Sea´n Patrick O'Malley

Enganchados a la luz


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de la confesión: llaves cruzadas, la estola de un sacerdote y las palabras: «Vete y no peques más». La iglesia no tiene aire acondicionado, por eso, en verano, se abren todas las ventanas. En aquella ventana en particular, la vidriera que se abre es precisamente donde está escrita la palabra «no», así que la gente lee: «Ve y peques más». Nunca recibí ninguna queja de los muchos turistas que visitan Martha’s Vineyard.

      La gran ironía es que frecuentemente la gente piensa que nosotros, los católicos, somos personas del «no» –no hagas esto, no hagas aquello–. Pero, de hecho, somos personas del «¡sí!». Como María, somos invitados a decir «sí» a Dios, al amor, a la comunidad, a la vida y también a la cruz y a la resurrección. María está siempre alentándonos, como hizo en la boda de Caná: «Haced todo lo que él os diga».

      Que nuestras vidas, como la vida de María, sean un «sí» rotundo a la invitación de Cristo a seguirlo en el amor y fidelidad, extendiendo la alegría del Evangelio.

      5

      El cumpleaños de María,

      la primera misa

      El papa Francisco me ha enviado hoy aquí porque, justo en el día de hoy, hace 450 años que llegó el Evangelio a estas playas. Pedro Menéndez de Avilés avistó esta tierra por primera vez el día de la fiesta de San Agustín, 28 de agosto de 1565. El padre Francisco López ofreció la primera misa sobre esta arena en la festividad de la Natividad de la Virgen María, el 8 de septiembre, fundando así la ciudad europea más antigua de los Estados Unidos.

      Qué prometedor que este nuevo comienzo sucediese en la celebración de un cumpleaños. El cumpleaños de María es el principio de la Iglesia, porque ella es la primera discípula de Jesús. En efecto, la fecha escogida para celebrar sus años era el primer día del año en el Imperio bizantino. Es realmente un nuevo comienzo. El nacimiento de María es parte de los últimos preparativos de Dios para la venida del Mesías.

      Durante más de mil años, el evangelio que se lee en este festivo es el elenco de la genealogía de Jesús descrita en san Mateo. Me dijeron los organizadores de la liturgia que íbamos a usar la versión corta. Me vino a la memoria una reseña que apareció hace muchos años en el Washington Post, comentando una publicación que hizo el Reader’s Digest de la Biblia. El crítico escribió: «En el principio era el Verbo, pero el verbo era demasiado largo y las Selecciones del Reader’s Digest lo acortaron». Personalmente, me gusta más leer la genealogía entera, siempre que haya un diácono para leer el evangelio y no tenga yo mismo que lidiar con la dificultad de pronunciar todos esos nombres del Antiguo Testamento.

      Nuestro evangelio de hoy comienza con la conclusión de la genealogía, que muestra claramente que José es el padre adoptivo de Jesús. En efecto, al final de la larga lista de padres que engendran hijos viene José, que es descrito como «el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo».

      El evangelio prosigue diciendo que María «concibió por el Espíritu Santo». A veces digo que mi teólogo americano favorito es el personaje cómico o de ficción de Archie Bunker. Una vez, Archie discutía con su yerno Meathead y soltó una observación antisemita. Meathead reaccionó inmediatamente y censuró a su suegro, diciendo: «Archie, debería darte vergüenza. Recuerda que Jesús era judío». Sin dudar, Archie replicó: «Sí, pero solo por parte de madre». María es la hija de Sion que personifica el anhelo de todas las generaciones de fieles judíos que esperaban al Mesías.

      El evangelio de hoy a veces es titulado como la anunciación de san José, porque Dios habla con José en sueños. En la primera visita a una de las parroquias como obispo de Palm Beach, pregunté al párroco cuántas personas cabían en su iglesia. Él me respondió: «En mi iglesia pueden dormir setecientas personas». No olvidemos que hay cuatro episodios en los que Dios se comunica con José mientras este duerme y, por tanto, no deja de ser un consuelo para un predicador saber que Dios puede comunicarse incluso con los parroquianos que abren la boca y dormitan durante la homilía. En los Hechos de los Apóstoles, un joven llamado Eutiques oía uno de los muy largos sermones de san Pablo sentado en la cornisa de un tercer piso, cuando se adormeció y cayó de allí, muriendo en el acto. Felizmente, san Pablo pudo restituir la vida al joven, pero no conviene suponer que cualquier predicador que predique un sermón soporífero tenga esos mismos poderes milagrosos.

