Plato

Obras Completas de Platón


Скачать книгу

pero no cumplió su palabra. Se pretende al mismo tiempo que Platón corrió entonces algún peligro, bajo pretexto de que excitaba a Dión y Feotas a dar la libertad a Sicilia. El peripatético Arquitas de Tarento escribió en esta ocasión a Dionisio una carta justificativa, a la que debió Platón el verse sano y salvo en Atenas. He aquí la carta:

      «Arquitas a Dionisio, salud.

      Todos nosotros, amigos de Platón, te enviamos a Lamisco y Fótidas para reclamar de ti a este filósofo, en conformidad a la palabra que nos has dado. Es justo que recuerdes el ansia que tenías por verle, cuando nos apurabas con insistencia para que le comprometiéramos a ir cerca de ti. Entonces nos prometiste que nada le faltaría, y que a tu lado podía contarse seguro, ya quisiera permanecer o ya quisiera marcharse. Acuérdate igualmente de la alegría que te causó su llegada y el afecto que desde entonces le has manifestado. Si entre vosotros ha sobrevenido posteriormente algún incidente desagradable, no por eso dejas de estar obligado a mostrarte generoso, y enviárnosle sano y salvo. Obrando de esa manera, harás justicia y adquirirás derecho a nuestro reconocimiento».

      El objeto del tercer viaje de Platón era reconciliar a Dión con Dionisio, pero volvió a Atenas sin haberlo conseguido. Platón vivió siempre extraño a los negocios públicos, aunque sus obras prueban una alta capacidad política. Daba por razón de su alejamiento de los negocios la imposibilidad de reformar bases de gobierno largo tiempo adoptadas, y que él no podía aprobar. La erudita y filóloga Pánfila de Epidauro refiere, en el libro 25 de las Comentarios, que los arcadios y los tebanos le reclamaron leyes para una gran ciudad que habían construido, pero que Platón se excusó porque supo que no querían establecer la igualdad. Se dice que fue el único que tuvo valor para encargarse de la defensa del general Cabrias, acusado de un crimen capital, defensa que ningún ateniense quiso aceptar. Cuando con él subía al Acrópolis, encontró al detractor Cróbilo, quien dirigiéndose a Platón le dijo:

      —Vienes a defender a otro, sin considerar que la cicuta de Sócrates te espera a tu vez.

      Platón le respondió:

      —Cuando llevaba las armas me exponía al peligro por mi patria; ahora combato en nombre del deber, y desprecio el peligro por un amigo.

      Favorino dice, en el libro octavo de las Historias diversas, que fue el primero que empleó el diálogo; el primero que indicó al matemático Leodamo de Tasos el método de resolución por el análisis; el primero que se sirvió en filosofía de las palabras «antípodas, elementos, dialéctica, acto, superficie plana, providencia divina». El primero entre los filósofos que refutó el discurso del orador Lisias de Atenas, hijo de Céfalo; discurso que aparece literal en el Fedro; el primero que ha sometido a un examen científico las teorías gramaticales; en fin, ha sido el primero que ha discutido las doctrinas de casi todos los filósofos anteriores, a excepción sin embargo de Demócrito.

      Neantes de Cícico dice que, cuando Platón se presentó en los juegos olímpicos, se atrajo las miradas de todos los griegos, y que allí fue donde tuvo una conversación con Dión, en el momento en que éste se preparaba para atacar a Dionisio el Joven. Se lee también en el primer libro de los Comentarios de Favorino, que el aristócrata Mitrídates de Persia levantó una estatua a Platón en la Academia con esta inscripción: «Mitrídates de Persia, hijo de Rodóbates, ha consagrado a las musas esta estatua de Platón, obra de Silanión de Atenas».

      El astrónomo y filósofo Heráclides Póntico dice que Platón era tan reservado y tan juicioso en su juventud, que jamás se le vio reír a carcajadas. Sin embargo, su modestia no pudo eximirle de los dichos punzantes de los cómicos. El historiador Teopompo de Quíos le muerde con estas palabras en el Hedychares:

      «Uno no hace uno,

      y apenas, según Platón,

      dos hacen uno».

      El poeta cómico Anaxándrides de Rodas dice en el Teseo:

      «Cuando devoraba los olivos como Platón».

      El escéptico Timón de Fliunte dice, por su parte, burlándose de su nombre:

      «Semejante a Platón,

      que sabía forjar tan bien

      concepciones imaginarias».

      El comediógrafo Alexis de Turio, en la Merópide:

      «Vienes a tiempo;

      porque, semejante a Platón,

      me paseo a lo largo y a lo ancho,

      perplejo, incierto,

      y no encontrando nada bueno,

      no hago más que fatigar mis piernas».

      En el Analión:

      «A fuerza de hablar

      de cosas que no conoces

      y de correr como Platón,

      encontrarás el salitre y la cebolla».[21]

      El poeta cómico Anfis de Atenas en el Anfícrates:

      «El bien a que esperas llegar,

      ¡oh maestro mío!,

      es aún más problemático para mí

      que el bien de Platón.

      Escúchame, pues…»

      Y en Dexidémides:

      «¡Oh Platón!, no más que una sola cosa;

      tener un humor sombrío

      y arrancar tu frente severa,

      como una concha de ostra».

      El comediógrafo Cratino de Atenas, en la Falsa suposición:

      «Evidentemente eres un hombre

      y tienes un alma;

      no es Platón quien me lo ha dicho,

      pero aun así lo creo».

      Alexis, en el Olimpiodoro:

      «Mi cuerpo mortal ha sido anonadado,

      pero la parte inmortal ha volado por los aires.

      ¿No es esto puro platonismo?».

      El comediógrafo Anaxílides le critica igualmente en el Botrylion Circe y en Las mujeres ricas. El filósofo socrático Arístipo de Cirene dice, en el libro cuarto de la Sensualidad antigua, que Platón estaba enamorado de un joven llamado Áster, que estudiaba con él la astronomía, así como de Dión de Siracusa, de quien ya hemos hablado. Algunos pretenden que también amaba a Fedro. Se cree encontrar la prueba de esta pasión en los epigramas siguientes que pudo dirigirle:

      Cuando tú consideras los astros,

      yo quisiera ser el cielo

      para verte con tantos ojos

      como hay de estrellas.

      Áster, en otro tiempo

      estrella de la mañana,

      brillabas entre los vivos;

      ahora, estrella de la tarde,

      brillas entre los muertos.

      A Dión:

      Las Parcas han tejido con lágrimas

      la vida de Hécuba y de los antiguos troyanos;

      pero a ti, Dión, los dioses te han concedido

      los más gloriosos triunfos

      y las más vastas esperanzas.

      Ídolo de una inmensa ciudad,

      te ves colmado de honores

      por tus conciudadanos.

      ¡Querido