siguiendo el mismo orden que se le ha aplicado al índice de este libro, observamos que las autoras Roser Juanola y Anna Colomer en su texto «Museos y educadores: perspectivas y retos de futuro» han realizado un escrupuloso recuento de cada uno de los planteamientos pedagógicos y museísticos que han influido en los sucesivos programas didácticos de los museos. Recopilando algunas de la reflexiones más interesantes que se han realizado al respecto, las autoras nos presentan de manera concisa, apoyándose en numerosos cuadros y esquemas, un conjunto de particularidades de aplicación teórica que completan los resultados obtenidos. Partiendo de la proliferación de museos y de los correspondientes gabinetes didácticos que les han acompañado, reflexionan sobre los programas de especialización en los que se ha formado a los profesionales. Juanola y Colomer parten de la idea de que todas estas propuestas tienen en común dos aspectos: la voluntad de dar relevancia a la función educativa del museo y, consecuentemente, la necesidad de formar y profesionalizar a los educadores de museos. En última instancia, si es cierto que hemos avanzado en esta línea, también lo es que conviene empezar a considerar a los educadores como piezas clave del panorama museístico, considerándoles imprescindibles en todo proceso expositivo. Con ello se lograría dotar a este sector profesional de la misma credibilidad, prestigio y estatus del que actualmente ya gozan los gestores, los conservadores o incluso los ya citados comisarios de exposiciones.
También partiendo de una línea de revisión histórica, Andrea A. Garcia i Sastre centra su propuesta en lo que ella denomina el análisis de la función educativa de los centros de arte que disponen de un gabinete educativo, tomando como modelo más directo su propia experiencia vivida durante décadas tanto en los DEAC (Departamentos de Educación y Acción Cultural) como más recientemente en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). La intensa y prolongada experiencia en la promoción y organización de incursiones didácticas en el museo convierten a Andrea Garcia en una experta en la lucha por la reivindicación de este tipo de propuestas. De hecho, buena parte de los planteamientos nacidos en las décadas de 1960 y 1970 continúan hoy en día vigentes, debido a la lenta implantación que han llevado la mayoría de ellos (la necesidad de formación del personal encargado de las actividades educativas y culturales; el estudio de las reacciones del público; el papel de los museos en la educación de los adultos). A partir de una reflexión histórica sobre el papel desempeñado por instituciones tan significativas como UNESCO e ICOM, la autora revela su confianza en las iniciativas surgidas desde dichos foros internacionales, referencias ineludibles a la hora de hacer un balance de lo que ha ocurrido y continúa aconteciendo en el panorama mundial de los museos entendidos como entidades educativas. En su intervención, Andrea Garcia defiende el papel de los alumnos (tanto en sus clases como en los talleres didácticos que se gestionan en cada museo) para poder establecer una dinámica de participación. Sugiere que la información sea transmitida mediante un flujo de intersecciones entre los especialistas y el público. Andrea A. Garcia i Sastre es licenciada y doctora en Bellas Artes por la Universitat de Barcelona. En el campo profesional ha llevado a cabo trabajos pioneros en el Estado español como son la creación de los primeros DEAC o, entre otros, la organización y la dirección del Servei de Difusió Cultural dels Museus en Barcelona. Actualmente combina su actividad museológica entre el MNAC, Proyectos Culturales, la docencia en esta materia, y los trabajos propios de la vicepresidencia del ICOM español.
Antonio Ariño examina en su texto «La concepción de la cultura» los diferentes significados del término cultura, proponiendo un concepto alternativo con el cual poder abarcar la complejidad de dimensiones implicadas. Si bien inicialmente el autor describe un recorrido y una evaluación a partir de los dos grandes paradigmas conceptuales imperantes, en la segunda parte de su análisis pasa a abordar las dimensiones que están insuficientemente tratadas, elaborando una definición multidimensional y señalando las esferas que abarca el análisis cultural. A pesar de la complejidad y extensión de la temática, observamos cómo la redacción de Ariño, desde una vertiente más sociológica, nos ayuda a concretar algunos aspectos determinantes de los factores culturales que pueden resultar esenciales en la formación de un educador que pretenda llevar a cabo su cometido en el ámbito del museo.
