Juan Ramón Muñoz Sánchez

La Galatea, una novela de novelas


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y 1604, se presenta como una obra abierta y variada desde una perspectiva estructural, en la que las aventuras de don Quijote y Sancho se erigen en el sostén de seis episodios, seis novelas, de variable extensión y grados de solapamiento.8

      La ficción breve, durante los siglos XVI y XVII, no conoció un término unívoco ni una delimitación diáfana entre sus distintas formas. Nombres como cuento, conseja, fábula, historia, crónica, patraña, ficción, fingida traza, caso, maravailla, se utilizaron frecuentemente como si fueran equivalentes entre sí y sinónimos del neologismo novela.9 Es en el transcurso del Ingenioso hidalgo cuando Cervantes lo emplea por primera vez, y lo hace en trece ocasiones: once para catalogar El curioso impertinente y dos para Rinconete y Cortadillo.10 Como sinónimo de cuento constará en la dedicatoria al conde de Lemos de las Novelas ejemplares, al decir que «le envío… doce cuentos» (Cervantes, Novelas ejemplares, 21); si bien, esta será la única ocasión en que hay indeterminación genérica o vaguedad terminológica en las Ejemplares: en todas las demás ocasiones Cervantes usará novela. Es discreto señalar que serán además las Novelas ejemplares el primer libro de cuentos o la primera colección de narraciones breves española en portar el término en el título. Después, únicamente volverá a utilizar novela en los capítulos III y XLIV del Ingenioso caballero don Quijote de la Mancha para designar a El curioso impertinente y El capitán cautivo11 y diferenciarlas, por el modo de engarce, del resto de episodios novelescos de la primera parte, como veremos un poco más adelante.

      En los años que rodean la publicación de la primera parte del Quijote y que pasa en Valladolid, el «hombre que escribe e trata de negocios», como lo define su hermana Andrea en su deposición del 30 de junio de 1605 en el Proceso Ezpeleta, siguió cultivando su género favorito. De entonces debe de ser con un alto grado de verosimilitud la composición de El licenciado Vidriera, La ilustre fregona, El casamiento engañoso, El coloquio de los perros y, tal vez, La gitanilla, al menos en primeras versiones, por cuanto todas ellas presuponen la Corte en la ciudad de Castilla la Vieja, dan cuenta de sucesos de primera magnitud acaecidos en ella durante su capitalidad o apuntan al Guzmán de Alfarache, ya reunidas las dos partes, tras la publicación de la Atalaya de la vida humana, en Lisboa, a finales de 1604. De entonces debe de ser la reflexión de Cervantes sobre su arte de hacer novelas que marca un antes y un después entre La Galatea y El ingenioso hidalgo, por un lado, y las Novelas ejemplares, El ingenioso caballero y Los trabajos de Persiles y Sigismunda, por el otro, a propósito del principio poético de la variedad en la unidad. De entonces debe de ser la ideación del proyecto editorial y comercial de publicaciones en cadena que Cervantes acometerá en los años subsiguientes, auspiciada por la formidable acogida de la primera parte del Quijote, que le abre definitivamente las puertas de las oficinas tipográficas madrileñas, y que se señala en la destreza con que elabora una tupida red de anticipaciones que consigna en los prólogos y las epístolas dedicatorias de los libros que año a año va dando a las prensas.

