Odmady Santa

Factor Principal


Скачать книгу

que nos une mamá e hijo.

      —¡Sí! —aseveró mi madre y siguió con sus tareas del hogar.

      Fui creciendo. Veía y sentía que mis hermanos mayores abusaban de mí por ser el pequeño y el vínculo que nos unía. Aclaro el tipo de abuso: éramos tres hermanos pequeños, los tres de estatura, pero ellos me llevaban cinco y seis años de diferencia. Parece ser que eso les daba la autoridad para mandarme y hacer que yo fuera su esclavo (juego de niños). Vivíamos en una finca (campo) la cual era conocida por sus exuberantes laderas de potreros.

Et bilde som inneholder linjetegning Automatisk generert beskrivelse

      A mis hermanos se les ocurría subir a los cerros de dichas cuestas, y estando allí me decían «Vuelve a casa y tráenos aguapanela con galletas, dile a mamá que nos mande». Recuerdo empezar cuesta abajo con mis piecitos de tres años sorteando algunas malezas altas, unos desniveles de tierra que hacían que tuviese que dar más vueltas y, en algunos casos, bajar gateando de espalda. Os lo podéis imaginar.

      Fue algo que hasta el día de hoy recuerdo con mucho cariño y sonrisas. Mi madre me empacaba el pedido y de nuevo a volver a subir. Fue allí donde se afirmó la palabra «vínculo». Éramos tres hermanos, el vínculo perfecto de unidad y apoyo. ¡Claro! Yo lo veía así en ese tiempo, luego descubrí que estos sinvergüenzas se aprovechaban de mi inocencia. Ja, ja, ja.

      Es lindo hoy en día saber que esa palabra nos sigue uniendo como hermanos, amigos, cómplices, socios, hijos, tíos; que ese vínculo nunca ha dejado de serlo y que cada día se hace más fuerte. Pasaron tres años más y yo ya tenía seis añitos, y entonces fui vinculado a la escuela, donde empezaba mi vida a tomar un poco más de sentido.

      Empezaron los vínculos con mis nuevos amigos, colegas, compinches de travesuras y estudios. Con los profesores era complicado tener ese afecto ya que imponían mucha autoridad y en otros casos hasta miedo.

      En esa época teníamos unos vecinos con tres bombones de chicas, así las veía yo, muy lindas. La menor tenía mi edad y era con la que yo más jugaba y me lo pasaba muy bien. Se creó un vínculo muy fuerte, que pese a los años, las distancias, la vida que cada uno tomó, hoy en día nuestras familias siguen unidas y se visitan. Y nosotros, los chicos, recibimos información de los demás a través de nuestros padres.

      ¡Eso es un vínculo muy fuerte! Cuando pasan tantas cosas en nuestras vidas, tantos años, cada uno con sus quehaceres, obligaciones, sueños, la vida nos lleva por distintos caminos. Y poder seguir conectados a esas personas que formaron parte de nuestra infancia ¡es genial! Es algo que yo aprecio mucho y a lo que doy un gran valor.

      Una verdadera amistad se basa en honestidad, respeto y buenos recuerdos. Fue así como yo me vinculé a ellos y conservo todo aquello que nos unió. El vínculo es una especie de tensor rígido y flexible a la vez, al cual nosotros le damos el valor agregado de firmeza y durabilidad.

      Es moldeable, es extensible. Es algo que puedes encontrar en seres afables. La importancia de un vínculo no es en sí el momento de conexión, es todo lo que se construye a partir de ahí lo que lo hace único, insuperable, inimaginable, casi rozando la perfección.

      Recordemos que unir a unos seres tan especiales como nosotros, pero a la misma vez tan diversos, es un verdadero logro de continuidad y comprensión. No todos podemos conservar esos vínculos, y estar dispuestos a trabajar en ellos para que nunca pierdan su esencia y poder. Es parte de nosotros sentirnos vinculados a alguien o a algo. Es tan natural que lo haces en automático, y puedes pasar largas temporadas vinculado a algo que incluso puede ser dañino o muy tóxico.

      Los vínculos perfectos no existen y muchas veces confundimos amistad, honestidad, lealtad, con sentimiento y atadura. Esto es algo que tenemos que identificar lo más rápido que podamos, de lo contrario podemos hacernos y hacerle mucho daño a alguien.

