Leonardo Boff

La sostenibilidad


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cual requiere un cambio de mente y de corazón. Requiere, además, un nuevo sentido de interde- pendencia global y de responsabilidad universal. Debemos desarrollar y aplicar con imaginación la visión de un modo de vida sostenible a nivel local, nacional, regional y global”.

      Recogiendo lo esencial de este llamamiento, conviene no olvidar los siguientes puntos:

      a. La Tierra y la humanidad tenemos un destino común, pues en la pers- pectiva de la evolución, o cuando contemplamos la Tierra desde fuera, formamos una única entidad.

      b. La situación actual se encuentra social y ecológicamente tan degra- dada que la continuidad en la forma de habitar la Tierra, de producir, distribuir y consumir que hemos adoptado en los últimos siglos no nos ofrece garantía alguna de salvar nuestra civilización e incluso, tal vez, a la propia especie humana; de ahí la imperiosa necesidad de un nuevo comienzo, con nuevos conceptos, nuevas visiones y nuevos sueños, sin excluir los instrumentos científicos y técnicos indispen- sables. Se trata, ni más ni menos, de refundar el pacto social entre los humanos y el pacto natural con la naturaleza y con la Madre Tierra.

      c. Para esa trascendental tarea resulta urgente una transformación de la mente, es decir, un nuevo software mental o un design diferente en nuestra forma de pensar y leer la realidad con la clarividencia de que el pensamiento a que ha dado lugar esta calamitosa situación, como advertía Albert Einstein, no puede ser lo que nos libre de ella; para cambiar tenemos, por tanto, que pensar de diferente manera. Pero resulta igualmente fundamental el cambio de corazón; por indispen- sables que resulten, no bastan la ciencia y la técnica, fruto de la razón intelectual y analítica; necesitamos también la inteligencia emocio- nal y, con mayor intensidad aún, la inteligencia cordial, pues es esta la que nos hace sentir que formamos parte de un todo mayor, nos permite percibir nuestra conexión con los demás seres, nos impulsa a realizar con coraje los cambios necesarios y suscita en nosotros la imaginación para tener visiones y sueños cargados de promesas.

      d. Resulta urgente desarrollar un sentimiento de interdependencia glo- bal: es un hecho incontestable que todos dependemos globalmente de todos, que hay lazos que nos ligan y religan por todas partes, que nadie es una estrella solitaria y que en el universo y en la naturaleza todo tiene que ver con todo en todos los momentos y en todas las circunstancias (Bohr y Heisenberg); tan importante como la interde- pendencia es la responsabilidad universal; lo cual significa que hay que tomar en muy alta consideración las consecuencias benéficas o ma- léficas de nuestros actos, de nuestras políticas y de las intervencio- nes que realizamos en la naturaleza, porque pueden destruir el frágil equilibrio de la Tierra y, en el caso de que hiciéramos uso de armas de destrucción masiva, fatalmente haríamos que desapareciera la espe- cie humana. Y ello significaría, durante miles de años, un retroceso evolutivo de la Madre Tierra, arruinada y cubierta de cadáveres.

      e. Valorar la imaginación. Ya Albert Einstein observaba que cuando la ciencia no encuentra más caminos, es la imaginación la que inter- viene y sugiere pistas inusitadas. Hoy necesitamos imaginación para proyectar no solo otro mundo posible, sino otro mundo necesario, en el que todos tengan cabida y cuiden unos de otros, incluida toda la comunidad de vida, sin la cual nosotros mismos no existiríamos. Para nueva música, nuevos oídos; para actuar de diferente manera, debemos soñar de manera diferente.

      f. El verdadero propósito se resume en crear un modo sostenible de vida. El concepto de “sostenibilidad” no puede ser reduccionista y apli- carse única y exclusivamente al crecimiento/desarrollo, que es lo que predomina en nuestros días. Debe abarcar todos los territorios de la realidad, desde las personas, consideradas individualmente, hasta las comunidades, la cultura, la política, la industria, las ciu- dades y, sobre todo, el planeta Tierra y sus ecosistemas. La soste- nibilidad es un modo de ser y de vivir que exige conciliar la praxis humana con las potencialidades limitadas de cada “bioma” y las necesidades de las generaciones actuales y las futuras.

