la última amenaza del Anticristo, Dios requiere una doble lealtad: “Fidelidad al testimonio de Jesús y obediencia a los mandamientos de Dios (Apoc. 14:12)” (p. 980).

      Los tres ángeles simbolizan un movimiento profético que puede ser identificado por el contenido de su mensaje, y la localización de ese movimiento en el tiempo histórico es bastante clara. El primer ángel anuncia la llegada del Juicio (Apoc. 14:6, 7), con un mensaje que se relaciona con las profecías de Daniel 7:9 al 14 y 8:14. Esa profecía anuncia el tiempo histórico del inicio de la purificación del Santuario celestial, que corresponde al antitipo del “Día de la Expiación” del Santuario terrenal (Lev. 16); es decir, el Juicio Investigativo. A su vez, el tercer ángel es inmediatamente seguido por el retorno literal y glorioso del Señor (Apoc. 14:14-16). “Por esta razón, todos los mensajes son proclamados en el período que va desde 1844 hasta la segunda venida de Cristo. Ellos constituyen el último llamado de Dios a la humanidad” en el clímax del Gran Conflicto, siendo transmitidos por un pueblo leal a los mandamientos de Dios (ibíd.).

      En el clímax del Gran Conflicto, por lo tanto, Dios suscita un movimiento profético, representado por los tres ángeles, para proclamar la salvación por la gracia mediante la fe para la santificación (“el evangelio eterno”) como la única esperanza para el mundo que se encuentra frente al Juicio de Dios. La crisis final se precipita con las acciones de la bestia de dos cuernos, y hace evidente la reacción del dragón frente a la restauración de la verdad y de la Ley de Dios, que es consecuencia de la proclamación final y universal de los tres mensajes angélicos.

      La apelación del primer ángel, de adorar “a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7), presenta una relación intertextual con el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, que ordena la observancia del sábado. En la Ley de Dios, el motivo dado para el cuarto Mandamiento es: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Éxo. 20:8-11). En el primer mensaje angélico, el orden de las entidades creadas, en términos de “cielo”, “tierra” y “mar”, hace evidente que la visión contiene una cita del cuarto Mandamiento, a fin de apuntar a la observancia del sábado y su mensaje como componentes esenciales de la conducta requerida frente al Juicio inminente. En el contexto de Éxodo 20, cuando