Madres y Padres del Desierto

Apotegmas


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en griego, siríaco o copto puedan ser rectamente atribuidas a alguno de ellos, o a Moisés, que vivió después. La atribución fue hecha por lo menos a finales del siglo V.

      Pero el impulso literario más importante llegaría a Egipto desde el exterior. Los Padres capadocios habían recibido el virus, y estaban iniciando la vida ascética, con su literatura propia, en las mesetas de Anatolia. Fue su discípulo Evagrio Póntico quien, primero en Palestina y luego en Egipto, en el silencio de las Celdas de Nitria (recientemente excavadas en parte, muy oportunamente por Guillaumont [+ 2000] y otros), construiría el gran “corpus” de doctrina ascética de los desiertos egipcios, mezclado con especulaciones cósmicas, según el legado de Orígenes, y que después de su muerte traería descrédito a su memoria, oscureciendo sus auténticas realizaciones.

      Desde el mundo latino, Jerónimo y Rufino se instalaron en Palestina y, después de visitar los desiertos egipcios, antes de finalizar el siglo IV, dieron cada cual su contribución a la literatura monástica: Jerónimo, con cartas y las Vidas de Hilarión, Pablo el ermitaño y otros –que fueron al menos buenas obras literarias–, sin contar la traducción gracias a la cual se conservó el único texto sobreviviente de la Regla pacomiana y los escritos anexos (¡tan sólo desearíamos saber cuánta fe puede darse a su vigorosa construcción!). Uno de los discípulos de Rufino en el Monte de los Olivos escribió un relato de su peregrinación en 394 a los monjes de Egipto, principalmente en el Valle del Nilo y el Delta (la Historia monachorum in Aegypto [Historia de los monjes de Egipto]); Rufino la tradujo al latín unos diez años más tarde, tal vez, con correcciones y adiciones que procedían de su conocimiento anterior de esas regiones. Evagrio ya usaba ampliamente las anécdotas para ilustrar su doctrina. Fuera de él, la Historia Monachorum es la primera colección de relatos de los Padres del Desierto. Pero serán los discípulos de Evagrio los principales testigos literarios de la edad de oro de Nitria y Escete. Paladio, en su violento Diálogo sobre la vida de Crisóstomo, escrito mientras estaba desterrado en la Tebaida, da muchos detalles sobre los monjes y sus sufrimientos en manos del patriarca Teófilo. Pero es su madura obra posterior, la Historia Lausíaca, escrita hacia 420, cuando un velo ya había sido echado sobre la tragedia, la que nos da un cuadro detallado y claro por primera vez de Nitria y las Celdas, principalmente, pero extendiéndose hasta el desierto más alejado de Escete (el Wadi Natrun), por el Nilo hasta Licópolis e incluso Syena, y también Palestina. Escete, principalmente (pero también algunos de los centros monásticos del Delta del Nilo), constituye el marco de las Conferencias de Casiano, quien, escribiendo poco tiempo después de Paladio y tras una ausencia de Egipto de más de veinte años, quiere reproducir la enseñanza de los Padres del desierto y la de su maestro Evagrio, aligerada de sus especulaciones (el nombre de Evagrio no es mencionado siquiera), para las nacientes comunidades de Galia. Las Instituciones, algo anteriores, nos dan valiosa información sobre la vida monástica en otras partes de Egipto y en Palestina.

      Al mismo tiempo crecía un gran cuerpo de tradición oral, con relatos de los dichos y hechos de la primera generación de monjes –algunos nombres son famosos, otros solamente recordados aquí–, y estas tradiciones debían ser puestas por escrito tarde o temprano, y los recuerdos de las generaciones siguientes se acumularían en torno a ellas. No se limitarían tampoco a Escete y Nitria. Un movimiento fuera de estos centros había comenzado ya en 357, cuando Sisoes encontró que Escete (¿o se trata de Nitria?) se había poblado demasiado, y se mudó a la Montaña interior de Antonio, abandonada desde la muerte del santo y el asesinato de sus dos discípulos. Más tarde y en el mismo siglo, Silvano y sus discípulos se trasladaron primero al Sinaí y después a su Palestina natal. Esta escuela bien merecería que se le dedicara una monografía. Al finalizar el siglo se produjo la crisis acerca del “origenismo” descrita por Paladio y los demás historiadores. Ta1 vez sea un relato unilateral, el suyo, pero parece que Nitria nunca se recuperó después de esos incidentes. En 407-8 ocurrió la primera gran devastación de Escete (que había sido preponderantemente antiorigenista), en la cual sufrieron el martirio Moisés el etíope y otros, y hubo un éxodo general, aparentemente repetido hacia 434 (y seguido de otro, posiblemente, en el mismo siglo y también hacia 570).

      El “Corpus” de Apotegmas llega a nosotros en dos formas principales. Parte de una de ellas es la “colección alfabética”, que contiene relatos de los Padres distribuidos de acuerdo a la letra inicial de su nombre. Fue publicada por Cotelier (en el siglo XVII) y reeditada por Migne, Patrologia Graeca 65. (…)

      Pero el prefacio de esta colección alfabética habla de una colección de historias anónimas que debería encontrarse a continuación. Así se la encuentra en varios manuscritos, uno de los cuales contiene más de 700 piezas. Nau inició la publicación de un manuscrito con esta serie (Coislin. 1261, con 669 piezas), pero fue interrumpido por la guerra de 1914-18, y nunca se completó la publicación. Los monjes de Solesmes nos ofrecen ahora el texto íntegro en traducción francesa, exceptuando algunas piezas, de las cuales se da la referencia a las traducciones existentes. Tal como la conocemos, la colección se extiende al menos hasta el siglo VII, con algunas historias de Anastasio del Sinaí y el relato de la toma de Jerusalén por los persas. (…)

      ¿Dónde podremos encontrar el carácter de la obra? Una colección nostálgica, reunida en base a la tradición oral o por los más ancianos sobrevivientes como Sisoes, de los dichos de la primera generación: Antonio, Macario, Pambo, Pior, Or, etc. No son muchos los nombres que nos sean conocidos por la Historia Monachorum o la Historia Lausíaca. Este número, sin embargo, aumenta a medida que nos acercamos a la devastación de Escete, el Wadi Natrum, y no Nitria, Pernûj, es la fuente original del Gerontikon. Son más numerosas todavía las historias de aquellos que estuvieron en Escete pero se trasladaron luego, cuando la devastación o antes: así tenemos a Juan el corto (Colobos), Arsenio, Agatón, Daniel, Pastor y sus hermanos, y otros más: ninguno de ellos es mencionado por Paladio. Tenemos además a los monjes de Enatón, el monasterio situado en la novena milla de Alejandría y que fue un centro de oposición a Calcedonia (451), a Longino, líder de esa oposición y a su maestro Lucio, ambos están presentes en la tradición más antigua. (…)

      ¿Qué obras se citan en el Gerontikon? Las cartas de san Antonio (Antonio 8, 9 y 22), pero no su Vida, que era tal vez demasiado conocida para ser citada. Tampoco las cartas u otros escritos de Amonas ni los de Macario (según creo). Probablemente se citan escritos atribuidos a Moisés; de Evagrio, con frecuencia; de Paladio, una vez al menos: Pambo 8. (…) La Historia Monachorum es citada, pero me parece que no se la encuentra en pasajes comunes a ambas colecciones. Casiano, cuyas obras fueron traducidas al griego muy pronto, es citado muchas veces en pasajes