      La racionalización de la reorientación morfológica que experimenta su prosa de imaginación la ofrece Cervantes en los capítulos III y XLIV de El ingenioso caballero.12 En ellos, por boca de Sansón Carrasco y por «un modo de queja» que tuvo Cide Hamete Benengeli de sí mismo, se enjuicia la inserción de la «novela intitulada» El curioso impertinente y de la Historia del capitán cautivo en el Ingenioso hidalgo, sobre la base de su frágil unión con la fábula, puesto «que están como separadas de la historia», de su excesiva extensión y del hecho de que el lector, llevado «de la atención que piden las hazañas de don Quijote y Sancho», no repare en «su gala y artificio». De resultas, Cervantes decide no volver a «injerir novelas sueltas ni pegadizas» en cuerpos mayores, sino darlas a conocer «por sí solas», libres de ataduras, en un volumen independiente que denominará Novelas ejemplares. Mientras que en sus textos de ficción en prosa de largo aliento solo interpolará «episodios que lo pareciesen, nacidos de los mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aun estos, limitadamente y con solas las palabras que bastan a declararlos». Y, justamente, hará lo que dice: tanto en la segunda parte del Quijote como en la Historia septentrional ya no encontramos, como complemento diegético, metaficciones ni novelas yuxtapuestas, sino episodios novelescos coordinados, de extensión limitada, iniciados in medias o in extremas res y tendentes a presentar una ponderada factura entre narración pretérita y acción presente, aunque no desaparezcan del todo las narraciones en bloque siempre y cuando sean breves, al modo del episodio de la bella Leandra (Don Quijote, I, LI), cuya inclusión, que Cervantes no cuestiona, forma parte de los «casos sucedidos al mismo don Quijote, que no podían dejar de escribirse». La diferencia entre un texto y otro estriba en que, mientras que en el Ingenioso caballero, aun cuando vuelva a incorporar un elevado número de narraciones adventicias, se inclina hacia la unidad y la coherencia narrativa, en el Persiles y Sigismunda apuesta por la variedad, la libertad creadora y la flexibilidad estructural que acarrea la conjugación experimental de la moderna épica amorosa en prosa con el relato breve.

      Es muy importante dejar claro que el hecho de que Cervantes discrimine entre las novelas y los episodios en función de su mayor o menor vinculación formal con la narración de base y de su extensión no significa que los episodios no sean también novelas, como se desprende de este fragmento:

      Decía que el ir siempre atenido el entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que por huir deste inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo don Quijote (Cervantes, Don Quijote, II, XLIIII, 1070; la cursiva es nuestra).

      A su vuelta definitiva a Madrid, acaecida casi seguro en 1606, Cervantes redactaría El amante liberal, La española inglesa, Las dos doncellas, La fuerza de la sangre y La señora Cornelia, las cuales habrían de formar parte del volumen de novelas cortas que tendría listo para presentar al Consejo a finales de la primaveraverano de 1612; aunque no se puede desechar la posibilidad de que alguna de ellas pudiera haber sido escrita con anterioridad. Por esos mismos años, 1607, 1608 o 1609, hubo de comenzar la prolongación del Quijote, de principiar la conformación del Persiles y Sigismunda y de reanudar infructuosamente su labor profesional de dramaturgo. ¿Fueron los episodios novelescos del Ingenioso caballero y de la Historia septentrional concebidos para cada texto o tendría algunos ya compuestos que solamente precisarían ser retocados para su inserción? Aunque no podemos responder con certidumbre por la carencia de soporte documental, todo parece indicar que hubieron de darse ambas situaciones, por lo que Cervantes dispondría de un ramillete de relatos breves, aparte de los que incluiría en las Ejemplares, engendrados aisladamente. Así se deduce, por un lado, del viraje estructural que experimenta El ingenioso caballero del capítulo LIX en adelante, que comporta el encaje de los relatos de Claudia Jerónima y de Ana Félix de espaldas a don Quijote y Sancho, como consecuencia de la salida a la luz, en Tarragona, en 1614, del Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Alonso Fernández de Avellaneda; y, por el otro, de la descompensación textual que exhibe el libro IV del Persiles y Sigismunda respecto de los otros tres, que en parte estriba en la ausencia de unas interpolaciones que tal vez habría agregado de haber tenido tiempo suficiente para ello.

      El acta de nacimiento de las Novelas ejemplares debe situarse, por consiguiente, a continuación de la publicación del Ingenioso hidalgo y en paralelo con la decisión de su prosecución. Así, por lo menos, quiso Cervantes que lo entendiéramos al ligar la peculiar morfología de la colección con la del Ingenioso caballero. Es de suponer que, entre 1610 y 1612, seleccionó, de entre los relatos cortos que tenía escritos, los doce más largos y, por ende, los menos apropiados para integrarse en un cuerpo mayor, aunque algunos episodios posteriores, como los de Feliciana de la Voz y Ortel Banedre del Persiles y Sigismunda, podrían haber tenido cabida