Varias Autoras

E-Pack Bianca y Deseo julio 2021


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están marcha.

      –¿Lo están?

      El día anterior le habría parecido bien, pero el día anterior no estaba respirando el mismo aire que Dante. Desde entonces estaba puesta a prueba y se había enfrentado cara a cara con su vulnerabilidad respecto a él.

      –A todo el mundo le interesa que esto suceda. Todos estamos en el mismo barco.

      –Lástima que no se pudiera decir lo mismo de nuestro matrimonio.

      No tendría que haberle dolido que él no lo negara, pero le dolió.

      Su decisión de marcharse había sido recibida con un alivio mal disimulado.

      –No creo que nadie confiara en que durara, ni siquiera tú…

      Dante volvió a encogerse de hombros.

      –Yo nunca creí que me casaría. Creo que el matrimonio significa cosas muy distintas para nosotros dos –Dante empezó a recoger la ropa para vestirse–. Nuestras vidas se cruzaron, pero ahora…

      Se cruzaron pero casi no conectaron. Tal vez fuera la profundidad de su reacción lo que hizo mostrar cierta contención. Necesitó de todo su autocontrol para no ir detrás de aquella impresionante mujer de piernas interminables y piel dorada que había visto en el vestíbulo del abarrotado teatro, o al menos buscar su nombre… pero Dante se marchó.

      Cuando días más tarde estaba en primera fila de un desfile de ropa del diseñador de moda de la temporada, vio a aquella rubia desfilar con las manos en las caderas y rezumando sensualidad. Permitió que su acompañante, no recordaba quién, lo arrastrara a la fiesta que se celebraba después, el tipo de eventos que él normalmente evitaba. Ahí supo que la mujer se llamaba Beatrice, y que ya se había marchado. Su acompañante se quedó en la fiesta y él salió corriendo de allí, poseído por una sensación de urgencia que no quería pararse a analizar. Unos días más tarde se topó literalmente con ella en las escaleras de la galería donde se había celebrado el desfile. Parecía más joven sin todo aquel maquillaje y el peinado, y Dante decidió en aquel instante que, si el destino existía, tenía que dejar de luchar contra él. Nunca antes se había sentido tan atraído por una mujer.

      El ruido del trasiego de la vajilla en la parte inferior atajó sus recuerdos y provocó que Beatrice diera un respingo.

      –¿Qué tal está Maya? –preguntó él.

      –La gente por fin empieza a reconocer su talento artístico.

      Tal vez su hermana pensara que el talento hablaba por sí mismo, pero Beatrice sabía que no era así. Ella había tomado clases nocturnas de marketing durante el tiempo que fue modelo, y todo lo que ganó en aquella época lo ahorró para la empresa que quería montar de moda ecológica.

      –¿Vas a estar bien? –preguntó Dante mientras terminaba de abotonarse la camisa.

      –Estaré fenomenal.

      Lo estaría, no iba a permitir que la adicción a Dante de unos meses definiera el resto de su vida. Había aceptado que le resultaría doloroso durante un tiempo, pero era una persona fuerte por naturaleza.

      Cuando su padre murió, la gente le dijo que era muy fuerte, una roca. Y luego, cuando su madre se casó con Edward, ella estuvo allí para Maya, que había sido el objetivo del maltrato de su padrastro. Durante un tiempo ella fue la única que vio lo que hacía aquel hombre, porque no había nada físico en sus acciones, pero había empezado a destruir de manera sistemática la autoestima de su hermana.

      Durante un tiempo, su madre eligió al hombre con el que se había casado por encima de sus hijas. Se creyó sus mentiras, permitió que la manipulara y controlara todos los aspectos de su vida. Fue una mala época que duró mucho tiempo. Beatrice, que era más crítica que su hermana, había tenido que hacer un gran esfuerzo por perdonar la debilidad de su madre.

      Resultaba irónico que su matrimonio con Dante le hubiera demostrado que ella tenía aquella misma debilidad. Dante no había mentido, lo que convertía el autoengaño de Beatrice en algo todavía peor. Había querido creer que era algo que no era, que entre ellos había algo que no existía.

      Apartó de sí aquellos recuerdos y se centró en el hecho de que Maya y ella habían perdonado a su madre, el vínculo había sobrevivido, y ellas también. Ahora lo único que ambas querían era que su divorciada madre dejara de sentirse culpable.

      –¿Cómo están tus padres? –se sintió obligada a preguntar, pero sin ninguna calidez en la voz.

      –Más o menos igual.

      Beatrice alzó las cejas al recordar aquella primera cena en el palacio con sus padres. La tensión de la sala le quitó el apetito, y terminó yéndose a la cama sin comer…

      Y sola.

      Eran las dos de la mañana cuando se despertó al escuchar los pasos de Dante. Recordó haber estado esperando, comprobando la hora cada pocos minutos. En una habitación desconocida, una cama desconocida y un país desconocido, todo se hacía más duro.

      Beatrice había encendido la luz de la mesilla de noche.

      –Lo siento, no quería despertarte.

      Recordaba claramente la empatía que había sentido cuando vio su expresión de agotamiento. Se le formó un nudo en la garganta ahora al recordar que solo había querido abrazarlo. Si el día había sido duro para ella, se dijo, para Dante debió ser cien veces peor.

      –No estaba dormida –le dijo haciéndole sitio para que se sentara a su lado en la cama–. Pareces muy cansado –le deslizó la mano por la barba incipiente.

      –No tanto –Dante le tomó la mano antes de acercarle la boca a la suya–. Solo quiero… hundirme en ti.

      Apartó de sí aquellos recuerdos, que tan dolorosos resultaban ahora. Le recordaban lo estúpida que había sido. Para ella, aquella noche había ido más allá del placer físico. Dante siempre la llevaba al cielo de la sensualidad, pero aquella conexión había sido más profunda, se dijo luego, tendida sobre la cama con el cuerpo enredado en el suyo y los ojos brillantes por las lágrimas de emoción. Se había sentido… completa.

      Pero todo había sido una mentira, y las grietas empezaron a aparecer casi inmediatamente… antes de que sus cuerpos húmedos y calientes terminaran de refrescarse en la aterciopelada oscuridad.

      Capítulo 4

      Beatrice esperó a que Dante terminara de vestirse antes de formular la pregunta que se le había metido en la cabeza y se negaba a salir de allí.

      –Me preguntaba… ¿lo de anoche afectará al divorcio?

      ¿Cuál era la repercusión legal de acostarte con tu «casi» exmarido?

      Dante sonrió.

      –¿Vas a contárselo a alguien o qué?

      Ella se sonrojó.

      –Por supuesto que no, aunque Maya….

      –Estará esperando nuestro paseo de la vergüenza.

      –Maya no juzga ni es cotilla. Bueno, dime, ¿tiene consecuencias esto?

      –No veo razón para que así sea.

      –Bien, entonces podemos olvidarnos de lo ocurrido y seguir adelante con nuestras vidas.

      –Parece que tú ya lo has hecho…

      Beatrice captó algo en su voz, como una sugerencia muda de que no debería ser así. Sintió cómo se le encendía la rabia.

      –Bueno, sopesé la idea de quedarme sentada en una habitación y evaporarme, pero luego pensé que podría haber vida después de Dante, y mira por donde… –abrió los ojos de par en par en gesto burlón–. La hay.

      Dante apretó las mandíbulas y se metió la camisa por la cinturilla del pantalón.

      –Y