sobre la noticia y me apresuro a subir a mi habitación, donde Fabienne probablemente ya esté durmiendo a estas horas.
Cuando entro en la habitación, con la luz apagada y sin hacer ruido para no despertarla, su voz en su versión más aguda me pregunta: - "¿Estaba buena la manzanilla de Giovanni? Evidentemente es más dulce que yo, ya que has preferido disfrutar dejándome aquí sola."
- "¡Vamos, cariño, no te pongas celosa!" - le digo con mi mejor sonrisa.
- "No hay nada en el mundo más dulce que tus labios" - susurro besándola.
Responde apasionadamente al beso, pero luego recuerda que es una mujer... y quiere tener la última palabra: - "El caso es que me dejaste sola durante mucho tiempo... Ya me preocupaba que te hubiera pasado algo o, peor aún, que te hubiera pillado una de esas "monas" demasiado maquilladas que siempre te hacen ojitos. Esos días se acabaron. Deberían entenderlo, ¡ya que todas las noches estoy junto al piano!"
- "Tranquila, amor" - le digo - "Sabes que no tienes nada que temer en ese sentido. Sólo te quiero a ti y no te cambiaría por nadie en el mundo. ¿Dónde puedo encontrar a otra con una nariz tan bonita y respingona como la tuya?."
El cumplido da en el blanco y Fabienne, que afortunadamente no es de las que se enfurruñan demasiado tiempo (también me gusta por esto), deja el camino de la guerra para fumar la pipa de la paz. Tras la reconciliación le cuento los acontecimientos de la noche que han provocado mi retraso y ella, contrita, se disculpa por haber pensado mal de mí. Nos damos las buenas noches y apagamos la luz, pero al cabo de unos instantes Fabienne salta sobre la cama y dice emocionada: - "¡Claro, lo sabía!"
- "¿Qué te pasa ahora?" - le pregunto - "Casi me da un infarto... ya estaba a punto de dormirme."
- "Pero sí, el eslavo, era él, ¡estoy segura!"
- "¿Qué eslavo? ¿Qué tiene que ver el eslavo con esto ahora?" - le pregunto con curiosidad.
- "¿Recuerdas que esta noche en el piano-bar te burlaste de mí cuando te dije que los dos eslavos eran espías del KGB y que estaban espiando a los dos chinos? Eso es exactamente lo que pasó."
- "¿A qué hora tuvo lugar la intrusión en la suite de Wang Shi?" - me pregunta.
- "Entre las 10 de la noche, cuando salieron para subir al jardín de la
azotea, y las 11.40 de la noche, cuando volvieron a dormir" - le respondo.
- "Uno de los dos eslavos salió hacia las 22.15 horas del piano-bar y volvió más de media hora después de forma furtiva, caminando cerca de la ventana donde había menos luz. Incluso te lo señalé... ¡pero te burlaste diciendo que leía demasiadas novelas de espías!
- "¡Hombre! Es verdad" - le digo impresionado por esta revelación - "Pero yo no me apresuraría a sacar conclusiones. Podría ser una coincidencia. Mañana por la mañana, después del desayuno, intentaremos investigar más esta historia."
- "De acuerdo" - me dice - "Pero si resolvemos el caso, tendrás que decirle a Manfredi que todo es gracias a mí... además me invitarás a cenar en ese romántico restaurante del Tíber, donde nos alojamos para celebrar nuestro primer aniversario."
- "Trato hecho" - confirmo con un apretón de manos - "¡Palabra de músico!"
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