Ok”, desde el posicionamiento político.
Toda la energía diversa que habita en Brasil –que es indígena, africana, occidental y oriental– pulsa con una magia extraordinaria en los complejos acordes de sus canciones, que llegaron con fuerza, pero tal vez de manera tardía, a los países hispanohablantes a través del exitoso álbum Unplugged de 1994. En este se expresa con absoluta nitidez la extraordinaria capacidad técnica y conceptual de la música brasileña encarnada en su persona.
Pero la fuerza de su figura no solo se nos ha hecho patente a través de su trayectoria musical, pues es conocido su paso como ministro de Cultura en el gobierno de Lula da Silva (2003-2008), donde su perspectiva sobre el concepto mismo de cultura, su política en torno a los derechos de autor y la digitalización, así como la implementación de la política de desarrollo cultural desde los territorios (Programa Pontos de Cultura) –la cual ha sido referencia para muchos países de la región– le dieron una relevancia internacional como ningún otro ministro de Cultura del mundo ha tenido en lo que va del siglo XXI.
Gilberto Gil no es solo un músico, es la expresión más completa de lo que significa un compositor popular brasileño, alguien que conoce muy bien la técnica, pues se encuentra entre los guitarristas populares más eximios del país; y, a la vez, la carga simbólica que expresa su obra; un simbolismo que es la expresión, quizá, más completa de las fuerzas creadoras del Brasil pasado, presente y futuro. Su conocimiento se desdobla en caminos diversos que ha sabido recorrer con maestría y sensatez.
Gil es bahiano, nació en la catinga y se formó en Salvador, la ciudad con la mayor población negra fuera de África y, al mismo tiempo, la primera capital brasileña, donde confluyen la historia de América y la africana. Se proyecta desde esa Bahía que vive para dizer como é que se faz para viver. Gil es africano, es el fiel miembro del afoxé Filhos de Gandhy. Gil es carioca, el que nos da aquele abraço incluso al momento de salir de la prisión política. Gil es el que celebra el arte y la ciencia por igual, cantando a lo quântico dos quânticos, al cântico dos cânticos. Gil es hombre y es mujer, rogando porque o super-homem venha nos restituir a glória… Gil es Brasil. Como dijo el cronista Gregório Duvivier, cuando figuras como las de Gil ya no estén con nosotros, este país no tendrá otra alternativa que llamarse ex Brasil.
Y desde el Atlántico, Gil también es loco por ti, América, pues como comentó sobre la época de la gran apertura que significó el tropicalismo, “no solo nos interesaba Brasil, todos estábamos preocupados con diversas cosas, con todo, con la juventud del mundo, con los destinos de América Latina”, interés del cual nace esta fraternal canción escrita con José Carlos Capinam, en la que se propone, para todos nosotros, el cielo como bandera.
Gil encarna ese Brasil generoso, diverso y grandioso que hoy, en tiempos de oscuridad, sus vecinos añoramos profundamente. Pero que sabemos que algún día –tal vez pronto– recobrará su rumbo natural, porque debaixo do barro do chão está fuertemente arraigada la magia y la luz de personajes como Gilberto Gil, con quien a fé não costuma faiá.
Gran parte de lo que su figura y obra significan está condensado en las páginas siguientes de este número inaugural de la colección Cuadernos de música, con el que, como si fuera el Expresso 2222, empezamos un viaje en el que nos sentiremos más latinoamericanos que nunca.
Cristián Jiménez Plaza
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