      José sabía que Jesús era un milagro, por eso recibió a María en su casa como esposa.

      Cierta vez, el famoso comentarista televisivo Larry King fue entrevistado por un periodista que le preguntó: «Señor King, si pudiese entrevistar a cualquier persona de la historia, ¿a quién le gustaría hacerlo?». Sin dudar un momento, Larry King respondió: «Me gustaría entrevistar a Cristo». «¿Y qué le preguntaría?», insistió el periodista. «Le preguntaría si nació de una virgen. Para mí, la respuesta a esa pregunta define la historia».

      Para José, como para todos los creyentes, la respuesta define, en efecto, la historia. Jesucristo es el Hijo de Dios, el Mesías, el Redentor.

      Dios se comunicó con José en sueños: «“José, hijo de David, no temas recibir a María como tu esposa, pues el hijo de ella ha sido concebido por el Espíritu Santo” [...] Eso aconteció para que se cumpliese lo que el Señor había dicho por el profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le llamará Emmanuel (que significa ‘Dios con nosotros’)”».

      La fiesta de hoy es también la fiesta de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y esta fue la primera misa pública que celebré con la comunidad cubana en Washington DC. Al principio, esta diócesis donde nos encontramos formaba parte de la diócesis de Santiago de Cuba, donde está el santuario de Nuestra Señora de la Caridad. Y fue aquí, en San Agustín, donde el gran patriota cubano y sacerdote ejemplar, padre Félix Varela, recibió su primera formación de un misionero irlandés, el padre Miguel O’Reilly. Todos esperamos con impaciencia el día en que podamos decir «san» Félix Varela.

      Cuando el papa Benedicto XVI visitó Nueva York, celebró misa en la catedral de San Patricio. E hizo un comentario sobre las vidrieras. Observó cómo desde fuera las vidrieras parecen opacas, oscuras y tétricas, pero, cuando estamos dentro de la iglesia, podemos ver los colores, las formas y la maravillosa luz que ilumina el templo e irradia hermosas imágenes.

      Desde fuera, nuestra religión puede parecer tétrica y misteriosa, pero estar dentro de la Iglesia es experimentar la comunidad de fe, la belleza del Evangelio de Jesús y la emoción de una misión que nos desafía a construir una civilización del amor. Nuestra tarea consiste en invitar a la gente a entrar en el mundo de nuestra fe para entrever la belleza de la vida del discípulo.

      Nuestra Iglesia nació porque María dijo sí a Dios. La Madre Teresa siempre decía: «Da permiso a Dios». Eso es precisamente lo que María hizo. Cuando Dios llama a la puerta de la humanidad, es María quien abre esa puerta en nuestro nombre.

      En los evangelios, María es mujer de pocas palabras. Las primeras palabras de María las oímos en la Anunciación, cuando Dios le pide que sea la madre del Redentor. María dice sí: «Hágase en mí según tu palabra». Esa palabra cambió el curso de la historia.

      En nuestras propias vidas y luchas debemos dar permiso a Dios como hizo María. Si la primera palabra de María es su sí a Dios, con sus últimas palabras en el relato de la boda de Caná, ahora segundo misterio luminoso del rosario, María nos interpela de nuevo para decir sí a Dios: «Haced todo lo que él os diga». Estas son las palabras que grabé en mi anillo episcopal como recuerdo del consejo y llamada que María nos dirige para que cumplamos la Palabra.

      En los últimos 450 años han venido muchas personas a estas tierras por distintos motivos. Algunos buscaban oro y gloria. Otros buscaban la fuente de la juventud –tal vez sea por eso por lo que hay tantos ancianos siguiendo los pasos de Ponce de León–. Otros vinieron como inmigrantes en busca de libertad, oportunidades y una vida mejor para sus hijos. Finalmente, otros vinieron con el deseo de traer la buena noticia del Evangelio y construir una civilización del amor. Y algunos vinieron contra su voluntad.