      El sentimiento de amistad puede ser muy perspicaz y astuto, fácil de camuflar y hacernos creer que tiene muy buenas intenciones. Cuando tú pierdes tu libertad de expresión, es allí donde debes parar y analizar de qué manera te conectas con otra persona. O qué es lo que realmente los une. No tengas reparo en profundizar en esa relación para poder darle el valor y la aceptación correcta.

      Nunca podemos aceptar que nuestras vidas le pertenezcan a alguien, eso es manipulación y entera alteración de una sublime e inmensa relación. Cuando pierdes el control de tu vida, ya no eres ese ser tan genial, brillante, estupendo. Y pasas a ser objeto de abuso y arbitrariedad. Y eso hace que ese vínculo sea una amarga y dolorosa atadura.

      Todo vínculo tiene que ser sano y venir con buenas intenciones. Que nos ayude a crecer, ser mejores y ser felices. Vincula tu vida a todo aquello que te sume, todo lo que resta a tu vida no es bueno ni aceptable. ¡Recházalo! Todos estamos para aportar, no para quitar y minimizar la vida de nadie. Este es un valor muy caro y prestigioso, el cual debe ser apreciado como tal. Y darle ese significado recíproco y honesto.

      ¡Todo vínculo debería ser perfecto! Sé que no es así, y que cada vez está más devaluado, pero dependerá de nosotros únicamente darle ese color y valor deseado. Vincúlate siempre a cada instante de tu vida que te marcó lindas sensaciones. Esos momentos te hacen fuerte y hacen de ti un ser gigante y capaz de hacer lo que sea y dar siempre lo mejor de ti.

      En esa bella época de mi niñez, llegó un hombre a mi casa para pedir trabajo a mi padre. Un total desconocido errante, hombre que se dedicaba a coger café y siempre estaba recorriendo el país en busca de las mejores cosechas y oportunidades de buenos salarios. Por cosas de la vida llegó donde nosotros para nunca más marcharse de nuestros corazones.

      Mi padre murió, nosotros crecimos y este hombre todavía vive y es parte de nuestras vidas con un gran aprecio y respeto mutuo. Se vinculó a nosotros y siempre dio lo mejor de sí. Esta amistad lleva más de 40 años y no tiene otro final que no sea algo que se nos salga de las manos, la muerte.

      Son verdaderos vínculos para apreciar y presumir de ellos en el buen sentido de la palabra.

      «El que halla un amigo, halla un tesoro», un vínculo fuerte y perfecto.

      2. Estado de ánimo

      Es el sentimiento según el cual crees que te puedes comer el mundo, o que el mundo te comerá.

      Para un buen estado de ánimo, es importante rodearse de aquellos seres queridos que hacen que tu vida tenga sentido. La buena amistad, hermandad, coleguismo, familiaridad. Es un factor crucial en nuestras vidas.

      El sentirnos solos hace que parezca que nada tenga sentido, que no valga la pena la lucha. Es un sentimiento vacío, sin fortaleza ni propulsores de energía. Te sientes derrotado, abatido y nada parece tener sentido; es lo contrario a sentirnos apoyados, valorados, escuchados.

      Este caso podemos verlo en los niños cuando sus padres no se encuentran en casa y ellos se sienten solos, incluso abandonados, y se despierta en ellos una actitud fría, déspota y violenta. Todo ello por falta de ese afecto, cariño o amor de padres, el cual deberían recibir constantemente.

      El no sentirnos vinculados a alguien hace que tengamos miedos, soledad e incertidumbre. Que perdamos el control de nuestras vidas y su valor.

      Un buen estado de ánimo nos inyecta una fuerza nuclear que despierta todos nuestros sentidos y nos lleva a vivir experiencias únicas, irrepetibles. El encontrarnos vinculados a alguien desde una forma muy afectiva y segura nos da la capacidad de superarnos y avanzar ante cualquier situación.

      Tenía yo unos diez años cuando mis padres decidieron hacer un viaje por cuestión de paseo y negocios. Se marchaban dos semanas enteras y llevaban con ellos a mi hermana, que es la única que tengo en mi núcleo familiar, y es la mayor.

      Recuerdo esa sensación tan desagradable de soledad. Cuando ellos se despidieron, yo me imaginé todo el recorrido que debían hacer para abordar el bus que los llevaría a la ciudad. Vivíamos