Según la perspectiva del profesor Romà de la Calle, catedrático del Departamento de Filosofía de la Universitat de València y actual director del MuVIM (Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat), conviene plantear desde un análisis complejo la larga trayectoria que han mantenido históricamente las relaciones entre las imágenes y los textos, pero a través de la clásica noción de ekphrasis, es decir, de las estrategias propias de la descripción de la imagen, que tanto predicamento educativo tuvieron en el contexto de la clasicidad. A partir de ahí cabe preguntarse por las aventuras de tal estrategia «descriptiva» en el marco de la contemporaneidad, al hilo de las nuevas funciones de la crítica de arte. Saber describir supone saber ver. ¿Es posible que la descripción de la imagen vuelva a tomar fuerza como estrategia hermenéutica? ¿Qué papel educativo puede desempeñar? ¿Dan cabida y margen las nuevas tecnologías de la comunicación a la descripción de las imágenes? Ante estas y otras cuestiones de rango teórico el profesor De la Calle defiende el papel del crítico y de la crítica como eje de necesaria revisión ante los planteamientos museísticos y, en su caso, la vertiente didáctica que dichos planteamientos puede originar.
Para Muntsa Calbó lo que significa ahora educación artística deberíamos entenderlo como aquella educación que intenta o tiende a ser educación inclusiva e incluyente, global y ética, para el arte y para la vida. Si la educación artística no presentara estos rasgos, entonces no podría llamarse educación. Su texto gira alrededor de la crítica de los procesos en que la educación artística se realiza como praxis de educación ética, política, ecologista, pacifista, feminista y multicultural, sin perder sus objetivos y valores característicos. Entiende la autora que podemos empezar a definir los criterios para una educación artística que sea al mismo tiempo una educación para el arte y una educación para la vida. Estos aspectos son los que manifestarían los modelos globales e inclusivos, es decir ecológicos, de educación artística. Además, se trataría de enseñar y aprender a preguntar, a sospechar, a dudar, a encontrar pistas y «móviles» aparentes u ocultos. Cada objeto, cada conjunto o colección, cada espacio, el propio entorno como colección desordenada de encuentros visuales, artificiales u orgánicos, condicionados o abstractos, separados, autónomos o claramente dependientes (de la religión, de la cultura, de la materia), está construido por alguien y luego, o a la vez, se reconstruye en la mirada casual o en la mirada atenta, incluso guiada, diseñada en un programa. Muntsa Calbó es investigadora y docente en la Universitat de Girona.
La propuesta de Carla Padró titulada «Educación artística en museos y centros de arte», con la cual se inicia el apartado «Nuevos itinerarios, acciones y experiencias», parte de los supuestos en los que estarían implicados aspectos como la política educativa, el museo polifónico, la educación reflexiva o el concepto de reinventar los museos. El objetivo de su texto consistiría en construir una cartografía de la educación artística en los museos que ayude a comprender la profesión desde un sentido reflexivo e indagador. Con esta finalidad se ordenan varias narrativas que confluyen en distintas tendencias educativas. Carla Padró es profesora de educación artística en la Facultad de Bellas Artes de la Universitat de Barcelona. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha encaminado sus investigaciones hacia la vertiente educativa de los museos. En 1994 emprendió en Estados Unidos el estudio «El museo como medio para la educación artística», y en 2000 se doctoró con la tesis titulada La función educativa del museo: estudio sobre las culturas museísticas. Su área de estudio es la museología y la educación en los museos desde una perspectiva reconstructora, así como la pedagogía cultural. Ha trabajado en diversas instituciones museísticas como el Newport Harbor Art Museum en California, el Smithsonian de Washington y la Corcoran Gallery of Art de Washington. Para Carla Padró, «si planteamos la educación de los museos en la encrucijada, defenderemos que la educación es también una localización desde donde se negocia, produce, circula y media significado, y aquí, la controversia está servida».
Tal y como expone Albert Esteve de Quesada, los talleres didácticos deben formularse según las características del museo y el propósito educativo que guía su proyecto didáctico. El autor considera necesario plantear esta premisa porque cree conveniente situar el diseño de talleres