Carolina Abadía Quintero

"Por una merced en estos reinos"


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en que los cargos fueron ocupados por españoles, la segunda en que se revela una propensión de nombramientos para naturales de la tierra y la tercera en que los criollos ocuparon mayoritariamente las dignidades del cabildo catedral, con lo cual se demuestra la gestación de un arraigo corporativo en el obispado.

      Esta situación muestra que, probablemente, la red de catedrales indianas estuvo conformada, a medida que pasó el tiempo, por eclesiásticos naturales de la tierra, es decir, criollos nacidos en Indias e hijos de peninsulares pobladores de estos territorios, con lo que se revela un fuerte vínculo político entre la Corona y estas élites. Otro factor que, sin duda, posibilitó que esta mayor parte de nombramientos recayera en criollos tuvo que ser el referido al problema del desplazamiento y las largas distancias que obstaculizaron la aceptación de cargos, pero, además, propiciaron largas vacancias en las prebendas, y no está de más pensar en el legítimo reclamo de las élites y familias locales por obtener cargos en las corporaciones, en este caso eclesiásticas, fundado en la creencia de que tenían derecho por servicios y méritos a formar parte de estos cuerpos. Finalmente, hay que insistir en que esta alternancia en las prebendas entre criollos y españoles bien habla de la especificidad de una catedral, pero también del interés de la Corona por favorecer ciertas promociones.

      La revisión de los tipos documentales con los que se elaboró este capítulo permitió también la identificación de los lugares de estudio de varios de los capitulares del cabildo catedral de Popayán. Este tipo de información no se encontró de manera profusa en las fuentes, posiblemente porque algunos capitulares solo tuvieron las órdenes menores y fueron ordenados por los obispos; no obstante, de aquellos de los que fue posible obtener estos datos, se reconocieron los grados, el tipo de estudios y las universidades o seminarios donde estudiaron, lo que resulta vital más si se considera que, al no poseer Popayán un colegio seminario que confiriera grados o una universidad, el clero secular natural del obispado se vio obligado a realizar sus estudios en otros lugares alejados. También se evidenciaron ciertas falencias en el tipo de estudios superiores optados, pues la mayoría de los capitulares fueron graduados en Artes y Teología, y hubo muy pocos en Cánones, lo cual perjudicó notablemente el concurso de oposición de la tesorería en la planta capitular. No sobra decir que este ciclo de estudios requería a lo menos siete años, con dedicación a los cursos de Artes o Filosofía tres años, y al de Teología, cuatro.22 Señala Salazar, con respecto a los estudios en Cánones, que estos no tuvieron tanta intensidad en el Nuevo Reino de Granada, “porque se considerase su estudio menos propio del estado religioso, que debía distinguirse más por una asidua consagración a las disciplinas teológicas y escriturísticas, como entonces se pensaba”.23 Es más, no hubo, en los colegios de las órdenes regulares, cátedras de formación en Cánones hasta finales del siglo XVIII, situación que no fue particular del obispado de Popayán, pues, en los obispados que conformaban el Reino de Chile, los colegios seminarios existentes solo concedían el título de doctor en Teología sin incluirse grados en Cánones o Leyes.24 En la tabla 2 se presentan los prebendados con sus grados, títulos e instituciones de las que egresaron.

       Tabla 2. Estudios y grados de los capitulares del cabildo eclesiástico de Popayán

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      Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes documentales consultadas en el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional y Miguel Wenceslao Quintero Guzmán, Linajes del Cauca Grande: Fuentes para la Historia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2006).

      El resto de los capitulares o no menciona su título o simplemente ratificaron haber sido ordenados sin referir la realización de algún tipo de estudios en específico. La tabla 2 expone que la mayor parte de los capitulares peninsulares realizó sus estudios en dos de los centros de mayor importancia y alcurnia en la España moderna: Alcalá y Salamanca; además, fueron muy pocos los prebendados graduados de universidades que en general tuvieron grados superiores no universitarios, situación que denota la precariedad de los estudios eclesiásticos no solo del clero secular de Popayán, sino del Nuevo Reino de Granada, por lo menos en el siglo XVI y hasta bien entrado el siglo XVII.

