pasó un año sin decir ni hola
Hasta que le arrancaron seis palabras:
“Ay qué flojera! Ay qué flojera!”
Apenas se movía cuando iban al mar
A bañarse desnudos en el agua
Pero él sólo miraba a las mujeres
Quitándose las jaibas de los senos
Saltando para que no les mordieran
Otras partes más nobles todavía
Por ejemplo el conjunto de los muslos
Más bellos que Brasil produjo un día
Macunaíma
Era el más bello, el más cabal de todos
“Ay qué flojera!”
“Ay qué flojera!, Ay qué flojera!”
Lo amaban las garotas
Porque era oscuro y tierno:
Tenía cada mano
Siempre dispuesta a dar
Un poco de resabio
Y también mucho fuego
Con sus dos negros labios
Con sus dos negros labios
Con sus dos labios negros
IV. Los espíritus de Comala
Vine a Comala porque mi madre me mandó
Que buscara a mi padre, llamado Pedro Páramo
Que habitaba una casa detrás de las colinas
Juré venir a verlo no bien la sepultáramos
Una vez sepultada me dirigí a Comala
Puerto muerto repleto de plácidos difuntos
Vagando por podridas veredas con jocundia
Y entrando a bares muertos para trincarla juntos
Nunca he visto en mi vida difuntos tan borrachos
Pero me integré pronto al tosco regocijo
Hasta que a un bebedor le pregunté si acaso
Conoció a Pedro Páramo y aclaró que era su hijo
“Así es que soy tu hermano y me llaman Abundio”
Agregó sin rencores y ningún embarazo
“Pero no se te ocurra buscarlo porque puede
Echarte de este mundo con un mero balazo”
“Pero yo ya estoy muerto, hermano Abundio” dije
“Y no puede seguirme matando ese canalla
Que abandonó a mi madre con apenas trece años
Sin su vestido oscuro y ninguna vitualla!
“Así lo hizo con todos” dijo serenamente
Secándose la frente con un paño embebido
“¿Y quién es este padre que mata a sus retoños?”
“Un hombre maltratado que vive un rencor vivo”
Como vio que sudaba con un sudor brillante
Me dijo que Comala era más que el infierno
Porque algunos que habían bajado hasta la fragua
Volvieron a buscar sus frazadas de invierno
“Mejor vete de vuelta, como se volvió Rulfo”
Yo le dije que Rulfo se había jugado la mala
Y aunque él no me creía le demostré con creces
Que Rulfo había muerto bajo el sol de Comala
V. Danza negra
Vine a lo largo del Mato Grosso
Y entré al Perú por el negro Iquitos
Tras remontar roncas cordilleras
En Machu Pichu dormí aymará
Veo pastando sobre la orilla
Del Urubamba, río de razas
Grandes peñascos desesperados
Trizando el cielo con su fragor
Un viento de violines
Agita tu vestido
Que sigiloso danza un danzón
De espejo a paredes
Son sobre el que te mueves
Estremeciendo mi corazón
En Cartagena de Indias estuve
Bajo una palma capeando el sol
Entre los fuertes amurallados
El agua urdía su seducción
Tiempo más tarde, en Margarita
Isla azotada por el calor
Hallé una boca venezolana
Llena de sombras, fuego y amor
VI. La morada de los cóndores
Un cóndor ve la Argentina
Sin alejarse de Chile
Mirando la pampa entera
Con sus duros ojos grises
Otro desde el Illimani
Mira el pico de Aconcagua
Y se agita ante el gigante
Cual bandera americana
El cóndor no tiene patria
O mejor tiene una sola
Desde el Norte al Sur desciende
Pluma negra y negra ola
El cóndor no reconoce
Más que la patria profunda:
Si no encuentra cordilleras
Rompe la tierra y las funda
La morada de los cóndores
Es vasta como un imperio
Construida entre las cumbres
Más vastas del Hemisferio
La morada de los cóndores
Es un lugar soberano
Instalada sobre el cielo
De los sudamericanos
VII. Invitación a los mares del sur
Ven a ver la luz que arrastra el mar bajo la luna
La luz que cava un surco y raya el agua con sus uñas:
A través de aquella ráfaga brillante y pura
Harás crecer tu corazón como medusa madura
Ven a ver el mar del sur y siente su bravura
Es un mar que quiebra duras rocas con su espuma
Es un mar que nuca duerme bajo la estrella nocturna
Es un mar que besa, muerde y mata con dulzura
Es un mar que oculta bajo sus errantes olas
El dolido hierro