Mario Andrés Mejía Guevara

Salvar el pueblo, gobernar las almas


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serie de artículos dedicados cada uno a una disciplina en particular, lo que produce el efecto de un origen igualmente independiente. Después se establece una relación estrecha entre la modernización estatal y las ciencias sociales donde se explica la consolidación al tiempo que el carácter fragmentario de las ciencias de lo social en Colombia.

      En ese sentido, se concluye que aquellos saberes dedicados a lo social no existieron antes de la cuarta década del siglo XX. Se afirma entonces que antes de esos años no existía un campo intelectual ni conceptual, negando asimismo la posibilidad de reconocer una configuración de saber diferente a la actual. A partir de esas interpretaciones historiográficas, de las que el libro de Leal y Rey es un ejemplo representativo, lo que hubo al cambio de siglo fueron intelectuales (abogados especializados) aficionados en el estudio de teorías sobre sociedades desarrolladas “en otras latitudes”, sin espacios institucionales de discusión y de circulación para sus apreciaciones. En ese sentido, las correspondencias entre ese tipo de historia institucional de los saberes y la historia política y socioeconómica de lo social son evidentes.

      Sin embargo, hay que señalar que desde hace algunos años, trabajos provenientes de la historia, la filosofía, la sociología y la antropología han desarrollado nuevas formas de estudio de lo social. Ejemplo de lo anterior, el volumen Pensar el siglo XIX identifica nuevas claves para dar cuenta de la constitución del orden político decimonónico y su idea de nación, no solo desde cuestiones económicas, sino también culturales, es decir, dando una especial atención al “entramado simbólico que quiso instaurarse como fundamento cultural de la nación colombiana en el siglo XIX” (Castro-Gómez, 2004, p. 3). A ese nivel Zandra Pedraza ha marcado puntos fundamentales en el debate sobre la apropiación de las ciencias naturales y sociales. En sus trabajos ella explora el rol de la biología en la construcción del orden político finisecular. Pedraza (2004) afirma que “el pensamiento social colombiano y latinoamericano se nutrió durante el siglo XIX de los principios de la biología y produjo un conjunto de recursos para el gobierno de la vida” (p. 185). En ese sentido ella explora los cambios en las formas de gobierno y los intereses políticos de la inscripción en el cuerpo de las formas específicas de ejercer el poder alrededor de la vida.

      También se encuentra el trabajo de Castro-Carvajal (2007), quien en su búsqueda a propósito del trato de la pobreza en el país desde 1870 expone la forma en que se cruzaron las iniciativas públicas, privadas y personales de ayuda a los pobres. Agrupando en dos grandes bloques las estrategias alrededor de la pobreza, la ayuda institucional y la ayuda a domicilio, Castro marca la constitución de una red compleja de establecimientos donde participan el Estado, las sociedades privadas, las órdenes religiosas y ciudadanas. Según la autora, hacia 1870 el Estado comenzó a buscar la mejor manera de garantizar la prestación de servicios concediendo recursos a los establecimientos públicos y privados como hospitales, asilos, orfanatos, etc. Un tipo de gestión administrativa que encontraría una cierta estabilidad hacia 1920 por la aplicación de impuestos, presupuestos municipales, departamentales y nacionales y, finalmente, por la creación de loterías. Como lo sostiene Castro-Carvajal (2007), es posible entonces considerar el año 1870 como el momento en el que lo social entró con evidencia y notoriedad en los programas de gobierno colombiano más allá de las afiliaciones políticas y de los agentes que creaban y aplicaban esas nuevas estrategias de intervención.

      Por su parte, el trabajo de Obregón-Torres (2002) marca las articulaciones entre ciencia y política a partir del caso de la lepra en Colombia. La enfermedad aparece como el eje sobre el cual fueron articuladas nuevas racionalidades económicas y productivas y los intereses estatales de control sobre la población. Ese ensamblaje contemplaba la preocupación política para “regenerar” un pueblo que, a partir del saber médico de la época y del discurso político, comenzaba a aparecer como degenerado, pobre y enfermo. En la misma línea, el trabajo de Noguera (2003) reconstruye la emergencia del discurso médico e higienista en Colombia, así como las prácticas y los efectos sociales y políticos que él contribuyó a producir.

      A ese nivel, se ha analizado el rol de la eugenesia en la articulación de los programas de higiene propuestos y aplicados en los primeros años del siglo XX. Como lo muestra McGraw (2007) para el caso del Caribe colombiano, los proyectos higienistas fueron realizados a partir de “ideas científicas que reprodujeron las jerarquías raciales, de género y de clase ya existentes” (p. 73). En América Latina, en general, la convicción de que existía una raza degenerada encontró en la eugenesia y en el darwinismo social una vía sobre la cual proyectar soluciones sociales y programas políticos en acuerdo con teorías biológicas (Stepan, 1991). Como ha sido destacado por Restrepo y Becerra (1995), aunque en Colombia la biología no se consolidó como disciplina científica, diferentes líderes intelectuales utilizaron el estatuto epistemológico del evolucionismo para debatir y legitimar las estrategias políticas alrededor del orden social.

      Estos estudios han permitido superar los principios y criterios de la historia política, la historia socioeconómica y el análisis institucional de los conocimientos que, por un lado, hacían coincidir la formación del sector social con la modernización del Estado en la década de 1930 y, por otro lado, marcaban el surgimiento de los conocimientos sociales en el momento en que fueron institucionalizados en el país. Se ha logrado, por tanto, abrir el campo de las relaciones simbólicas y de las relaciones de saber y de poder hasta el punto de hacer más clara la circulación de metáforas, conceptos, nociones y de estructuras de análisis sobre lo social, sus articulaciones con conocimientos positivos y las formas de intervención en la sociedad. Sin embargo, el panorama historiográfico sufre aún de algunos vacíos.

      En la historiografía local, el debate entre religión y ciencia está siendo analizado en un contexto más complejo que aquel de la polarización partidista (Tovar, 1996; 2002). No obstante, en esa línea queda por mostrar cómo el sentido de lo social se encontró entre las definiciones seculares y las definiciones religiosas en el momento en que la Iglesia católica se preocupó oficialmente de la “cuestión social” (con la encíclica Rerum Novarum de 1891) y de la institucionalización, desarrollo y divulgación de la ciencia moderna (con Aeterni Patris en 1879). En ese orden de ideas, deseamos contribuir a colmar el vacío existente respecto a las relaciones discursivas que han permitido a la Iglesia católica pronunciarse a propósito de lo social en el país e intervenir en su nombre. En otras palabras, queremos esbozar el tipo de intervención orientada por la Iglesia, identificando el registro particular de enunciados que hicieron posible la racionalización católica sobre lo social. Sostenemos, pues, que ciertas líneas constitutivas del sector particular de lo social en el país fueron jalonadas por la Iglesia católica, haciendo uso de nociones y conceptos provenientes de las ciencias positivas. De tal manera, debe ser considerado el diseño operado por la Iglesia católica en la formación de lo social y su capacidad de crear un espacio reglamentado donde se trataron temas como la higiene pública, la ayuda pública, la protección de la infancia y del obrero, la seguridad social, la rehabilitación de la infancia […] Un campo donde circularon nociones como “sociedad”, “cuerpo social”, “progreso social”, “orden social”, “justicia social” y otras tantas análogas, constitutivas de ciertos modos de producción de verdad sobre la población colombiana.