de la población de las ciudades en su fachada atlántica.
La connotación histórica en la vertebración del complejo sistema defensivo que erigirá la Corona española con el objetivo de resguardar su imperio americano fue un factor decisivo para que esa monarquía tomara el área caribeña como centro primigenio de sus operaciones. Dentro del reconocimiento de la organización militar de las plazas, las fuerzas de milicias representarán un punto de partida en el conocimiento de una realidad social que, junto a la construcción de grandes estructuras y complejos presidios, conformarán la defensa indiana.
Con base en los nuevos enfoques conceptuales y metodológicos aportados por la historia atlántica y la historia social, encontramos una única historia “total” en la que tienen cabida no solo las hazañas de grandes héroes, piratas, oficiales y gentes del mar, sino que va extendiendo sus miradas hacia otros actores y ámbitos inexplorados de la sociedad en su conjunto. Dentro de este ámbito social, la historiografía atlántica ha avanzado en equilibrar sus visiones respecto al papel del África negra y los aborígenes americanos, en su trascendencia histórica como parte indiscutible de las sociedades coloniales del Nuevo Mundo. En lo concerniente a los indígenas, desde el principio de la alteridad, se analizará el conocimiento de “los otros” como una forma de conocimiento del conocimiento de la identidad del “nosotros” (Todorov, 1987).
En el contexto iberoamericano, el conocimiento del indio, como categoría colonial, será analizado en sus diferentes vertientes a partir del mestizaje, en su proceso de integración a las nuevas poblaciones criollas, de origen europeo (Bonfill Batalla, 1972; Valenzuela y Araya, 2010). En los últimos años acudimos a una variada y extensa producción historiográfica americanista que pondrá su centro de atención en la dinámica indígena y sus múltiples respuestas de resistencia activa y pasiva en el intento de su pervivencia como actores sociales (Castro Gutiérrez, 2014; Navarrete Linares, 2007).
La introducción de la temática nos sirve de referencia del conocimiento de la política oficial en el aprovechamiento de los recursos locales, dígase sus vecinos y habitantes, que ante la escasez de efectivos y tropas tendrán que organizarse en milicias desde los primeros siglos para hacer frente a los continuos ataques foráneos, y otros como personal de apoyo en la construcción de las fortalezas y castillos.
Acerca de la participación de los indios como actores sociales en la defensa, existen pocos estudios para el territorio cubano (Padrón Reyes, 2016, 2019). En este sentido, la explicación al gran vacío historiográfico la encontramos en las tesis que sustentan el exterminio físico y social del indio más allá del siglo XVI, que se apoya en la conocida como “leyenda negra”, la cual muchos autores reconocerán en la no pervivencia de descendientes indígenas, producto de múltiples factores como las enfermedades, el excesivo trabajo en las encomiendas y el suicidio colectivo (Pérez de la Riva, 1972; Guerra Sánchez, 1964; Ortiz, 1983).
Lo cierto es que, según refieren los cálculos aproximados sobre la presencia aborigen en Cuba, a la llegada hispana (1510-1515) rondarían los 100.000 habitantes; para la segunda mitad del siglo XVI, y tras el fin de las encomiendas, podremos hablar de 10.000 indios, un auténtico desastre poblacional, de los que una buena parte ubicarán su residencia en las villas hispanas y los establecidos como pueblos de indios (Rivero de la Calle, 1978; Domínguez González, 1995).
Su reconocimiento como grupo social tendrá lugar tras la puesta en vigor de las llamadas Leyes Nuevas (1553), que significarían un reordenamiento del gobierno de Indias en la Isla, con el que quedarían establecidos los precedentes en la conformación de los primeros “pueblos de indios”, en los casos de Guanabacoa (La Habana) y San Luis de Los Caneyes (Santiago de Cuba), durante el siglo XVI, y luego, a inicios del XVIII (1701), sería fundado el último bajo esta categoría, San Pablo de Jiguaní.
En la historiografía cubana existen pocos estudios dedicados a contextualizar la evolución histórica de estas localidades en el espacio colonial de los primeros siglos. Pese a que en los últimos años hay diversas investigaciones que constituyen una fuente esencial para conocer las realidades particulares de algunas de estas poblaciones (Rodríguez Villamil, 2002; Reyes Cardero, 2008), la proyección y el enfoque local utilizado no permite desarrollar una perspectiva global del alcance social del indio y sus mecanismos de integración al medio colonial cubano.
Aunque en la actualidad en los estudios histórico-arqueológicos se comience a dar un impulso al campo de estudio del indio como actor social en el espacio colonial cubano durante los siglos XVI y XVIII, entendemos que no debe tratarse como una realidad ajena del interés oficial (Pérez Cruz, 2014; Roura, Arrazcaeta y Hernández, 2017; Valcárcel Rojas, 2016). Por el contrario, sus actuaciones estuvieron marcadas en un contexto global que emplazó la estabilidad del imperio hispano en la gestión de sus recursos humanos. De ahí la gran importancia en relacionar sus destinos a un marco más abarcador, incluso conectarle al resto de territorios americanos mediante la aplicación de nuevas metodologías y categorías, así como estudios comparativos que nos ayuden a comprender la trascendencia histórica del papel desempeñado por los indios o “naturales” y su reacción ante un modelo colonial del que eran parte indiscutible desde sus inicios.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.