      g. En todos los niveles: local, regional, nacional y global. Esta perspectiva enfatiza la anterior para contrapesar la tendencia dominante a apli- car la sostenibilidad únicamente a las macro-realidades, desaten- diendo las singularidades locales y eco-regionales propias de cada país, con su cultura, sus costumbres y sus formas de organizarse en la Tierra. Finalmente, la sostenibilidad debe ser pensada en una perspectiva global que abarque equitativamente a todo el planeta, haciendo que el bien de una parte del mismo no vaya en detrimento de la otra. Los costos y los beneficios deben ser proporcional y so- lidariamente repartidos. No es posible garantizar la sostenibilidad de una parte del planeta sin elevar, en la medida de lo posible, a las otras partes al mismo o parecido nivel.

      Si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta del desequilibrio que se ha apoderado del sistema-Tierra y del sistema-sociedad. Existe un malestar cultural generalizado, debido a la sensación de que en cualquier momento podrían producirse catástrofes imponderables. Veamos algunos puntos neurálgicos de la insostenibilidad generalizada, sin pretensión alguna de ser exhaustivos. Bástenos con captar las tendencias y los puntos críticos.

      En un proceso que tuvo su inicio en 2007 y 2008 y que comenzó a agravar- se en 2011, el sistema económico-financiero mundial entró en una profunda crisis sistémica. Comenzamos por dicho proceso porque en los últimos decenios ha venido produciéndose lo que en 1944 el conocido economista húngaro-canadiense Karl Polanyi († 1964) denominó La gran transformación. El modo de producción industrialista, consumista, despilfarrador y con- taminante consiguió hacer de la economía el principal eje articulador y constructor de las sociedades. El mercado libre se transformó en la realidad central, sustrayéndose al control del Estado y de la sociedad, cambiándolo todo en mercancía: desde las realidades sagradas y vitales, como el agua y los alimentos, hasta las más obscenas, como el tráfico de personas, de drogas y de órganos humanos. La política fue vaciada de contenido o sometida a los intereses económicos, y la ética se vio enviada al exilio. Lo bueno es ganar dinero y hacerse rico, no ser honrado, justo y solidario.

      Con el fracaso del socialismo real a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, los ideales y características del capitalismo y de la cultura del capital resultaron exacerbados: la acumulación ilimitada, la competi- tividad, el individualismo...: todo se resumía en la máxima greed is good, es decir, “el afán de lucro es bueno”.

      El capital especulativo adquirió prominencia sobre el capital pro- ductivo. Es decir, que es más fácil ganar dinero especulando con dinero que produciendo y comercializando productos. La diferencia entre un tipo y otro de capital raya en el absurdo: 60,000 billones de dólares es el monto total de los procesos productivos, mientras que son 600,000 los billones de dólares que circulan por las bolsas como derivados o papeles especulativos.

      La especulación y la fusión de grandes conglomerados multinacionales han transferido una cantidad inimaginable de riqueza a unos cuantos grupos y familias. El 20% más rico de la población consume el 82.4% de las riquezas de la Tierra, mientras que el 20% más pobre ha de contentarse con tan solo el 1.6 por ciento. Las tres personas más ricas del mundo poseen unos acti- vos superiores a toda la riqueza de los 48 países más pobres, donde viven 600 millones de personas. Doscientas cincuenta y siete personas acumulan más riqueza que 2,800 millones de individuos, el equivalente al 45% de la humanidad. Actualmente, el 1% de los estadounidenses gana lo correspon- diente a la renta del 99% de la población. Son datos proporcionados por Noam Chomsky, uno de los intelectuales más respetados de los Estados Unidos y crítico severo del actual rumbo de la política mundial.

      Hoy hay cada vez menos países ricos, cuyo lugar ha sido ocupado por grupos sumamente opulentos que se han enriquecido especulando, sa- queando los dineros públicos y las pensiones de los trabajadores, además de devastar globalmente la naturaleza.

      Lo que es demasiado perverso, como es el caso de la realidad que acabamos de referir, no tiene en sí mismo ninguna sostenibilidad. Llega un momento en que la farsa se desenmascara. Fue lo que ocurrió en 2008 con la explosión de la bolsa especulativa, que desencadenó la crisis