América Latina juega. Historias del videojuego latinoamericano
Primera edición: 2021
ISBN: 978-84-17649-83-8
Depósito legal: SE 606-2021
©2021 Ediciones Héroes de Papel, S.L.,
sobre la presente edición
P.I. PIBO. AV. Camas, 1-3. Oficina 34. 41110
Bollullos de la Mitación (Sevilla)
Autor: Luis Wong
Edición: Ricardo Martínez Cantudo
Arte y maquetación: Ezequiel Sona
Corrección: Isaac López Redondo y Daniel García Raso
Producción del ePub: booqlab
© Todas las imágenes incluidas en el libro tienen sus respectivos propietarios, licenciatarios y/o titulares de contenido, y han sido incluidas en el libro a modo de complemento para ilustrar el contenido del texto y/o situarlo en su contexto histórico y/o artístico. En caso de que existiera cualquier tipo de error en la identificación de los respectivos titulares o ausencia en la identificación de los mismos, puede ponerse en contacto con la editorial para subsanar el posible error en futuras ediciones.
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Dedicado a los desarrolladores
de videojuegos de Latinoamérica.
ÍNDICE
CAPÍTULO 1. Perú: The King of Peru
CAPÍTULO 2. Uruguay: cómo se hizo Kingdom Rush
INTERLUDIO 1. Un ensayo de videojuegos en tres movimientos
CAPÍTULO 3. Chile: tres hermanos crean un estudio de videojuegos en Santiago de Chile
CAPÍTULO 4. Colombia: el viaje de Efecto Studios
INTERLUDIO 2. Un juego autobiográfico
CAPÍTULO 5. Argentina: tres amigos crean videojuegos
CAPÍTULO 6. México: el origen de Mulaka
INTERLUDIO 3. Veinte mil creadores de videojuegos invaden una ciudad
CAPÍTULO 7. Brasil: trayendo de vuelta un clásico juego de carreras
CAPÍTULO 8. Venezuela: Venezuela acaba con los videojuegos
PRÓLOGO
Para un turista es muy fácil encontrar tiendas con productos locales. Parte del placer de viajar es descubrir los objetos cotidianos de otras culturas. Así, es posible encontrar comida típica, vestimenta propia del lugar y por supuesto música, cine y literatura lugareña. Cuando viajo suelo fantasear con descubrir una tienda equivalente para videojuegos pero, lamentablemente, eso casi nunca sucede.
Digo casi porque hoy son pocos los países y regiones que han logrado desarrollar una estética y temática propia en videojuegos. El caso más claro es Japón, donde muchos videojuegos comparten una estética tanto audiovisual como de jugabilidad y además donde se desarrollan temáticas de nicho que, al menos en su origen, apuntan a un público local.
¿Es posible reconocer la procedencia de un videojuego de la misma manera que podemos hacerlo con la música o el cine? Hago esta pregunta pues realmente me interesa saber si existe algo reconocible como un «videojuego latinoamericano» que se escape a la globalización. Aunque hay algunos indicios, por ahora creo que la respuesta es negativa. Pero no pierdo las esperanzas. Y por supuesto que no tengo en mente una triste caricatura como la serie Trópico ni tampoco juegos con una temática necesariamente estructurada alrededor del realismo mágico o de nuestras culturas originarias.
Si queremos entender mejor qué rol jugamos dentro de los videojuegos lo mejor será ir al inicio, o al menos a uno de los tantos inicios de nuestra cultura gamer. En 1972 Magnavox lanzó en EE. UU. Odyssey, la primera consola de videojuegos de la historia. Esta creación de Ralph Baer incluía una larga lista de juegos y una gran ausencia que no sería remediada hasta la versión internacional lanzada en México y otros países dos años después. El juego faltante no es difícil de adivinar; en el 2018 fue el tercero en ventas a nivel mundial y el número uno si limitamos la temática a deportes. A modo de adivinanza, su nombre proviene del inglés y comienza con pie y termina con pelota.
Como buen fetichista de los videojuegos, hace varios años compré una Odyssey completa de 1972 (serie A por si a algún ñoño le interesa el dato). Reposa en una estantería junto a varios otros juegos que en la década de los setenta no tuve ni dinero ni oportunidad de tener y que calculo que decoran mi estudio para recordarme de dónde venimos. Junto a la Odyssey hay otra caja que un buen amigo me consiguió en Buenos Aires y probablemente sea a la vez el