Francisco Garófalo

Narcosis


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      NARCOSIS

      Francisco Garófalo

      NARCOSIS

      © Francisco Garófalo, 2021

      © Libros Duendes, 2021

      Diseño de cubierta y maquetación: Libros Duendes

      www.librosduendes.com

      Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación en cualquier forma, ya sea mediante fotocopia o cualquier otro procedimiento sin el consentimiento por escrito de los titulares de los derechos de autor.

      Contenido

       I

       II

       III

       IV

       V

       VI

       VII

       VIII

       IX

       X

       XI

       XII

       XIII

       XIV

       XV

       XVI

       XVII

       XVIII

       XIX

       XX

       XXI

       XXII

       XXIII

       XIV

       XXV

       XXVI

       XXVII

       XXVIII

       XXIX

       XXX

       XXXI

       XXXII

       XXXIII

       XXXIV

       XXXV

       XXXVI

       XXXVII

       XXXVIII

       XXXIX

       XL

       XLI

       XLII

       Epílogo

      A Dios, por tenerme aún con vida. A mis padres, por darme un buen ejemplo y haberme dado la educación.

      A todos mis amigos que me han sabido escuchar, que leyeron mi obra y me dieron su opinión. A ellos dedico este escrito.

      I

      Estaba sentado en un banco bebiendo una taza de té. Vivía en una casa de color blanco, aunque nunca le gustó ese color. Tenía su mirada perdida, apuntando a ninguna dirección. Estaba tranquilo, nada lo interrumpía, nada lo molestaba, nada lo perturbaba, hasta que su mano tocó un objeto cuadrado que sintió que estorbaba dentro su chaqueta.

      Lo invadió la curiosidad, y decidió extraerlo del bolsillo; era una vieja libreta arrugada, con sus pastas derruidas, sucia por tantos años de abandono. Lo curioso para él fue encontrar su nombre escrito en la libreta, pues el título decía El diario de Lorenzo.

      Lorenzo abrió la libreta para ojearla y después de una corta revisión la cerró. Lo invadió una profunda curiosidad y angustia. La abrió por nueva ocasión. ¿Eran acaso palabras que no recordaba, frases sin sentidos, anécdotas o simplemente memorias que en alguna ocasión se le habría ocurrido escribir? No tenía idea, debía indagar. Sintió un dolor en el pecho. ¿Eran sucesos que ya no recordaba, una existencia que ya se había vivido, un sinfín de pensamientos que se amontonaban por momentos? Debía averiguar de qué se trataba.

      Se acomodó en su banco para leer con detenimiento.

      Yo, Lorenzo he decidido escribir este diario por si acaso algún día se me olvida lo vivido. No consigno mi apellido porque no lo tengo. Las circunstancias que me orillaron a cometer actos que jamás debí haber cometido son las que ahora me atormentan en el presente. Caí en deudas en el pasado y no las honré. Hoy las estoy pagando.

      En realidad, todos pagamos lo que debemos, aunque en algunas ocasiones algunos más de la cuenta. Lo peor es que no recuerdo todo lo que hice y lo que dejé de hacer.

      ¡Quién desea acordarse de su miseria! Aunque nadie puede asegurar que toda mi vida haya sido una miseria, quizá simplemente ya estaba escrito mi destino. No lo sé.

      No recuerdo donde ocurrió todo, ni las horas, ni los lugares, ni los momentos donde tal vez fui feliz. No recuerdo mucho. Por eso escribo. Por eso escribí para recordarlo, para no olvidar lo que hice, para no olvidar los pecados, para no olvidar lo que ya olvidé.

      Perdí a mi madre en el momento de nacer y nunca supe el paradero de mi padre. Por esa razón fui a vivir a casa de mi tía Carlota. En aquel momento no sabía por qué mi tía se hacía