      La ausencia de una universidad o una institución educativa que brindara estudios y grados superiores tuvo que motivar, primero, el desplazamiento de los clérigos a otros sitios donde existiera el lugar idóneo para realizar los estudios eclesiásticos superiores, como Quito o Lima. Este vacío, esta ausencia, debió motivar a muchos sacerdotes a realizar sus carreras en otros episcopados que tuvieran colegios seminarios y universidades donde pudieran cosechar sus méritos literarios y desde donde lograran acceder a otros cargos de renta e importancia. Esta pobreza de elementos de formación eclesiástica es sustantiva en el obispado payanés y es uno de los argumentos que permite explicar la ausencia de candidatos idóneos para suplir las vacantes parroquiales y del cabildo catedral, así como las permanencias de ciertos capitulares y las largas vacancias en la corporación catedralicia. Es necesario resaltar que, a pesar de la falta de estudios y, sobre todo, de grados mayores de los capitulares del cabildo catedral de Popayán, no fue impedimento para que clérigos y beneficiados con grados menores pudieran presentar su candidatura y optar por una promoción en esta corporación eclesiástica, suceso que es muestra de la política adaptativa de la Corona en el proceso de nombramiento de cargos eclesiásticos, que, para el caso payanés, benefició a aquellos clérigos que tenían carreras destacadas en su localidad o que eran integrantes de las élites locales.

      Fue solo hasta 1643 cuando el rey Felipe IV aprobó para Popayán la fundación y las constituciones del Colegio Seminario de San Francisco que debía estar regentado por la Compañía de Jesús; de hecho, el obispo fray Francisco de la Serna y Rimaga (1640-1645) fue uno de los mayores impulsores de esta iniciativa. No obstante, la primera mención que en las fuentes históricas se hace sobre este proyecto se encuentra en el acta del cabildo eclesiástico del 21 de mayo de 1618, en que se trató única y exclusivamente de la posibilidad de fundar un seminario más si el Concilio de Trento y algunas cédulas reales estipulaban que “todas las iglesias catedrales cabezas de obispado”25 tuvieran un seminario de colegiales en que se enseñaran gramática y ciencias, fundación que a esa fecha y después de setenta y dos años de erigido el obispado no se había llevado a cabo, porque “muchas veces se ha tratado sobre ello [y] jamás ha habido cuerpo ni principio en cosa de lo principal y para que lo haya”.26

      En el sínodo diocesano realizado por el obispo fray Juan González de Mendoza (1609-1618) se determinó que fueran el deán y su cabildo los que decidieran la creación del seminario en el momento en que les conviniere, dado que la votación para una fundación formal quedó vacante.27 De acuerdo con estas disposiciones, en 1618, un año después de realizado el sínodo, el cabildo eclesiástico dispuso y decidió que, para que entrara en ejercicio el seminario, se debía conseguir una persona que leyera gramática y otras “buenas artes”. Además, se mandó a todos los eclesiásticos que residían en el obispado, tanto regulares como seculares del alto y bajo clero, a que pagaran 4 pesos de 20 quilates cada año para el mantenimiento de dicho seminario y la concesión de becas para los colegiales.28 Tres años después, el 26 de abril de 1621,29 se discutió que había sido imposible, con los réditos cobrados y las rentas que tenía el obispado, construir un edificio solo para el seminario por falta de dinero, material y peones, y que no había una casa que se pudiera dotar de aulas y habitaciones para los colegiales y sus maestros, agregando, además, que el dinero recaudado, del cual no se hace mención, no permitía sustentar ni a cuatro colegiales. Frente a este panorama tan desalentador, los capitulares decidieron aprovechar los recursos tanto humanos como materiales para corresponder a su obligación de establecer un espacio de formación de los clérigos del obispado, aunque no fuera un seminario en sentido estricto.

      Así es como se decide, primero, aprovechar el estudio de gramática que en su